Parece como si aceptáramos que padre, con serlo basta y en cambio madre, hay que serlo y además perfecta. Cristina Sánchez Miret
El bolso de mamá es como un baúl donde cabe todo: Mi merienda, su monedero. Mi maquinita de juegos, su pintalabios. Mi aerosol, su aspirina. Mi muñequita preferida, sus gafas de sol. Mis chuches, su teléfono móvil.
En el bolso de mamá está la fotocopia de mis notas. Las lleva siempre para enseñarlas a sus amigas a la menor oportunidad, mis fotos de cuando era más pequeña, las de papá cuando era muchacho.
El bolso de mamá es gracioso. Es de color rojo y tiene un cierre redondo que parece la nariz de un payaso.
El bolso de mamá es misterioso. A veces aparecen cosas que se perdieron hace mucho tiempo. Cuando asoman mamá grita de alegría, llama a papá por teléfono y se lo cuenta y a mí me explica la historia como si fuera un cuento.
Me gusta mirar dentro del bolso de mamá. Ahí están las llaves de casa y mi libro de dibujos. Un botellín de agua y mi cepillo para el pelo. Su colonia... que a mí me gusta usar.
El bolso de mamá es suyo y es de todos. Papá le pide algunas veces que le guarde en él algunas de sus cosas: sus llaves, su móvil, su libreta de apuntes, su cartera, su pañuelo... Primero ella se queja, le dice que ya le ha comprado tres bolsos de caballero y no los usa. Eso es verdad.
A veces le pido que me lo preste para jugar con mis amigas cuando vienen a verme los viernes por la tarde. Todas quieren distraerse con él, mirar dentro, sacar lo que encuentran. A mamá no le importa porque dice que no tiene secretos, pero se queja porque no tiene intimidad. Sé que tiene razón, pero su bolso es como un imán para todos.
Yo quisiera regalarle uno para ella sola. Será pequeño y precioso. Ya estoy ahorrando para poder comprárselo. Cuando lo tenga no voy a permitir que entren cosas que no le pertenezcan, ni siquiera las de papá.
Dentro del bolso nuevo le pondré una nota cariñosa y le pediré que, si no le importa, me regale el viejo, ese del que hablo, el que tiene un cierre redondo que parece la nariz de un payaso.
Mamá tiene además otras cosas para compartir: su agenda. La agenda de mamá es de ella y es de todos. Ahí anotamos las fechas de los exámenes porque sabemos que están en lugar seguro. Mamá también anota las revisiones médicas de papá y los abuelos.
Cada día, al levantarnos, mientras desayunamos, papá lee el periódico y mamá lee su agenda para ponerse al día.
No sólo un bolso y una agenda, sino también tiene un ordenador. El ordenador de mamá es de ella y es de todos. En él se guardan las fotos que nos hacemos los domingos y en vacaciones. En él jugamos. En él estudiamos. Enviamos mails y guardamos nuestros archivos y carpetas. También mamá lo usa cuando se lo dejamos libre.
El bolso, la agenda, el ordenador... pero sobre todas estas cosas, tiene una memoria impresionante. La memoria de mamá es de ella y es de todos. Nos recuerda que nos lavemos los dientes, que usemos el abrigo cuando hace frío, que yo lleve la merienda al colegio, que tengamos cuidado al cruzar la acera, que estemos atentos a las luces del semáforo... En casa todos confiamos en su talento para que nos recuerde lo que tenemos que hacer, dónde tenemos que ir y a que hora.
Mamá, aunque tiene defectos, es como una diosa humana pues acudimos a ella para que solucione cualquier cosa que nos ocurre.
A veces la noto cansada y me preocupo cuando veo que le cuesta sonreír. Sé que tengo la mejor madre del mundo pero cuando yo sea mayor me gustaría tener vida propia, tener mis cosas íntimas para mí sola y no ir cargada siempre con las cosas de los demás por mucho que los quiera.
En fin, cuando yo crezca, quisiera poder respirar mi propio aire. Tener mi propia agenda, mi ordenador, mi bolso, y sobre todo, me gustaría disponer de mi memoria y de mi vida.
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