En medio de las crisis, cuando parece que no se ve ninguna luz de futuro, los cristianos del mundo deberíamos salir a la palestra pública gritando que hay esperanza.
En periodos de crisis hay muchos que pierden la esperanza, sin embargo es en las grandes crisis, cuando las cosas van mal, cuando debemos aferrarnos a esta virtud que va siempre de la mano de la fe. Quien tiene esperanza, se la transmite al mundo. Quien tiene esperanza ve una luz en la oscuridad del futuro. Quien tiene esperanza permanece activo. Sí. La esperanza es una llama activa que no se apaga y que siempre está dispuesta a ir abriendo brecha en una lucha en la que nunca esa llama se apaga.
Nunca la suerte está echada. Nunca. Nunca hay que tirar la toalla. Las situaciones difíciles, las crisis duraderas, no significan que nos dejen en el terreno de lo imposible. La esperanza activa debe ser un acicate que nos lleve a la lucha diaria en busca de lo deseado o necesario. La esperanza nos ayuda a mantenernos en pie. Donde hay esperanza, no hay derrumbamientos psicológicos, ni desestructuraciones de la vida. Por eso, esta es nuestra llamada: Llénate de esperanza y reconstruirás tu mundo, tu universo. Llénate de esperanza y ayudarás a la construcción de un nuevo mundo.
La crisis ha llevado a muchos a situaciones límite de pobreza, de ansiedad, de inquietud. No hay duda: La vida está llena de espinas, de dolores, de injusticias, de adversidades. No esperes algo idílico en medio de un mundo caído que gime como con dolores de parto esperando la liberación. No tenemos que ser ingenuos, pero si miras el túnel en el que te encuentras con una mirada de esperanza activa, la oscuridad de ese túnel comienza a desvanecerse. La esperanza te dirá: ¿No ves al fondo la luz?
En tiempo de crisis, sé un tanto utópico. Sí. Déjate mover por la utopía y no te enredes en lo excesivamente pequeño de tu día a día, especialmente si esto te enreda y te quita felicidad. La esperanza te ayuda a mirar al futuro. Con la esperanza lo imposible puede comenzar a verse como posible. Déjate arrastrar y mover por la esperanza y no te preocupes si ésta te mueve hacia la utopía. En la mayoría de los casos verás que has comenzado a subir muchos peldaños aunque parezca que nunca llegamos al último. Creer que hemos llegado al final puede significar que hemos perdido la esperanza, que hemos perdido el camino. Quizás es que nunca todo está terminado y concluido. Siempre debemos caminar abiertos al futuro en esperanza.
La esperanza es una medicina en medio de la crisis. La fuerza de la esperanza debe impregnar todo nuestro quehacer, nuestra lucha por la vida, nuestros proyectos, nuestros ideales. La esperanza nos mantendrá activos para que no decaigamos, para que no nos deprimamos, para que podamos ver retazos de belleza en medio de tantos basureros que hay en el mundo, quizás también en nuestro mundo. Basureros que, a veces, negamos y acabamos sobreviviendo en ellos.
Muchas crisis son fruto de la injusticia. La esperanza puede ser un acicate para la lucha por un mundo más justo e igualitario, para que tus manos y tus pies no desfallezcan tanto en la labor asistencial a los empobrecidos de la tierra, como a la búsqueda de la justicia. La esperanza debe ser el acicate o la llama activa que nos impulse a ser pioneros en la lucha por la igualdad, por un mejor reparto de las riquezas que deben ser para todos los humanos sin que haya esas grandísimas diferencias que nos llevan a encontrarnos con aquellos excluidos que parecen sobrante humano, los desheredados de la tierra. Es la esperanza la que nos puede hacer pioneros de la justicia, del respeto a la diversidad, del respeto al diferente.
En medio de las crisis, cuando parece que no se ve ninguna luz de futuro, los cristianos del mundo deberíamos salir a la palestra pública gritando que hay esperanza. ¡Hay esperanza, hay esperanza! Debería ser uno de nuestros gritos de liberación, siempre que sea un grito activo que nos lanza al compromiso. La esperanza también, además de activa, se puede vivir en compromiso con los débiles de la tierra.
Los profetas protestaron contra las injustas crisis. La esperanza, en medio de las duras crisis, te puede abrir camino hacia los profetas del Antiguo Testamento que, si no hubiera sido porque estaban abiertos a la esperanza no hubieran persistido en sus denuncias y búsquedas de justicia para los pobres, para las viudas, para los huérfanos y para los extranjeros en debilidad social. La esperanza también nos puede llevar a la protesta, a la denuncia.
En medio de las crisis, conviértete en pionero de esperanza y serás también pionero de justicia y paz. Un agente de liberación que vertebra el mundo. La esperanza es la que convierte los fracasos en éxitos. Los que tienen esperanza activa pocas veces se quedan tirados al lado del camino. Por eso los cristianos deberíamos llevar esperanza a los pobres de la tierra.
Quizás la esperanza sea la virtud que más se apoya en la fe para mover montañas. La esperanza no se conforma a este mundo y es como un pez que nada contra corriente. La esperanza es la que nos grita que no nos conformemos a este mundo. Es por eso que la esperanza no se conforma cuando oye que en el mundo hay más de mil millones de hambrientos, cuando ve a los niños por enfermedades vencibles o por falta de agua potable. La esperanza dice un NO rotundo a todo esto, porque se apoya en la utopía que, aunque no llegue a conseguirla, le ayuda a ir subiendo peldaños de justicia e igualdad.
Tú puedes luchar contra las crisis sean económicas o de otra índole. Engánchate a la mejor esperanza. La mejor es la que nos habilita a ser agentes transformadores de nuestro universo y del mundo en general, es la que se apoya en el Dios capaz de vencer todos los imposibles, capaz de abrir ventanas y hacer caminos allí donde no los hay. Así, pues, confesamos que Dios es nuestra esperanza, el que mantiene en nosotros viva esa llama activa. Si no, deberíamos replantearnos nuestra fe… y nuestro amor.
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