¡Cuántas veces buscamos refugio en los amigos! Con ellos nos sentimos bien, nos expresamos con confianza, nos sacan a flote y estamos seguros de que nos entienden.
No porque sean perfectos, nosotros no lo somos, sino porque nos sentimos a gusto con ellos en la cercanía y en la distancia. Nos fiamos, no hay secretos.
Sin embargo, en ocasiones nos arrepentimos de entablar alguna conversación con ellos y habríamos deseado contarles nuestras cosas a los extraños.
Expresiones tan normales y dichas con tanta confianza sin apenas pensarlas pueden hacer daño y entristecer al amigo:
1-¿Me lo vas a decir a mí que he perdido el lápiz y llevo horas buscándolo?
2-¿Me lo vas a decir a mí que todavía me acuerdo cuando se me quemó el potaje?
3-¿Me lo vas a decir a mí que todavía no se me ha secado la ropa?
4-¿Me lo vas a decir a mí que tuve una depresión de caballo cuando se murió mi gato?
5-¿Me lo vas a decir a mí que hoy no he tenido tiempo para nada por culpa de la telenovela y el partido de fútbol?
6-¿Me lo vas a decir a mí con la mísera pensión que me ha quedado?
7-¿Me lo vas a decir a mí con el dolor de cabeza que tengo? Todos tenemos problemas en esta vida.
Todas ellas son respuestas aceptables. Absurdas pero aceptables. Sin embargo, cuando se las comparan con quejas de otras personas que les están confiando sus problemas pueden volverse puñaladas, por ejemplo:
1-Confesión o desahogo: Acabo de perder la cartera justo antes de venir aquí. Había sacado el dinero necesario para la comida del mes.
Respuesta: ¿Me lo vas a decir a mí que he perdido el lápiz y llevo horas buscándolo?
2-Confesión o desahogo: Mi cocina salió ardiendo. Vinieron los bomberos y a duras penas han salvado algunos muebles.
Respuesta: ¿Me lo vas a decir a mí que todavía me acuerdo cuando se me quemó el potaje?
3-Confesión o desahogo: Tengo tantas cosas por hacer que no sé por dónde empezar.
Respuesta: ¿Me lo vas a decir a mí que todavía no se me ha secado la ropa?
4-Confesión o desahogo: Mi padre acaba de morir y estoy que no puedo con mi cuerpo.
Respuesta: ¿Me lo vas a decir a mí que tuve una depresión de caballo cuando se murió mi gato?
5-Confesión o desahogo: Tengo el pequeño enfermo, llevo todo el día cuidando de que no le suba la fiebre y no he podido hacer nada más que eso.
Respuesta: ¿Me lo vas a decir a mí que hoy no he tenido tiempo para nada por culpa de la telenovela (o el partido de fútbol)?
6-Confesión o desahogo: Estoy en el paro y no sé qué hacer, me hallo a punto de quedarme sin fondos y me han denegado la ayuda.
Respuesta: ¿Me lo vas a decir a mí con la mísera pensión que me ha quedado no puedo ir al cine con lo que me gusta?
7- Confesión o desahogo: Acaban de decirme que tienen que operarme pues han encontrado algo raro y tengo miedo.
Respuesta: ¿Me lo vas a decir a mí que llevo todo el día con dolor de cabeza?, todos tenemos problemas en esta vida.
Como verán, a lo largo de los ejemplos absurdos que contiene este texto, la empatía no asoma la cabeza.
Pongámonos serios ahora y respondamos: ¿Estamos llamados a ella? Sabemos que sí pues...
Un maestro de la ley fue a hablar con Jesús, y para ponerle a prueba le preguntó:
–Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?
Jesús le contestó:
–¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?
El maestro de la ley respondió:
–‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente;
y ama a tu prójimo como a ti mismo.’
Jesús le dijo:
–Bien contestado. Haz eso y tendrás la vida. (Lucas 10:25-28)
Algunas personas hacen regalos constantemente y ni siquiera son conscientes de ello. Son personas que te ofrecen palabras de aliento, que comparten sus anécdotas contigo, que ofrecen a los demás un hombro donde apoyarse o que, simplemente, son amigos que no te fallan jamás (Marabel Morgan).
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