Cuatro conceptos: respeto, pluralidad, acogida y diálogo sin prepotencias. Estas son las bases de las danzas entre las culturas.
En nuestras ciudades hoy las culturas se pasean entre nosotros con una danza frenética invitándonos a relacionarnos con ellas, a participar y no ser sólo espectadores pasivos que no quieren aceptar sus ofertas enriquecedoras. Diferentes culturas nos rodean en nuestras ciudades hoy como queriendo abrazarnos. Han irrumpido en ellas desafiándonos e invitándonos a su fiesta, a participar de su danza que nos puede moldear positivamente.
Hoy, los cristianos en España, más que nunca, vivimos entre esta danza de las culturas. En nuestras congregaciones tenemos la oportunidad de vivir como bañados por culturas varias, pero, a veces y neciamente, optamos por quitarnos de encima ese baño como si estuviéramos despreciando un tesoro.
No todos aceptamos la invitación a la danza. Nos empobrecemos, así, culturalmente y, al encerrarnos en nuestros ámbitos culturales clausos, los deterioramos. No somos capaces muchas veces de captar la suerte y la importancia de vivir entre culturas y vivimos entre ellas como creando compartimentos estancos que nos enrarecen culturalmente. Hay que unirse a la fiesta de las culturas, a sus danzas que nos invitan a participar haciendo que nuestra cultura propia se codee con tantas otras que tenemos en la palestra urbana.
¿Nos codeamos, a veces, con personas de diferentes rasgos culturales como si fuéramos ciegos? ¿Somos incapaces de participar de la danza de las culturas? Podemos, incluso, formar guetos entre nosotros dependiendo de la procedencia o la raza renunciando a la fiesta de la diversidad. Nos cuesta trabajo abrirnos a la interculturalidad sin prepotencias. Podemos quedar atenazados ante el gran espectáculo del mundo alrededor nuestro, en nuestras congregaciones como sordociegos incapaces de ver más allá de lo que son nuestros propios rasgos culturales. No danzamos participando de la fiesta de las culturas. Damos la espalda a la riqueza cultural que se nos ofrece como necios con sus mentes y su alma cerrada hacia la invitación al disfrute de las diferencias culturales.
Participemos, sí, participemos en la danza de las culturas que nos traen nuestros prójimos de allende los mares y las fronteras. Muchas veces ni siquiera dentro de nuestras congregaciones en donde nadie se debe sentir ni extranjero ni extraño somos capaces de disfrutar con esa alegría del encuentro, de esa danza multiforme que nos ofrecen tantos hermanos nuestros que han cruzado fronteras para estar con nosotros. Muchas veces hasta queremos cerrar el mapa de la pluralidad cultural rechazando a aquellos que no se asimilan totalmente a lo nuestro, a lo que consideramos única forma cultural de sentir y de comportarse. Nos quedamos como contrahechos ante la invitación a la danza de las culturas como una forma también de vivir la projimidad.
Otras veces somos incapaces del respeto a las culturas cuando éstas se nos ofrecen en su riqueza y esplendor y sacamos pecho con prepotencia queriendo mostrar que la única cultura válida es la nuestra que, además, ha tenido la deferencia de mostrarse como cultura de acogida, pero cultura que no quiere unirse a la danza de las culturas del mundo que irrumpen entre nosotros con fuerza.
Tragedia: No participamos, no bailamos, no nos enriquecemos, ni disfrutamos de la fiesta de la diversidad ni somos capaces de alegrarnos y regocijarnos con la alegría del encuentro entre culturas. Esas culturas de las que vienen impregnados tantos hermanos nuestros que han cruzado mares y fronteras esperando no sentirse extranjeros en la casa de Dios, sino libres para una interrelación en igualdad y sin prepotencias.
