El principal mito de Deméter es el rapto de su hija Perséfone.
En la lista canónica de los doce dioses que habitaban el Olimpo figura Deméter, a quien se identifica con Iris en Egipto y con Ceres en Roma. Las antiguas versiones dicen que era una de las más importantes entre las olímpicas. Representa la tierra fecunda y cultivada. Divinidad de la Agricultura y de los frutos, presidía la siega y todos los trabajos que esta traía consigo antes y después de la misma. Diosa augusta del trigo, del alimento que la tierra hace brotar para el sustento de los cuerpos fatigados. En Creta se le rendía culto como diosa de la amapola, esa preciosa flor silvestre que crece en los sembrados y florece en primavera y verano. Dijo el poeta:
Hoy he visto una amapola
temblando entre el trigo sola.
Su flor de color granate
como granada partida,
me recordó al instante
lo fugaz de nuestra vida.
Somos como la amapola
que nace entre el trigo sola.
Ellas desgarran la tierra
con finos tallos de alambre,
nosotros abrimos entrañas
con puñaladas de sangre.
En la mitología, Deméter era hija de Crono y de Rea, hermana y esposa a la vez, con quien tuvo otros hijos: Hestia, Hera, Hades, Poseidón y Zeus. En LOS ORÍGENES DE LA MITOLOGÍA GRIEGA sus autores aclaran: “este tipo de uniones matrimoniales, más o menos incestuosas no tienen nada de extraño en el mito griego, cuando se producen en ocasiones en las que las circunstancias las imponen, como en las primeras generaciones divinas, en las que todos los dioses son hermanos, no pudiendo llevarse a cabo, por lo tanto, otro tipo de matrimonios menos endogámicos”.
Aunque la TEOGONIA, famoso poema de Hesíodo, atribuye a Zeus siete esposas oficiales, éste llamado padre de los dioses mantuvo una prodigiosa actividad sexual con muchas otras mujeres, mortales y divinas, y se le reconocen numerosos hijos.
En Deméter resaltaba su gran belleza, encantos que se dejaban entrever bajo una cabellera rubia “como las espigas maduras”
Una graciosa leyenda cuenta que Poseidón, dios del mar, sentía una viva pasión por Deméter. Para escapar de su acoso sexual huyó a la Arcadia, se transformó en una yegua y se unió al grupo de caballos pertenecientes al rey Ocón. Como a éstos dioses no se les ocultaba nada, Poseidón descubrió el engaño. Adoptando la forma de un hermoso corcel se unió al grupo, descubrió la yegua de sus amores y la montó, la violó. De esta unión forzada nació el caballo Arión. Deméter experimentó una cólera tan viva por haber sido ultrajada por el dios de las aguas que se ocultó en el fondo de una caverna abrumada por la vergüenza.
Otras versiones cuentan que después de su malaventura con Poseidón Deméter volvió al Olimpo y fue Zeus quien anduvo queriéndola poseer. La diosa se hizo la esquiva, pero Zeus, metamorfoseado en toro, logró sus propósitos.
En todas estas leyendas no resulta fácil establecer la verdad. Otra sostiene que la unión sexual entre Zeus y se hermana Deméter fue acordada y consentida por ambas partes. Nada de toro de miura ni victorino. A las insinuaciones de Zeus su hermana lo recibió con dignidad regia y ambos cuerpos, desnudos, hicieron lo que les vino en gana sobre un campo de amapolas. Deméter dejó bien claro a su hermano y amante que aquella relación no sería duradera, pero una tercera versión afirma que Zeus la convirtió en una de sus esposas engendrando de ella a la que por otros conceptos sería famosa, Perséfone.
Aventuras y desventuras aparte, Deméter no fue insensible al amor. Algunos dicen que el amor no existe; allá ellos. Pero el amor al amor es la pasión, el deseo, el paraíso que se encuentra en todas partes. En opinión de Bécquer, el amor es un rayo de luna, un dios que disculpa todo lo que hace hacer.
La diosa griega cayó perdidamente enamorada del joven héroe Jasión. La historia la cuentan tanto Homero como Hesíodo. Héroe mortal y diosa del Olimpo se acostaron en un campo arado tres veces. El hecho de mantener relaciones en tal campo arado “señala, sin duda, un rito en el que el acto sexual tenía lugar allí con el fin de alentar la fertilidad de las cosechas”. Como resultado de la unión nació un niño, Pluto, Riqueza, que representa la riqueza que surge de la tierra en la cosecha.
Cuando Zeus tuvo conocimiento de lo que había ocurrido entre Deméter y Jasión entró en cólera y mató al joven con un rayo. En el canto V de LA ODISEA escribe Homero: “cuando la de hermosos cabellos, Deméter, cediendo a su gusto, se enlazó con Jasión en amor sobre el haz del barbecho roto ya por tres surcos y Zeus, no más descubrirlos, lo dejó muerto a él descargando su fúlgido rayo”.
El principal mito de Deméter es el rapto de su hija Perséfone.
La joven salió un día a recoger flores. Ya tenía una brazada de rosas, violetas, azafrán y gladiolos cuando quedó prendada al ver los narcisos. Se inclinó para oler la flor y repentinamente se abrió la tierra. Al instante apareció Hades, dios de los infiernos, una de las grandes divinidades helénicas; surgió como un terremoto en un carro arrastrado por dos fogosas yeguas negras. Estrechando a la joven fuertemente contra si la montó en el carro y huyó con ella a velocidad de vértigo. Los gritos de Perséfone atravesaron como una flecha el espacio y llegaron hasta la madre, que en aquellos momentos peinaba su abundante cabello. Corrió hasta las cumbres y lanzó un grito de angustia: ¡Perséfone! ¡Perséfone! No hubo más respuesta que el estruendo del terremoto. Durante mucho tiempo vagó por mar y tierra buscando a la hija que llevaba en el corazón. En su largo recorrido encontró a Helios, personificación del sol y de la luz del día. Este le dijo: “sólo Zeus y ningún otro inmortal o mortal es culpable, ya que él ha concedido tu hija a su hermano Hades para hacerla su esposa”.
Toda la historia del rapto de Perséfone se cuenta en verso en el largo himno de Homero dedicado a Deméter.
Cuando ésta supo la verdad sobre el rapto de la hija juró vengarse. Se retiró al templo y provocó un año durísimo. La tierra se agostó y no creció en ella ninguna simiente, dando lugar a una gran hambruna entre los dioses y los humanos. Rendido, Zeus envió a ella una mensajera, Iris, pidiéndole que depusiera su actitud. Deméter declaró que no permitiría que la tierra volviera a dar frutos hasta ver de nuevo a su hija.
Madre y raptor, por intercesión de Zeus, acordaron un pacto. Perséfone dividiría el año entre el infierno y su madre. Seis meses con Hades y otros seis con Deméter. Algo parecido, con la anticipación de siglos, a lo que acuerdan actualmente las parejas que optan al divorcio y los hijos quedan un tiempo con el padre y otro con la madre. ¡Pobres criaturas!
En los últimos versos del himno a Deméter, 490 y 495, Homero menciona a la madre y a la hija, restando dramatismo al dolor de la diosa por el rapto de Perséfone:
¡Ea! Vosotras, que protegéis al pueblo de Eleusis, que
exhala perfume, así como a Paros bañada toda alrededor
por el mar y la rocosa Antrón; Deméter, soberana seño-
ra de espléndidos presentes, que produces frutos; tú y tu
hija, la muy hermosa Perséfone. Concededme benévolas
una vida agradable, como recompensa por este canto.
Yo, por mi parte, me acordaré de ti y de otro canto.
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