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El corazón de una prostituta

Expresamos nuestra denuncia contra las estructuras de pecado injustas que se mueven como una red que atrapa a tantas mujeres de entre las débiles del mundo.

DE PAR EN PAR AUTOR 96/Juan_Simarro 10 DE MARZO DE 2015 17:57 h
Imagen de [link]Molly Blackbird[/link] en Unsplash.

Si leemos el libro de Oseas veremos que se nos habla de que podemos ser infieles como si tuviéramos un corazón de prostituta. Ser prostituta en esos textos bíblicos era todo un signo de infidelidad. Dios coge este simbolismo para hacernos ver que nosotros también podemos ser infieles a Dios y que nos podemos meter, siguiendo nuestros propios caminos, en sendas de prostitución, de infidelidad, de idolatrías perversas, de traición a nuestro Creador. 



Yo, muchas veces, conociendo el mundo de la prostitución que he evaluado en mi ministerio con Misión Evangélica Urbana, me pregunto si a muchas prostitutas de hoy se les podría llamar, sin más, mujeres infieles. Hay muchas mujeres que son prostituidas en pobreza y, en muchos casos, ya mayores de sesenta años, que se prostituyen para no dormir en la calle. Otras, muchas de ellas las he conocido de los campos de drogadicción, tienen hijos pequeños y se prostituyen para no morirse de hambre o para que los servicios sociales no les tutelen sus niños. Esto supondría la pérdida casi segura de ellos, pues no se los devolverían fácilmente con las exigencias que después se imponen las Comunidades Autónomas. Normalmente, acaban siendo adoptados por otras familias. He conocido mujeres que se han prostituido debajo de un puente sólo porque algún otro indigente les dejara cubrirse con una manta. ¿Se les puede llamar a estas mujeres prostitutas e infieles?



Si seguimos analizando el campo de la prostitución en estos últimos años, sabemos que también hay cantidad de mujeres atrapadas por las mafias en sus redes criminales y forzadas a prostituirse, mujeres sufrientes llamadas prostitutas pero que, simplemente, son presa de las diferentes esclavitudes de nuestro tiempo. Mujeres procedentes de países pobres que traen enganchados a sus talones el fantasma del hambre o de la violencia, prostitutas por engaño, supervivencia y necesidad.



No vamos a dedicar a estas mujeres en estas páginas ya nunca más el nombre de prostitutas. Lo hemos hecho a efectos didácticos y para entendernos, pero son de las débiles del mundo, de las sufrientes de la tierra, de las explotadas y oprimidas llevándose ellas solas el estigma mientras que muchos clientes “respetables” no son tachados nunca de infieles ni de practicantes de la prostitución. Afortunadamente las leyes y la policía les van estrechando también a ellos cada vez más el cerco infernal en el que también se mueven.



Nuestra solidaridad con estas prostitutas. También nuestro respeto al que sumamos nuestra denuncia contra las estructuras de pecado injustas que se mueven como una red que atrapa a tantas mujeres de entre las débiles del mundo. Vaya también nuestra confesión de nuestras prostituciones ante Dios,  de nuestras infidelidades para con él, de nuestra constancia de que, muchas veces, nosotros, los llamados cristianos, también tenemos corazones de prostituta en ese sentido tan duro que lo emplea el profeta Oseas. Prostitutas infieles que no tienen los atenuantes que las prostitutas oprimidas y esclavizadas de las que hemos hablado.



Preguntas: Cuando en nuestras relaciones con el prójimo pasamos de largo y no somos movidos a misericordia para con los débiles del mundo, ¿no estamos creando dentro de nosotros un espíritu de prostitución en nuestra relación con Dios? ¿No estamos siendo infieles a Dios cuando somos insolidarios con el hombre sufriente? Sí. Somos infieles en muchos casos. Nos prostituimos hasta el punto de que Jesús nos tiene que decir: “Por mí no lo hicisteis, apartaos de mí”. Nos hemos prostituido y sumado al grupo de los que tienen el corazón de piedra con todos los tintes de los corazones de las prostitutas que lo hacen por auténtica infidelidad como lo narraba el profeta Oseas.



El pueblo de Israel se prostituyó con su infidelidad a Dios en muchas ocasiones. ¿Acaso no lo hacemos nosotros también hoy mientras nos damos golpes de pecho en el seno de las iglesias y fuera de ellas? Ojalá que le pudiéramos decir a Dios algo similar de lo que yo he dicho de esas prostitutas callejeras que se mueven en la pobreza y marginación. Hemos sido esclavos, Señor, forzados por nuestras miserias, por nuestras pasiones. ¡Perdónanos, Señor! Ten misericordia de nosotros. Es quizás con este reconocimiento con el que obtendremos la única forma de recibir el perdón del Altísimo. Ojalá que no caigamos en la prostitución de la que nos habla Oseas, la de la mujer que se prostituye debiendo fidelidad a su marido. También la del hombre infiel que se prostituye debiendo fidelidad a su mujer. 



Mientras, reconozcamos las tragedias del mundo, la de las prostitutas que se prostituyen o, quizás, que las prostituyen por esclavitud, por necesidad, por marginaciones indignas de la humanidad, por trata de mujeres, de niñas. Danos un corazón limpio der carne en estos casos, un corazón que nos convierta en manos tendidas de ayuda a tantos esclavizados en el mundo hoy. Un verdadero escándalo para la humanidad.



Ayúdanos, Señor, a ser agentes de liberación en tus manos, que seamos prójimos que practican la denuncia, la solidaridad y la búsqueda de la justicia. Que sepamos practicar una misericordia activa que nos convierta en buenos prójimos, en tus manos y tus pies que se mueven en medio de un mundo lleno de focos de conflicto, de maldades y de valores que están a años luz de los valores del Reino que irrumpen en nuestra historia con tu encarnación y tu ministerio en la tierra. Señor, quita de nosotros todo corazón o espíritu de prostitución y danos corazones de carne capaces de actuar con una justicia misericordiosa.



Señor, que nos convirtamos en profetas que denuncian todo tipo de corazón prostituido, todo tipo de abuso contra los débiles, todo robo de dignidad acercando al mundo los valores del Reino de Dios. Llámanos al arrepentimiento y al cambio para que podamos ser tus seguidores, tus discípulos, tu voz que debe resonar en el mundo como de trompeta atronadora. No sea que esas que hemos llamado prostitutas por necesidad, mafia o esclavitud, vayan por delante de nosotros a tu reino… para nuestra vergüenza.


 

 


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