Mantengamos todos nuestros rasgos culturales abiertos tanto para dar como para recibir. Participemos de la danza. Hagamos interculturalidad. ¡Cuánto pueden aportar unas culturas a las otras! ¡Cuánto podemos recibir y cuánto podemos dar en esa relación de danza! Es el privilegio enriquecedor de la interculturalidad en un mundo ya sin fronteras en el que vemos que en nuestras ciudades se mueve el mundo entero formando mosaicos de belleza sin límites al que algunas veces permanecemos ciegos. Tenemos que abrir los ojos a las diferentes culturas, más aún los cristianos que estamos abiertos al prójimo sin distinción de razas, ni de lenguas, ni de países ni de situaciones sociales.
¡Respeto, respeto, respeto!, debería ser el grito de los creyentes que se unen a la danza de las culturas abriendo sus brazos en acogida como si fuera la fiesta del encuentro entre personas que provienen de los cuatro confines de la tierra… aunque, a veces, no entendamos bien algunos de los rasgos culturales que nos hacen ser diferentes entre unos y otros. Las formas de danzar pueden ser diferentes, pero no hay problemas cuando se respetan las diferencias.
El mundo hoy, incluyendo a nuestro país España, es una fiesta de culturas que ofrecen perlas enriquecedoras que jamás hemos podido recibir en tan inmensa cantidad como lo estamos recibiendo en la actualidad. Saquemos el becerro gordo y hagamos fiesta, dancemos, para poder compartir y gozarnos también en las diferencias. Cuatro conceptos: respeto, pluralidad, acogida y diálogo sin prepotencias. Estas son las bases de las danzas entre las culturas.
Hay que hacer todo un aprendizaje para aprender a vivir en la diversidad, en la pluralidad y en el respeto. Si no, no quieras participar de esta enriquecedora danza. Te habrás equivocado de siglo, de momento histórico tanto dentro de la iglesia como en el seno de una sociedad llamada a la más florida diversidad que jamás hemos podido vivir. Si te escondes y te concentras en ti mismo, permanecerás en esa escasez cultural que nos lleva al miedo. Sólo se tiene miedo o se desprecia aquello que no se conoce. Ábrete hacia lo humano en su pluralidad y diversidad, baila la danza de las culturas y verás cómo se llenan tus aljibes de intereses y bellezas nuevas que quizás no has conocido nunca antes.
El derecho a conservar la propia identidad y el ser respetado en la vivencia de la propia cultura y religión en las sociedades de acogida, debería ser un derecho humano fundamental que emana de una interpretación profunda y generosa de los Derechos Humanos reconocidos por todos, pero emana más aún, y de una forma con mucha más excelencia, del propio concepto de projimidad que nos dejó Jesús que nos invita a la danza limpia entre las culturas en amor y respeto. Dancemos, pueblo de Dios, dancemos el baile de las culturas.
La conmemoración de la Reforma, las tensiones en torno a la interpretación bíblica de la sexualidad o el crecimiento de las iglesias en Asia o África son algunos de los temas de la década que analizamos.
Estudiamos el fenómeno de la luz partiendo de varios detalles del milagro de la vista en Marcos 8:24, en el que Jesús nos ayuda a comprender nuestra necesidad de ver la realidad claramente.
Causas del triunfo de Boris Johnson y del Brexit; y sus consecuencias para la Unión Europea y la agenda globalista. Una entrevista a César Vidal.
Analizamos las noticias más relevantes de la semana.
Algunas imágenes del primer congreso protestante sobre ministerios con la infancia y la familia, celebrado en Madrid.
Algunas fotos de la entrega del Premio Jorge Borrow 2019 y de este encuentro de referencia, celebrado el sábado en la Facultad de Filología y en el Ayuntamiento de Salamanca. Fotos de MGala.
Instantáneas del fin de semana de la Alianza Evangélica Española en Murcia, donde se desarrolló el programa con el lema ‘El poder transformador de lo pequeño’.
José era alguien de una gran lealtad, la cual demostró con su actitud y acciones.
Celebración de Navidad evangélica, desde la Iglesia Evangélica Bautista Buen Pastor, en Madrid.
Madrid acoge el min19, donde ministerios evangélicos de toda España conversan sobre los desafíos de la infancia en el mundo actual.
Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.
Si quieres comentar o