No debemos ser cristianos somnolientos, menos aún en pecado de omisión de la ayuda y de espaldas al grito de los pobres.
Tu muerte fue injusta, Señor. La muerte del inocente. Era necesaria tu resurrección como un grito por justicia. La pasión fue dura, Señor. Nadie gritó por justicia cuando te flagelaban y mataban. Quizás el Padre no previó esto porque el mayor grito por justicia, la justicia de Dios, se iba a mostrar en la resurrección.
Un grito por justicia. Es verdad que nosotros vemos la resurrección de Jesús como garantía de nuestra propia resurrección, promesa de vida eterna para todo el que cree en Él, pero también hemos de ver en este acto de vida que vence a la muerte. Vemos también la promesa de que igualmente, para todos aquellos inocentes que sufren sin causa, algún día también habrá un acto de justicia para ellos. Con la resurrección Jesús garantiza dos cosas: la inmortalidad al vencer a la muerte muriendo y la victoria de la justicia en el mundo.
La resurrección es como un faro que alumbra al mundo venciendo las tinieblas. Las sombras de la muerte son rotas y los fantasmas de la injusticia son aniquilados para siempre. Nunca triunfarán las injusticias hechas contra los inocentes de la historia entre los cuales están los desheredados, los excluidos y los despojados por aquellos adoradores del dios de las riquezas.
La resurrección, ese faro de luz, ese grito por la justicia se ve de otra manera desde los campos de pobreza en donde están los condenados de los adoradores de Mamón. Desde allí, desde estos focos de miseria, la resurrección se contempla como una posibilidad de justicia. El opresor y el malo no va a triunfar, los que matan a los inocentes perecerán, porque la resurrección abre todo un canal de derrota de las torturadores y de los despojadores del hombre.
Resurrección. Faro de luz y grito por justicia. Los injustos, los malvados, los que ejecutan a los inocentes, sea de manera lenta como con el hambre o de manera rápida como con la crucifixión, han sido derrotados con la resurrección, ese faro que da luz y ánimos a los maltratados de la historia como promesa de que van a ser reivindicados y que los injustos arderán como la hierba seca en contacto con el fuego.
Grito de justicia para el hombre sufriente e injustamente tratado. Si somos capaces de relacionar de alguna maneras, aunque la pasión de Jesús fuera un sufrimiento redentor, con la pasión del hombre, también el acto de justicia de Dios para con su hijo se puede pensar como un acto justo también para con los inocentes maltratados de la historia como son los pobres y excluidos de los bienes del planeta tierra. Así podemos llamar a la resurrección faro, grito y acto de justicia contra los opresores de la historia y, a su vez, grito redentor de tantos sufrientes inocentes.
Resurrección, acto de justicia. Así, la pasión de Jesús se relaciona también con la pasión del hombre, de los injustamente tratados, de los empobrecidos, oprimidos, proscritos y sufrientes de la tierra. También, en la resurrección se puede ver un acto de justicia contra tanta injusticia. La resurrección también es un mensaje de esperanza para los sufrientes del mundo.
Un acto reivindicativo. Jesús fue ejecutado como justo por los injustos. Su resurrección le reivindica a la vez que abre perspectivas de eternidad para todo aquel que cree, pero esa resurrección es también una voz, una luz, un grito que anuncia que también es un acto de justicia para todas las víctimas de nuestra historia. ¡Cuántas víctimas inocentes en el mundo, Señor! ¿Sigues sufriendo tú también, Maestro Divino, todavía con esas víctimas? Tu resurrección las reivindica y les da garantía de que lo injusto puede ser vencido.
Resurrección, Acto de victoria. Tú eres el Dios de la vida. Tú tienes la última palabra en todo. La injusticia nunca será palabra última. Tú la venciste con la resurrección. Sellaste la boca de los injustos, malvados, asesinos y maltratadores de la historia. Sus días están contados y permanecen en la historia como la cizaña entre el trigo hasta el día en el que el Señor de la tierra recoja la cosecha y separe la hierba mala del trigo que debe alimentar a la humanidad. Así, Señor, tu resurrección es como ver al final del túnel de la injusticia una fuerte luz de esperanza, un grito que da confianza al mundo: ¡Hay esperanza, hay esperanza!
Así, pues, oprimidos del mundo, los que estáis en la infravida de la marginación y el despojo, los maltratados, sufrientes y torturados, robados y despojados, la resurrección da un mensaje para vosotros, tened esperanza, tened fe en la vida. Si la muerte ha sido derrotada la injusticia también lo será.
Ahora bien: Los creyentes discípulos de Jesús debemos ser las manos y los pies del Señor en este mundo de dolor a favor de los azotados por los violentos, por los que han sido sacrificados en el altar del dios de las riquezas. La luz que da la resurrección como grito por la justicia, la tenemos que portar nosotros por el mundo como agentes de liberación de ese Jesús resucitado.
Hay que gritar, sí, hay que gritar, gritar que el mal, el robo y la violencia contra el inocente puede ser eliminado y, a su vez, nosotros hagamos todo lo posible para ir erradicando ese mal apoyados en la luz y en el grito de la resurrección que nos debe dar fuerzas.
No debemos ser cristianos somnolientos, menos aún en pecado de omisión de la ayuda y de espaldas al grito de los pobres. Tenemos que llevarles el grito de la resurrección y su faro de luz dándoles la mano e intentando levantarles en el nombre del Señor resucitado.
Demos la gran noticia: La justicia ha triunfado. La muerte, la violencia y la injusticia han sido eliminadas para siempre. Ese mensaje nos debe ayudar para que no queden los efectos de esta gran noticia solamente para el más allá, como algo metahistórico, sino que nosotros podamos adelantar ya, en nuestro aquí y nuestro ahora, en el “ya” del Reino, esos retazos de luz que indican la injusticia puede ser vencida por la resurrección.
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