Un viaje con cambio de rumbo

Cuando una tragedia golpea, el ser humano se siente zarandeado, frágil, desconcertado.

La vida no siempre sigue los patrones establecidos, a veces gira bruscamente mostrando su lado más feroz.

El pasado martes los ocupantes del avión Airbus A320 se despertaron para emprender las actividades que les marcaban sus agendas reales o ficticias, comprobando aquello que tenían que hacer: reuniones de trabajo, asistencia a algún evento, reuniones familiares, rutinas convencionales… Todo ello quedó truncado cuando el aparato en el que viajaban se precipitó hacia la tierra para colisionar con el escarpado terreno.

En ese fatal momento sus vidas quedaron sesgadas, y ellos, seres anónimos para la gran masa, pasaron a ser la noticia del día.

Detrás de cada nombre hay una historia. Una vida extinta por un desacertado giro repentino.

Los sentimientos de indignación, dolor e incertidumbre nos hacen aliarnos ante el dolor. Nos humanizamos y tendemos una invisible mano solidaria a quienes han de sufrir este intenso duelo.

Se formulan preguntas que no tienen lógicas respuestas. El dolor se agazapa en lo más profundo proporcionando una insondable y punzante herida.

Los cambios de rumbo en la vida son inevitables, lo importante es tener claro cuál es el destino final.

Todos podemos ser sorprendidos por un devastador y trágico accidente, por una enfermedad que acelera su ritmo para cegar la existencia en un tiempo rápido, somos quebradizas criaturas expuestas en un grotesco escenario donde interpretar un difícil guión. Nadie sabe cómo ni cuándo su vida va a dejar de tener vigencia en la tierra, lo que nos ha de preocupar es ese espacio de eternidad en el cual vamos a morar por y para siempre.

Ocuparnos de estar firmes en el día malo y ser conscientes de que esta vida es la antesala de todo aquello que nos aguarda.

Hoy muestro mi dolor ante la brutal pérdida de estas 150 personas, deseando que el consuelo llegue a todos los familiares y allegados de las víctimas de este siniestro.

Que los días de cilicio pasen y vuelvan a tener un poco de claridad en sus vidas. Es difícil asimilar una desgracia de esta magnitud, pero, Dios, alentador y amigo, es quien puede verter en los corazones rotos y escépticos un bálsamo que calme la intensidad del desconsuelo.

No debemos olvidar que esta vida pasará, pero que el cielo, es para siempre.