¿Estamos dispuestos a pagar el precio de una auténtica evangelización que, como he dicho en otras ocasiones, comparta la vida, el pan y la Palabra?
Todo el que evangeliza, sea de manera personal, desde agencias evangelizadoras o desde las iglesias, merece mis respeto total. Sin embargo, buscando reacciones positivas y maneras didácticas para entendernos, voy a buscar algunos claroscuros que puede tener la evangelización en el mundo.
Pregunto: ¿Hay evangelistas de orientación exclusiva vertical que trabajan de espaldas al dolor de los hombres, de los pobres y de los oprimidos? ¿Se puede proclamar a Dios de espaldas al grito de los pobres? ¿Se puede hacer una evangelización acrítica ante las problemáticas de despojo de tantos colectivos humanos como hay hoy en el mundo? ¿Se puede ser un evangelista que grita que hay un Dios que nos ama pero, no obstante, permanece silente, mudo, acrítico y sin practicar la denuncia de las injusticias humanas y de las estructuras injustas de opresión?
Es verdad que todo evangelista debe tener una apertura a la trascendencia y anunciar las realidades del más allá, pero todo acto cristiano debe tener la dimensión vertical abierta a la trascendencia complementada e implicada, necesariamente, con la dimensión horizontal que le hace estar disponible para el servicio al sentirse movido a misericordia ante el prójimo apaleado.
Pregunto: ¿Hay evangelistas que con su discurso religioso tienden a consolarnos, de forma totalmente pasiva y acrítica, ante nuestras adversidades, enfermedades, problemáticas y quejas haciéndonos caer, con nuestra pasividad, en el pecado de omisión de la ayuda al prójimo necesitado, empobrecido y hambriento del que hoy tenemos más información que nunca? ¿Nos enseñan, a veces, una espiritualidad cristiana insolidaria?
Quizás la evangelización tenga que rescatar tanto la denuncia como la llamada al compromiso que nunca puede dar la espalda al prójimo sufriente, ni ser sordo al grito de dolor del pobre. El Evangelio no es algo que se ha creado solamente para nuestro gozo y autosatisfacción, sino para vivir este gozo en compromiso radical con el hombre y, fundamentalmente, con los más débiles. Si no es así se puede correr el riesgo de que nos adormezcamos ante la emergencia de nuestro prójimo tirado al lado del camino.
Pregunto: ¿Se puede evangelizar de espaldas al grito de los pobres? ¿Puede la evangelización evitar entrar en conflicto con las injusticias humanas? ¿Nada la evangelización siempre en contracorriente y en contracultura con los valores consumistas o muchas veces la adaptamos a los valores del sistema mundo? ¿Podemos anunciar un evangelio aséptico en cuento a las problemáticas humanas o tiene que evangelizarse siempre en compromiso con los sufrientes y desposeídos de la historia?
Pregunto: ¿Es la evangelización sólo algo que nos hace mirar al más allá o debe tener mucho también de promoción humana aplicando los valores del Reino en nuestro aquí y nuestro ahora? ¿Es la evangelización sólo anuncio o es también denuncia? ¿Debe evangelizarse desde los parámetros de los integrados económicamente o desde los empobrecidos y excluidos de la historia?
Pregunto: ¿Desde dónde evangelizó Jesús, desde qué parámetros? ¿No evangelizó para todos pero posicionándose al lado de los pobres y proscritos? ¿Evangelizó Jesús desde el ritual, desde el templo, desde algún otro lugar sacro o se posicionó en su evangelización en el hombre como único lugar sagrado dando prioridad al hombre sufriente? La Biblia afirma que si nuestro credo o ritual no está avalado por la misericordia y la justicia, Dios rechaza nuestros cultos, nuestros intentos evangelísticos, oraciones y fiestas de guardar, aunque seamos fieles cumplidores del ritual y religiosos de golpes de pecho, cilicios y cenizas.
Pregunto: ¿Tiene la acción social en compromiso con los pobres fuerza evangelística? ¿Se puede hablar de la acción social evangelizadora? Una evangelización acrítica, no denunciadora, que no considere la fuerza evangelística del compromiso y de la acción social, que no busque la justicia y la práctica del amor y de la projimidad entre los hombres, ¿Es auténtica evangelización? ¿Estamos dispuestos a pagar el precio de una auténtica evangelización que, como he dicho en otras ocasiones, comparta la vida, el pan y la Palabra?
Pregunto: ¿Le da miedo a algunos evangelistas denunciar al sistema, a las estructuras injustas de pecado, a los entramados de poder o los de la economía o, a veces, se cobijan buscando prebendas y parabienes de los poderes injustos? ¿Será que, simplemente, no desean molestarles ni entrar en el estudio y denuncia de las contradicciones del sistema mundo que alberga en su seno al mayor escándalo de la humanidad, más de medio mundo en pobreza? ¿Pasaría Jesús todo esto por alto en su evangelización del mundo hoy o en sus mensajes evangelizadores denunciaría tanta injusticia?
¿Puede haber una evangelización que intente cambios en el mundo a favor de los hombres empobrecidos y oprimidos, sin perder su mirada en lo trascendente, en la Nueva Jerusalén? ¿Puede o debe la evangelización compaginar lo terrenal con lo celestial y lo horizontal con lo vertical? ¿Por qué llevamos tantos años orando en España por avivamientos que nunca llegan? ¿Será que Dios nos dice que busquemos primero justicia y hagamos misericordia y que clamemos luego a él una vez reconciliados con el prójimo sufriente? ¿Se puede dar el silencio de Dios ante una evangelización insolidaria con el prójimo sufriente? ¿Es ese silencio el megáfono por el que nos grita?
Pregunto: ¿Puede ser la evangelización sólo sonidos de ángeles y de trompetas divinas que suenan de espaldas al dolor de los hombres, sin considerar los valores del Reino que ya está con nosotros en lo que tienen de recuperación de los últimos, en lo que tiene de inversión de valores a favor de los proscritos e injustamente tratados? ¿Se puede hacer una evangelización despojada de misericordia?
Quizás no pueda haber una evangelización que expulse el Evangelio del Samaritano. Si esto es así, deberíamos replantearnos cómo vivimos nuestra espiritualidad cristiana y como estamos intentando evangelizar al mundo… aunque tuviéramos que comenzar a evangelizar o reevangelizar de nuevo como si el Evangelio de la gracia y de la misericordia de Dios fuera algo nuevo en el mundo.
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