Aprender a escuchar

Ya se acostó el sol sobre la agridez de las campañas políticas.

Pero los cuentos y las fábulas siguen y seguirán, así giren las estaciones: otra cosa es que una sociedad tolere la Mentira y permita una desigualdad inaceptable, pobrezas e indigencias sometidas a vergonzante maquillaje:

otra cosa es que la Impunidad de corruptos y corruptores florezca en el lodazal:

otra cosa es que pretendan hacernos rehenes de sus Estulticias e Exabruptos, de gastos de representación, de patrimonios ensanchados, de adeptos mediocres elevados a despachos donde todo chisporrotea; de una educación y una sanidad ‘indefensas’ y anémicas: 

otra cosa es que muchos políticos han olvidado que la democracia es fe en la verdad de preocuparse por toda la ciudadanía y no juramento para llenarse los propios bolsillos esquilmando las arcas públicas o para justificar injusticias contra los más desprotegidos…

La desfachatez de tantas conductas espurias, de políticos de unas y otras banderías, antiguas y nuevas, ahora es más visible y repudiable.

Tras el resuello de los relojes algunos tendrán que aprender a escuchar a los demás.

Todo está cambiando en el orbe entero, también en el centro de gravedad de la política tradicional: grandes sectores de la ciudadanía, condenados al ostracismo sine die, ahora buscan también una mayor participación en el gobierno de sus cosas más cercanas.

Pero unos y otros deberán deponer sus soberbias y protestas, y empezar un aprendizaje novedoso para muchos: escuchar, oír lo que proponen los demás, llegar a acuerdos cediendo todos por el bien general.

Escuchar; no estar en silencio en un debate o reunión, aparentemente conciliadora pero con las respuestas fijas ya preparadas de antemano.

Jóvenes de este país han sido obligados, por la falta de oportunidades, a salir de sus ciudades, comunidades y hasta de la propia España, por el camino de la diáspora.

Que los nuevos -o los ratificados- representantes aprendan a escuchar el clamor de todos.