Muchos pueblos indoeuropeos tienen una figura divina que más o menos corresponde a Zeus, como Dyaus en India, Júpiter en Italia o Tiwar entre los germánicos.
La literatura mitológica sobre Zeus es abundantísima y su vida un auténtico laberinto. El intento de hacer algo más que un brevísimo acercamiento a Zeus es obviamente imposible. Por un lado, como afirma Robin Hard, la leyenda griega ofrece visiones contradictorias, manteniéndose continuamente en un estado de flujo cambiante, experimentando constantes cambios a medida que las narraciones orales y los autores de las distintas épocas de la antigüedad las iban contando una y otra vez de manera diferente. Por otro lado, muchos pueblos indoeuropeos tienen una figura divina que más o menos corresponde a Zeus, como Dyaus en India, Júpiter en Italia o Tiwar entre los germánicos.
En la ODISEA y la ILÍADA Homero aporta importantes datos sobre Zeus. Otros autores también nos han legado escritos donde Zeus figura como personaje destacado. Lo hace Hesíodo en TRABAJOS Y DIAS y Virgilio en la ENEIDA.
Las leyendas antiguas conceden a Zeus títulos y honores que superan a todos los dioses del Olimpo y a los dioses menores de la mitología griega: gran rey de los dioses; nuevo soberano del universo con la ayuda de sus hermanos y hermanas; dios supremo; dios del universo y de los grandes fenómenos atmosféricos; padre y rey de la familia de los dioses; protector del Estado, la Sociedad y las Leyes; defensor de los huéspedes, extranjeros y suplicantes; divinidad suprema del panteón griego; vigilante de las vidas de los hombres; señor del relámpago, del trueno, de la tempestad y de la lluvia; defensor de la libertad y de la integridad del pueblo; presidente de los juegos gímnicos, olímpicos y nemeos; ejecutor de numerosos oráculos, era temido por todos los dioses. Una de las muchas leyendas cuenta que desde la cumbre del Olimpo, oculta por las nubes, vigilaba la vida de los humanos y regulaba los fenómenos atmosféricos.
Físicamente se le describe como hombre hermoso y fuerte, cabello espeso y una larga barba. Porte majestuoso. Sentado en su trono de oro empuña un cetro y un rayo, su arma preferida. A sus pies suele haber un águila.
¿Cómo nació Zeus?
En torno al año 150 antes de Cristo floreció el gran historiador y cronista griego conocido como Apolodoro de Atenas. Su mayor contribución a la historia y a la mitología del país heleno fue la BIBLIOTECA, un vasto tratado de mitología que hasta el día de hoy sirve de guía a todos los que escriben sobre el tema. Su obra ha venido proporcionando valiosos datos desde los tiempos troyanos hasta la época del autor. La literatura poética, principalmente la que debemos a Homero y a Hesíodo, que constituía la Biblia teológica y mitológica de los griegos, es examinada por Apolodoro con juicio crítico muy personal. Sin embargo, de muchos mitos sólo se exponen las variantes más conocidas.
Es lo que ocurre en el caso de Zeus. Para enterarnos de las circunstancias extrañas que rodearon su nacimiento hemos de acudir a otras fuentes.
Una de ellas, no la única, afirma que Zeus fue hijo de los titanes Crono y Rea. A Crono se le consideró asimilado al romano Saturno. Además de Zeus engendró a Poseidón, Hades, Deméter y Hera. Advertido por la diosa Gea de que uno de sus hijos lo destronaría, Crono los devoraba a medida que iban naciendo. El mito cobra más fuerza en el Saturno romano. En las pinturas de Rubens y de Goya, que se pueden ver en el Museo del Prado, en Madrid, a Saturno se le representa devorando a sus hijos. Sigue la leyenda que cuando llegó el turno a Zeus de ser devorado, la madre, Rea presentó a Crono una piedra que éste engulló. Luego le hizo beber un brebaje para que vomitase a sus hijos. Ellos, liderados por Zeus, se enfrentaron a su padre y expulsaron a los titanes recluyéndolos en el Tártaro, región subterránea situada en el fondo de los infiernos. Según Homero, el Tártaro era la prisión de los dioses vencidos. En la ENEIDA, Virgilio describe el Tártaro como una gran prisión donde vivían las Furias, nombre de las tres divinidades infernales.
Vencido y destrozado el padre, Zeus se instala en el Olimpo, que defiende, guerreando, contra los ataques de titanes y gigantes. Aquí Zeus se establece como el nuevo soberano del universo con la ayuda de sus hermanos, hermanas y otros aliados. Desde Homero en adelante a Zeus lo vemos entronizado como dios supremo. El rayo es uno de sus atributos más importantes, arma que también utilizó su hija Atenea para vencer a Poseidón en lucha por la capitalidad de Grecia.
