La trata del pez hembra

Esta es la historia de siniestros pescadores a la caza y captura del pez hembra.

Muy hábiles, sabían cómo hacerlo. Eran conscientes de que un jugoso cebo no le amarga a ningún ser vivo.

Cada pez hembra que lograba alcanzar esa delicia, era sacado del agua, de su propio entorno, y llevado a un hábitat completamente distinto. En él, todo esclavo estaba obligado a trabajar para pagar una deuda inexistente. Por cada cebo tragado tenía que pagar el precio de muchos más.

Así, poco a poco, las cuadrillas de sinvergüenzas, se hacían ricas montando grandes piscifactorías abiertas al público.

Por lo general, los peces hembras que mordían la carnaza estaban ociosos o demasiado ansiosos antes de encontrarse con tal fatal destino, de ahí que, en algunas ocasiones, al principio creyeran la mentira como verdad que, aunque no lo veían todo claro, habían pasado de un mundo inferior a otro muy superior.

Los lobos de mar presumían de no matar a sus víctimas, más bien alardeaban de darles una vida mejor y les echaban en cara su falta de agradecimiento si, en un momento de apuro, se quejaban.

Los peces hembras que comenzaron a darse cuenta del engaño fueron asesorando al resto.

Mas no todos quisieron oírles. Unos por miedo. Otros porque se habían acostumbrados a esa vida esclavizante y no querían cambiar, no sabían cómo volver a sus orígenes, “mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer”, justificaban.

Aunque parezca mentira, es más, aunque esto suene a simple cuento, lo que ocurría es la pura realidad. Tan real que es aplicable al tráfico que se está llevando a cabo con mujeres jóvenes y adolescentes.