Dicen que la mujer tiene en la iglesia un papel fundamental, limpio y maternal: fregar; cuidar niños propios y ajenos para que no molesten; preparar comidas para reuniones especiales y ejercer de camareras; hacer el coro cuando cantan los varones; enseñar a las jóvenes que cuando maduren en la fe se sentirán en la iglesia como en casa, que podrán servir en asuntos domésticos, y que serán los varones, por designio divino quienes pastorearán la grey (preparada de antemano por ellas en la escuela dominical). De esta convicción viene que existan iglesias donde florezcan más los claveles que las rosas, siendo estas mucho más abundantes. Pero yo no creo más mandato que el servicio compartido por ambos.
Dicen que las mujeres, además de servir al Señor, son llamadas a servir a los hombres que componen su comunidad, o sea a sus esposos y a los esposos de otras que simplemente se dejan querer sin sentir ningún pudor ni vergüenza. Allí donde hay una reunión de hermanos, anda un grupo de hermanas para que no les falte nada. Sin embargo, cuando las hermanas se reúnen, ellas se lo guisan, y ellas mismas se lo comen.
Desde tiempos ancestrales nos quieren hacer creer que Dios se nos muestra a través de los varones, de ahí deduzco que necesitamos mediadores entre Jesús y nosotras. Aunque en teoría la mujer es cristiana de primera, en la práctica lo es del final de la cola, justo detrás del valor del mobiliario, y se sabe que nuestro mobiliario es pobre.
Dicen que el papel de la mujer en la iglesia sigue siendo asumir con voluntad la visión que otros tienen para ellas: obedecer, aceptar, callar... ser invisible (*).
¿Cuántas veces se le permite a una mujer predicar o dar un estudio a un grupo de hombres? Y de producirse tal invitación ¿Cuántos asistirían a escuchar y aprender tal mensaje? Y de asistir, ¿cuántos pondrían en práctica la enseñanza recibida tomándola como valiosa? Nos exhortan a tener reuniones de hombres (y no es malo) donde no predican las mujeres. Reuniones de mujeres, (y tampoco es malo) donde suelen predicar los varones. Por otro lado, parece que el Señor nos transmitiera mensajes distintos según el sexo, como si Dios nos diera de comer de ollas distintas, como si la mujer, siempre a dieta, necesitara algo más ligero, leche desnatada para continuar con el régimen espiritual, como si no fuésemos capaces de digerir otra cosa.
El Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz, Dios que nos ama, nos quiso mujeres y nos habla en el mismo lenguaje que a los hombres, nos da de comer la misma palabra. Para él no hay diferencia. La desigualdad la ponen otros y nosotras la asumimos con mayor o menor disgusto, pero asumida queda, por desgracia. Consentimos en todo, hasta en reírnos con las cuñas machistas que algunos meten en sus predicaciones para amenizar.
Cuando era pequeña me sentía feliz en el ambiente de pobreza donde me formaba. Al descubrir otros ámbitos sociales me di cuenta de la escasez en la que había vivido. Ojalá muchas salgamos de los guetos espirituales donde nos hemos criado.
Que triste me resulta a veces todo esto. La actividad aceptada por ellos y la pasividad de las mujeres, como si no tuviésemos dones ni gracia recibida. ¡Qué mirar tan pobre!
¿En qué áreas se nos permite servir? ¿Por qué nos meten en tallas espirituales tan pequeñas, en hormas de las que no nos podemos librar? ¿Dónde y cuándo luce en nosotras la bendición de Génesis 5:1-2,
Cuando Dios creó al hombre, lo hizo semejante a Dios mismo;los creó hombre y mujer, y les dio su bendición. ¿En qué momento de la historia desapareció esta consagración distribuida? ¿Quién la borró de nuestro vivir diario? ¿Se están corrigiendo las maneras que tenía Jesús de comportarse con las mujeres? ¿No eran buenas? ¿No actuaba Jesús de forma sabia?
Hoy reflexiono en todo esto desde el amor, sin querer ofender a nadie. Me asombra tal sumisión, tan arraigada y aceptada, pero no la envidio, la aborrezco.
Posiblemente por esto que he escrito hoy habrá quien se quede con las ganas de castigarme, de ponerme a escribir 100 veces: de estas cosas no se habla.
(*)
Invisible, RAE: Que no puede ser visto. Que rehuye ser visto.
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