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Desde tu ventana

Si bajas las escaleras y te acercas a los pobres, podrás comprobar que apelar a tu propia dignidad frente a la indignidad y el despojo de tantos empobrecidos, es una mentira.

DE PAR EN PAR AUTOR Juan Simarro 14 DE ABRIL DE 2015 15:13 h
Ventana Milada Vigerova / Unsplash

Muchas veces, desde nuestra ventana de los países desarrollados, pensamos que la pobreza es ese fenómeno que podemos contemplar en nuestras ciudades como algo normal. Miramos desde nuestra ventana sin bajar a la arena de la realidad donde diferentes colectivos se mueven en marginación merodeando alrededor de las iglesias, de los comedores públicos, de los centros asistenciales, de las plazas o los parques en donde se refugian. A veces bajamos la escalera y, en un arranque de solidaridad, compartimos unas monedas con ellos. Muchas veces los vemos como fracasados por el alcoholismo, la droga u otros desarreglos psicológicos. 



Si seguimos mirando desde la ventana cómoda de nuestra casa caliente y abrigada, muy raramente pensamos que, quizás, el alcoholismo, la drogodependencia o los desarreglos psicológicos no son la causa, sino el efecto de la marginación y la exclusión social a la que se han visto lanzados. 



Nuestra vista desde allí no alcanza a ello. Somos miopes en cuanto a nuestra mirada lejana a los pobres de la tierra. Si nos pusiéramos las gafas de la solidaridad y nos preguntáramos por las causas de la pobreza, veríamos que el fenómeno es intratable con un simple asistencialismo consistente en pequeñas bajadas de las escaleras para dar unas monedas. 



Abramos los ojos. Eliminemos nuestras miopías insolidarias, y sepamos que en este ámbito mundial o internacional no es posible ni siquiera el gesto asistencial de dar algunas monedas por parte de ciertas individualidades. No es suficiente. Se nos escapa de las manos. De nada vale nuestra bajada coyuntural al mundo para lanzar una moneda. Si bajamos realmente en compromiso al seno de los focos de conflicto podemos darnos cuenta que se necesita algo más, que es un problema de relaciones internacionales entre continentes y países. Vemos, ya sin miopía, que existe el problema de cómo se deben relacionar y qué deberes tienen las naciones y pueblos ricos y desarrollados con los que están en el subdesarrollo o, como suele decirse, quizás eufemísticamente, en vías de desarrollo. 



Si continúas bajado de tu ventana y te sitúas en medio del foco de conflicto quizás avances un poco más y te sientas interpelado cuando te preguntes o analices dónde está montado el desarrollo del veinte por ciento del mundo rico. Si eres un cristiano comprometido quizás te salten todas las alarmas porque puedes llegar a comprobar las exigencias éticas del cristianismo que deberían lanzarnos a una reflexión sobre el subdesarrollo y ver cómo se podría llegar en el mundo a un desarrollo lo más integral posible que sacara adelante a tantos millones de personas lanzados a la miseria.



Deja la ventana y paséate por el mundo real. Intenta vivir el Evangelio en el seno hostil de este mundo. Quizás llegues a ser consciente de que al lado del camino está tu prójimo apaleado. Entonces tendrás dos salidas: pasar de largo o sentirte movido a misericordia.  En ese prójimo apaleado verás, de primera mano y a ras de suelo, a niños que mueren por el hambre y por enfermedades fácilmente curables en nuestros ambientes, verás el tema de la feminización de la pobreza en el mundo que quizás no percibías desde tu ventana, hablarás con los niños de la calle que no podían escuchar tu voz desde la lejanía de tu ventana, los niños trabajadores… y muchas más realidades hostiles para tu prójimo al que te sientes llamado por el Evangelio a actuar.  



Quizás desde tu ventana, a veces con cristales gruesos, tampoco tú puedes oír a los empobrecidos de la historia. No puedes escuchar el grito de esos despojados por un sistema injusto, aplastados por el egoísmo, por la acumulación desmedida, por el consumo insolidario y a la voracidad de un veinte por ciento de la humanidad.



 



Hotels HPRG / Steve McCurry - Magnum Photos (Flickr / CC BY-NC-ND 2.0)



Desde tu ventana quizás no puedes percibir que el subdesarrollo no es solamente un drama o una fatalidad. No te llega la información que te dice que la pobreza y el subdesarrollo no es debido a simples factores naturales de ciertos países o lugares, sino a un sangriento escándalo que interpela al gasto desmedido de los países desarrollados. A ti no te llega a interpelar cuando miras desde el grueso cristal de tu ventana. Baja, baja a la arena de la realidad y verás cómo te llega esa interpelación de los que están en el analfabetismo, la incultura, la falta de alimentos y medicinas, escasez o falta de agua potable… ¡Tantas cosas! 



Desde tu ventana desde la que miras el mundo como uno de los protegidos, quizás no te puedes dar cuenta de que no podemos ser dignos rodeados de tanta indignidad. Si bajas las escaleras y te acercas a los pobres, podrás comprobar que apelar a tu propia dignidad frente a la indignidad y el despojo de tantos empobrecidos, es una mentira. Quizás el descubrir esta sorpresa te llevará a no querer refugiarte nunca más en tu ventana, sino lanzarte con mano tendida de ayuda como buen prójimo. 



Quizás, al bajar de la ventana y salir a la arena de la realidad descubrirías una realidad triste y sangrante: En muchos casos y en muchos aspectos, los países pobres son los financiadores del bienestar y del desarrollo de los países del veinte por ciento del mundo rico. Te escandalizarás, pero quizás ese escándalo sea para ti un revulsivo que te lance a la acción misericordiosa y a la búsqueda de la justicia. Quizás a este revulsivo se una la comprobación de que los pobres lo son porque han sido empobrecidos. 



Quizás ante todo esto muchos cristianos opten por bajarse de su ventana y se conviertan en voces de los sin voz, voces proféticas que fomenten la misericordia y la justicia. Dios quiera que muchas de las ventanas de los creyentes se abandonen y dejemos todos de ser simple espectadores insolidarios pasando a ser voceros de los valores del Reino que ya está entre nosotros. Sería el despertar del mundo a uno nuevo regado por aquellos valores que irrumpen en el mundo con la llegada de Jesús a la tierra como humano sin dejar de ser Dios.


 

 


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COMENTARIOS

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EZEQUIEL JOB
17/04/2015
20:52 h
5
 
Tiene Ud. Razón, lo que yo quiero decir es que con el pan que damos, primero debemos enseñar que se practique los mandatos del Señor Jesús (Mateo 28:19-20). Así ya no tendrá necesidades materiales jamás (Fil 4:19) (Sal 37:25).
 
Respondiendo a EZEQUIEL JOB

Lavapiés
17/04/2015
08:56 h
4
 
No se trata de pedir pescado, sino de ser, siguiendo el mandato bíblico que n os da Jesús, una mano tendida para el prójimo. Si alguien, con la ayuda de Dios, ha conseguido salir de la pobreza, no es para negar el pescado o el vestido a otros, sino para convertirse en un agente de liberación del Reino de Dios con sus valores. Debemos tener cuidado para no confundir, neciamente, nuestras responsabilidades. Creer es comprometerse con Dios y con el prójimo.
 
Respondiendo a Lavapiés

EZEQUIEL JOB
16/04/2015
14:17 h
3
 
Yo viví de la basura, pero no me salvó de la pobreza alguien que miró de una ventana he hizo algo, me salvó alguien que me dio una Biblia, y ahí conocí al "Pan que bajó del Cielo", y tomé del "agua" que salta para vida eterna y ya no tuve sed espiritual jamás. Dios en la palabra me dijo que yo en lugar de pedir, debo dar (Pr 28:27), que debo apartarme de las Obras de la Carne (Gal 5:19-21), y tendré para comer, vestirme y beber (Mat 6:31-33). Alguien me enseñó a pescar, y no a pedir pescado.
 
Respondiendo a EZEQUIEL JOB

Roarso
15/04/2015
16:43 h
2
 
Este llamado debe llevarnos a limpiar "nuestras ventanas" para apreciar la realidad y comprometernos con los que sufren. También tenemos que dejar esta práctica narcisista centrada en el espejo y cambiarlas por ventanas de la solidaridad.
 
Respondiendo a Roarso

Carlos Sánchez
15/04/2015
15:50 h
1
 
"...los países pobres son los financiadores del bienestar y del desarrollo de los países del veinte por ciento del mundo rico". Eso es una falsedad que no se sostiene y no voy a rebatir en 300 caractéres, pero tal vez el autor podría argumentarla, él que tiene una serie ilimitada de entradas en este sitio. Paz y bien
 



 
 
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