¿Cómo se puede decir que Jesucristo ha quitado la muerte? ¿En qué sentido lo ha hecho? Creo que hay tres respuestas a este interrogante.
Una de las expresiones para el lector de la Biblia que puede ser difícil de entender es la usada por el apóstol Pablo, cuando dice que Jesucristo 'quitó la muerte'i. ¿Qué quiere decir esa expresión? Porque es evidente que desde que el Hijo de Dios estuvo en esta tierra la muerte sigue actuando, lo mismo que antes de que viniera. Mueren los grandes y mueren los chicos, mueren los creyentes así como los ateos, mueren los pobres y también los ricos, mueren los cristianos y mueren los de otras creencias, siendo la muerte la experiencia universal sin excepción. Si esto es así ¿cómo se puede decir que Jesucristo ha quitado la muerte? ¿En qué sentido, si es que hay alguno, lo ha hecho? Creo que hay tres respuestas a este interrogante.
En primer lugar, Jesucristo ha quitado la muerte porque la ha despojado de la hegemonía absoluta que tenía. En efecto, nadie que entraba en sus dominios escapaba de su poder, porque entrar significaba no poder salir. Se trataba de un estado irreversible, al que se accedía sin querer pero del que no se podía salir aunque se quisiera. Además, era un estado terminante, porque ponía fin a cualquier atisbo de oportunidad, desbaratando para siempre la posibilidad de cambio, con la añadidura de que era un estado de condenación definitiva. Todo eso tenía repercusiones demoledoras, que hacían de la muerte el enemigo invencible y pavoroso, que pone fin a todo menos a la miseria y ruina imperecedera.
Pero aquí tenemos a un hombre, Jesucristo, que habiendo entrado en el dominio de la muerte no sólo ha escapado de la misma, como si fuera por los pelos, sino que la ha vencido, porque ha salido no como entró sino revestido de una vida indestructible, inmortal. Eso significa que la muerte es vencible. Todo el halo terrible que la acompañaba ha quedado reducido a nada y el poder descomunal que exhibía ha sido derribado para siempre. Es decir, la resurrección de Jesucristo sienta el precedente que anuncia un cambio de era, en el que la hegemonía que la muerte detentaba ha pasado a otras manos.
En el Palacio del Senado en Madrid hay un famoso cuadro de Francisco Pradilla que muestra la rendición de Granada a Isabel y Fernando. La pintura está dividida en dos secciones; la de un lado representa al jefe derrotado, que hace entrega de las llaves de la otrora inexpugnable ciudad a los vencedores, representados en el otro lado del cuadro. Esa entrega de las llaves es la declaración patente de que el poder ha cambiado de manos. Justamente es lo que ha ocurrido con la resurrección de Jesucristo.
En segundo lugar, Jesucristo le ha quitado a la muerte la asociación terrible que tenía con la ira de Dios, al ser el castigo judicial por el pecado que Dios impuso al hombre. El hombre no muere como muere el animal, sino que muere como culpable. Y esa conexión indisoluble de muerte y culpa es la que Jesucristo ha roto, porque su muerte ha satisfecho la justicia de Dios, propiciando su ira, con lo cual la muerte ha perdido el peor componente que tenía. Si ha expiado el pecado, quiere decirse que ha despojado a la muerte de su aguijón, es decir de su poder intrínseco, que consistía precisamente en la asociación culpa-ira.
De modo que la muerte físicamente todavía está vigente, aunque esa vigencia tiene fecha de caducidad, pero su aspecto judicial y tenebroso es el que Jesucristo le ha quitado. Claro que eso no es automático ni universal. Ese efecto salvador se aplica sólo a quienes reconociendo su estado de perdición, vienen a Cristo en arrepentimiento y fe para recibir de él el perdón de la culpa.
Por eso la muerte ha perdido el poder que tenía para esclavizar mediante el miedo que infundía, ante la segura perspectiva de la condenación. El mensaje que portaba era que el pecado es la causa justa de su existencia. Pero al haber acabado la muerte de Cristo con el pecado sin expiar, también ha acabado con el terror que la acompañaba. Y de esa manera el cristiano enfrenta la muerte desde una posición radicalmente diferente, al no ser un tránsito de la condenación a la condenación sino de la justificación a la vida.
En tercer lugar, Jesucristo ha desbancado y sustituido a la muerte en el señorío ejercido sobre los muertos. Si consideramos la división tripartita de todo lo creado: Lo que hay en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, vemos que por su resurrección, Cristo, que ya ejercía su señorío sobre todas las criaturas celestiales, ha sido declarado, por Dios, Señor de vivos y también de muertosii. Sólo que ese señorío sobre los muertos es de dos clases, porque unos doblan la rodilla ante él, lo cual hicieron a su debido tiempo antes de morir, de manera humilde y agradecida, mientras que otros lo hacen fuera de tiempo, al no doblarla voluntariamente antes de morir, crujiendo los dientes.
Quitó la muerte. ¡Qué bendita realidad! Un jalón vital antes del día en que la destruya totalmente.
i 2 Timoteo 1:10
ii Filipenses 2:10; Romanos 14:8-9
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