En tanto que Apolo personificaba el amor romántico, sentimental, Eros representaba el amor carnal, la atracción sexual.
Si Apolo estaba considerado el más bello de los dioses del panteón olímpico, entre los griegos Eros era el dios del amor. Con una diferencia: en tanto que Apolo personificaba el amor romántico, sentimental, Eros representaba el amor carnal, la atracción sexual. También estaba considerado, según algunas leyendas, como el patrón del amor entre hombres.
Una segunda diferencia: Apolo pertenecía al grupo de los doce dioses del Olimpo, Eros no. Algunos mitólogos lo consideran una divinidad menor. No tan menor. A partir del siglo VI antes de Jesucristo se le juzgaba como dios de la pasión, y en este sentido ha inspirado a multitud de poetas y artistas.
Agatón, en EL BANQUETE, de Platón, lo describe caracterizado por la pobreza y el ingenio. En el discurso que pronuncia Erixímaco dice que “la naturaleza de los cuerpos posee un doble Eros; uno será el amor que radique en lo sano y otro que radique en lo enfermo… Es hermoso –añade- conceder favores a los hombres buenos y vergonzoso concederlos a los intemperantes”. El francés Lasserre, en el libro LA FIGURE D´EROS DANS LA POÉSIE GRECQUE, explica lo que Platón y sus contemporáneos entendían por Eros. “El Eros –escribe- es la pasión, el deseo ardiente, el sentimiento y el impulso despertado por el objeto del amor que incluye lo sexual, pero que invade el cuerpo del amante. Es dolor de ausencia y herida espiritual, pero repercute en todo el cuerpo”.
No resulta fácil saber dónde nació Eros ni quiénes fueron sus padres. Las leyendas difieren. Una de ellas dice simplemente que “nació del caos primitivo”. El poeta griego Alceo, siglo VII antes de Cristo, lo considera hijo de Céfiro, divinidad del viento del oeste, y de Fris, también mensajera de los dioses. Otro poeta griego casi contemporáneo de Alceo, Simónides de Ceas, supone que fue uno de los hijos que tuvo la diosa Afrodita. Si respetamos la autoridad de Platón, en EL BANQUETE afirma que Eros fue concebido por Poros (la abundancia) y por Penia (la pobreza) en uno de los cumpleaños de Afrodita. Todo esto no es todo. La leyenda con más dificultades para ser aceptada cuenta que éste dios del amor y del sexo vino al mundo de forma mágica: “nació del Huevo Original engendrado por la noche, cuyas dos mitades, al romperse formaron el cielo y la tierra”.
Estamos, unos 30 siglos antes, ante la teoría del Big-Bang y el huevo cósmico que al explosionar dio origen a la materia y la energía. Sólo que en el caso de Eros el huevo creó nada más que un ser varón, mitad hombre y mitad dios.
A Eros no se le conocen hazañas bélicas. A cambio, se cuentan de él leyendas amorosas, como corresponde a su condición. La que más se repite es la que tuvo lugar entre él y Psique (que en griego significa alma). El tiempo pasaba y Psique no hallaba hombre con quien casar. El matrimonio tendrá muchos sinsabores, pero la soltería no goza de ningún placer.
El padre de Psique consulta al Horáculo. Este le dice que lleve a su hija a la cima de una montaña abandonada, vestida de galas nupciales y allí encontrará un monstruo para el que estaba predestinada. El padre duda, pero obedece. La hija llora y se ajusta a la voluntad del padre. En espera de que se cumpliera su fatal destino, la joven tiembla y espera. Aparece Céfiro, ya descrito como divinidad del viento y la conduce a un lugar donde se levantaba un maravilloso palacio. Al llegar la noche acudió el misterioso esposo para hacerla suya. Psique no veía al monstruo por lugar alguno, al contrario, la suya fue una noche de amores refinados y de sexo delicado.
El encuentro entre ambos se repitió noche tras noche. Una duda tomaba cuerpo en la mente de Psique. ¿Quién era el hombre que tan tiernamente la trataba? Ella preguntaba y él respondía: “no te atormentes queriendo saber quién soy. ¿No somos felices así?
A Psique le picaba la curiosidad. Por muy curiosa que sea una mujer, ¿debe entrar en una habitación antes de mirar por el ojo de la cerradura?
Psique no aguantaba.
Una noche, cuando el amado dormía, tomó un candil. Entonces vio al ser más maravilloso de la creación, ningún parecido con el monstruo al que supuestamente estaba destinada. Se acercó para acariciarlo y sin querer se derramó una gota ardiente en el rostro del durmiente. Eros, que no era otro, desapareció en dirección a espacios etéreos y Psique se encontró de nuevo en lo alto de la montaña. Desesperada de amor recorrió el mundo en busca de quien amaba su alma. Cuando por fin se encontraron Eros la perdonó y rogó a Zeus que le permitiese vivir con su amada. En el Olimpo tuvieron lugar las fastuosas bodas y amor y alma quedaron unidos para siempre.
En el primero de los dos tomos publicados por la Editorial Gredos, de Madrid, en 1999, sobre las tragedias de Eurípides, éste dramaturgo griego que vivió a lo largo del siglo V antes de Jesucristo opina que los poetas líricos tienen mucho que escribir sobre Eros. Robin Hard dice de él que “además de ser un dios de poetas, su culto e imágenes en los gimnasios reflejan su relación con el amor homosexual, como el que despierta con los atractivos físicos de hombres jóvenes y muchachos”.
Esta condición que le atribuye Hard, reconocido especialista en mitología griega, no concuerda, desde luego, con la leyenda de Eros y Psique. Apuleyo, escritor latino del siglo segundo de nuestra era, estudioso de los misterios de la mitología griega, tiene, entre otras, una obra llamada METAMORFOSIS, novela que se conoce con el nombre EL ASNO DE ORO. Aquí cuenta que fue Afrodita quien empujó a Eros hacia Psique, considerada mucho más bella que la diosa celosa. Apuleyo afirma que la pareja engendró una hija llamada Hedoné, cuyo nombre significa placer.
El equivalente romano al griego Eros es Cupido, dios latino del amor, hijo de Venus y de Júpiter según algunas versiones, con lo que estaría estrechamente unido a la mitología griega. En las imágenes más conocidas que tenemos de él, Cúpido va siempre armado con arco y flechas. ¡Dulces flechas del amor, según la creencia popular!
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