Zeus ha quedado representado en la mitología como dios del trueno, un dios colérico, violento, guerrero sin piedad. El rayo fue en su poder un arma altamente destructiva que sabía utilizar cuando se sentía amenazado o simplemente cuando la indignación se apoderaba de él. De acuerdo con la ODISEA, cuando Ulises quedó detenido en una isla a causa del mal tiempo, Zeus cedió a las quejas del dios Helios, personificación del sol y de la luz; entró en acción y lanzó un rayo contra el barco de Ulises. El rayo destruyó la nave y provocó la muerte de todos sus tripulantes. Ulises quedó a salvo y logró proseguir su viaje a Ítaca.
Del rey Salomón se dice que tuvo mil mujeres, setecientas reinas y trescientas concubinas (1º de Reyes 11:3). Quienes respetamos lo escrito en la Palabra inspirada lo creemos literalmente. En el caso de Zeus no disponemos de cifras concretas, pero estudiosos de su vida opinan que superó al rey hebreo en los contactos venéreos, llegando a un tipo de relaciones que Salomón nunca mantuvo.
Si del rey hebreo se dice que tuvo reinas y concubinas, del dios Zeus se ha escrito que tuvo esposas y amantes. Muchas. Un número sin fin. Todas las jóvenes deidades olímpicas fueron engendradas por él, dice Hard. También fue padre de algunas diosas menores. En la TEOGONIA, Hesíodo formaliza sus principales uniones con otras diosas clasificándolas como una serie de primeros matrimonios. Otros autores sostienen que tuvo numerosos hijos con mujeres mortales, como la hija del dios –río Ínaco y la oceánica Melia. Algunas leyendas cuentan que Zeus se enamoró de Europa, hija de los reyes de Sidón y Tiro. Zeus se presentó a ella transformado en un hermoso toro blanco mientras la joven jugaba en la playa. Cuando la muchacha se acerca al animal y lo monta, este emprende una veloz huida a través del mar hasta llegar a Creta. Con ella tuvo tres hijos. Siempre según las leyendas, la joven Dánae, hija de los soberanos de Argos, fue encerrada por su padre a fin de que no tuviera descendencia. Pero Zeus, en forma de lluvia dorada se introdujo en los apartamentos de la joven y juntos engendraron a Perseo. Según los mitógrafos, sobre todo desde la época cristiana, las uniones de Zeus con diosas y las uniones pasajeras con mortales son innumerables. Cronológicamente su primera esposa fue Metis, personificación de la sabiduría. Al quedar embarazada un oráculo dijo a Zeus que si daba a luz una hija, esta engendraría luego un hijo que destronaría al gran dios. Asustado o precavido, Zeus se tragó a Metis, esto es, la engulló viva, se la zampó.
Como séptima y última esposa en la versión de Hesíodo, Zeus contrajo matrimonio con su hermana Hera, divinidad del matrimonio, protectora de la grandeza y la soberanía materiales. Hay quien dice que a pesar de las infidelidades de él, la unión fue el arquetipo de los matrimonios humanos. En la ILÍADA se insinúa que la pareja mantuvo relaciones sexuales mucho antes de la boda.
Con otra de sus hermanas, Deméter, con quien estuvo antes que con Hera, tuvo otros hijos.
¿Incesto? Sí, incesto, y Zeus no fue el único. En el abultado libro -923 páginas- escrito en inglés con el título SEX OFFENDERS, sus autores –son cuatro- dicen que en las mitologías griega, egipcia y romana abundan los personajes, hombres y mujeres, que tuvieron relaciones incestuosas con madres, padres, hijas, hijos, hermanos y hermanas.
La Biblia menciona varios casos de incesto: el de Rubén con la concubina de su padre; el de Ammón con Tamar, hermana de padre. También se ha dicho que al no haber otras personas en el mundo, Caín debió mantener relaciones sexuales con una de sus hermanas.
El caso más notorio de incesto en la Biblia es el de Lot con sus dos hijas. Tras la huida de Sodoma Lot se refugia en una cueva de la montaña con sus dos hijas ya mujeres. Bajo la pesadilla de una soltería –esterilidad invertible-, deciden emborrachar al padre y mantener con él relaciones sexuales. Ambas quedaron embarazadas y cada una tuvo un hijo. Comentaristas piadosos del Antiguo Testamento justifican a Lot escribiendo que fue “inconsciente y del todo inculpable”.
Muy relativo. El borracho pierde la vergüenza, pero no el conocimiento. Desde luego, no al punto que supuestamente lo perdió Lot.
“El incesto es un amor envenenado que confunde cariño con lujuria carnal. No tiene justificación”, escribió Periandro, uno de los siete sabios de Grecia, seis siglos antes de Cristo.
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