Infancia robada

No me obliguéis a amaros.

A desterrar para siempre mi campesina alma.

A fundirme con ropas lujosas aparentando grandezas.

¿Quién os creéis que soy?

¿Una marioneta que podéis mover con los hilos vuestra maldad?

¿Una cometa izada en un cielo del que creéis ser poseedores?

No soy más que una pobre niña morena,

que cuajada de miserias, arremete contra el viento de la injusticia,

toda ella perfumada de sándalo.

Luciendo las credenciales de un pueblo asolado por la tiranía.

Hoy, podéis alardear de que poseéis mi vida,

pensando que con vuestras risas vejaréis mi honra.

Aún desconocéis la mano que os acaricia, la párvula mano que parece susurrar pero que en realidad os muestra la ira contenida de una niña cansada a quien le han robado su infancia.

Con el corazón curtido por los recuerdos de mi pueblo.

Con la incesante música de panderos y cuerdas.

Evoco una amalgama de aromas que producen cosquillas en mi nariz,

empotrando la memoria entre las sacas henchidas de especias mostradas en el mercado cual tesoros de incalculable valor.

Bebo hoy las cansinas horas,

apurando tragos de hiel.

Deseando que el tiempo pase lo más rápido posible.

Encerrada en una almena, oyendo de lejos el suave sonido de mis antepasados que rugen a causa de la injusticia.

Recordando los atardeceres anaranjados con inocente nostalgia.

Me visto para serviros a vosotros, hombres grandes.

Ataviada de princesa me balanceo entre canciones y os enseño mi deslumbrante secreto.

Y en tanto vosotros absortos contempláis mi belleza,

yo silenciosamente emito una plegaria a un dios descolorido

que a veces me oye.

Y cuando entre sábanas parezco sollozar por vuestras caricias, no os engañéis, sólo entono un suspiro de nostalgia hacia mi tierra, mi gente...

A todas aquellas mujeres a las que les robaron su infancia.