Un bosque de rumores

1). Perpetran un bosque de rumores, se reúnen para planear estrategias de acoso y derribo, aunque sea Domingo de Resurrección.

2). Tanto parloteo desgasta la Fe.

3). ¡Esperas Su llegada, con esa luz que todo lo transforma!

4). Aunque seas incomprendido en tu propia iglesia, practica una mística del prójimo.

5). Prefieren la inacción o ruegan por la inanición del proyecto de otros. Están convencidos de que sólo lo que ellos idean resulta imprescindible.

6). Siempre citando lo que leyó sin digerir. Está abrumado, con necesidad de un tratamiento que lo desenganche del pensamiento ajeno.

7). Jolgorio de niños en los parques: breve historia de la felicidad.

8). Los tropiezos te aportan humildad.

9). La crispación del mundo no es verdad ajena. Por ello las gentes vomitan su vértigo o babean su saliva viciada.

10). Que la amistad se muestre serena, sin estrépitos.

11). No hay peor ciego que el que no quiere leer; máxime en esta aldea de sordos. Leer los Evangelios sirve también para salvarse de la mediocridad, madurar ámbitos de libertad y cultivar el espíritu.

12). Ser fuerte cuando la dulzura; ser tierno cuando la dureza.

13). ¡La comodidad, una de las más devastadoras idolatrías!

14). La codicia creció por aquí más deprisa que las malas yerbas del campo.

15). Cuando la jactancia por tu prosperidad te haga sentir más seguro, más posibilidades de tropiezo tendrás.

16). No esperéis a su muerte para empezar el largo panegírico. La loa, si resulta merecida, bien debe hacerse en vida.

17). Buena contienda es aquella donde, aún perdiendo, te sientes enriquecido.

18). Ten paciencia. Así se decía, mi padre, recordándoselo cuando todo quería hacerlo ya. Ten paciencia. Así me digo yo.

19). Rebusca y empápate de los clásicos. De otro modo, si únicamente ojeas la modernez, tu pensamiento será famélico.

20). Recordemos los protestantes (quienes protestan ante toda injusticia o quienes guardan silencios difíciles de justificar bajo la luz de los Evangelios), aquel poema perdurable de Martin Niemöller, pastor de origen alemán, preso en un campo de concentración por ser contrario a la nazificación (sólo para arios; ningún judío, ni siquiera converso) de la iglesia protestante. Junto al necesario teólogo Dietrich Bonhoeffer (léanlo cuanto puedan, querido hermanos), fundó la Iglesia Confesante, bastión de un cristianismo universal en tiempos de oprobio. El conocido poema (más bien el fragmento de un sermón que diera en 1946, titulado “Que hubiera dicho Jesús”), por años se pensó que había sido escrito por Bertolt Brecht. Niemöller estuvo empáticamente próximo al surgimiento del nazismo y gozó de su protección; pero a tiempo se dio cuenta de la perversión que significaba. Y protestó: "Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista./ Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío./ Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista./ Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante./ Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada".