Sin riesgo, nada nuevo te sucederá, y sin fe, el miedo se apodera de ti. Rita Golden Gelman
Charo, hasta hace un año, no se había dado cuenta de que estaba siendo maltratada. Pensaba que la vida era así porque así fue la de su madre y la de su abuela, porque ellas la animaban a aguantar su amarga convivencia. Cuando lo supo sintió como si un huracán interno la destrozara más aún de lo que estaba. Se vio atada de pies y manos y los pensamientos que para ella eran razonables se le esfumaron de pronto.
Siendo universitaria, jamás pensó que entraría en este grupo de minusválidos sociales. Era consciente de que su pareja la había persuadido para quedarse en casa, de los consejos que le daba y ella había interpretado como protección, preocupación y amor.
Al ver un programa sobre el tema en el canal de televisión local fue conocedora de su estatus. Formaba parte plena de las estadísticas. Al finalizar, informaron de talleres que se impartían en los diferentes distritos de su ciudad y decidió informarse. A partir de ese día, empezó a sentirse de otra manera.
Cariño, No tengas prisa en volver, decía a su compañero y partía a escondidas.Aprovechaba las horas de soledad. Durante ese tiempo de escape podía conversar con otras mujeres que contaban sus historias, algunas muy parecidas a la suya. Se sintió comprendida y comprendió a las demás. Se le abrieron los ojos.
A Charo le gustaba madrugar para dejar lista la faena de casa. Valiéndose de las horas de trabajo de su pareja se incorporó, según qué días, a talleres que le llamaban la atención: Autoestima, cursos de escritura, de pintura, macramé, muñecos de fieltro... Al mismo tiempo que se distraía, sentía nostalgia por no poder trabajar en lo que más le gustaba: Periodismo.
Cariño, No tengas prisa en volver, decía, y salía a la calle procurando no ser vista por los vecinos. Tenía miedo de que alguno le fuera con el cuento a su compañero diciéndole que la había visto aquí o allá. Eso podía traerle complicaciones.
Los trabajos que hacía, firmados con seudónimo para no levantar sospecha, los dejaba en depósito en algunas tiendas de confianza del barrio. Decía que eran de una amiga que necesitaba ayuda, así evitaba llevar nada a casa y ganar los euros que escondía.
Cada noche se sentaba junto a su hombre para ver las noticias. Se sentía morir cada vez que aparecía otra mujer asesinada por su pareja. Un temblor húmedo le recorría el cuerpo al oír los comentarios del ser que tenía al lado. Charo guardaba las lágrimas para cuando se encontraba sola.
Sin embargo, ese dolor más que amedrentarla le empujaba a seguir hacia delante. Cariño, No tengas prisa en volver, decía, y se volvió rebelde ante su situación y la de tantas otras. Sintió grandes deseos de superarse, de volver a ser persona como antes, de buscar motivos dignos para vivir. Necesitaba de alguna forma escapar de las trampas que su maltratador le ponía al paso.
Concluir el proyecto no era fácil. Necesitaba apoyo. Lo encontró en las otras mujeres, sus amigas, las que no le fallaban y disfrutaban con ella haciéndose cómplices de sus escapadas.
Cariño, No tengas prisa en volver, decía, porque en los talleres de autoestima aprendió a crearse otro mundo, una parcela solo para ella a la que nadie podía entrar. En él se sentía como una reina.
Este cambio trajo a Charo la esperanza de poder huir. Tenía previsto levantarse una mañana y dejar atrás a su maltratador. Cuando él regresara del trabajo ni siquiera encontraría una nota. Ya no le quería, no sentía por él ningún aprecio. Todo lo contrario. Sabía que ese hombre era un peligro y que no quería nada digno para ella. Lo único que tenía que hacer cuando viera el momento oportuno era recoger sus pertenencias y marcharse.
Llegó el día. Charo consiguió superar este reto, gozó de la libertad tan deseada. Era una persona nueva y poco a poco empezó a olvidar, al menos enterrar aquellos complejos que le fueron inculcados e hizo suyos unos versos que le desencarcelaron el alma...
Saciando voy la inquebrantable espera
vuelvo de la piel y la locura
vuelvo de la magia de tu engaño
y te miro de lejos
y te miro de cerca
y no estás en mí para atraparme ([*]).
Existen muchas Charos en nuestra sociedad intentando recuperarse, deseando que sus maltratadores no tengan prisa en volver a casa. Van a conseguirlo porque se lo han propuesto como meta.
[*] Las cosas que tengo, del poemario La guerra invisible, de Meriam Bendayán.
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