La pareja ideal está enlazada por un triple lazo: Mentes unidas, cuerpos hermanados, almas fusionadas en un mismo sentir.
Llevamos siglos enterándonos, a través de la Biblia, de que la pareja ideal se compone de dos personas en una carne. Pero los corazones se hunden, cada vez más, bajo la rueda de la vida. Se han ensayado multitud de teorías con la intención de mantener viva la fe y la esperanza de la pareja.
En los ocho puntos que siguen expongo lo que yo entiendo que debe ser eso de dejar el padre, la madre, unirse hombre con mujer y quedar ambos reducidos a una carne. Estas apreciaciones son mi particular comentario a Génesis 2:24.
1) Dos dolores en un mismo cuerpo
Ocurrió en Nueva York: El administrador de un hospital fue asaltado en plena calle por dos ladrones. Con el natural miedo, el administrador les dijo que el dinero que llevaba estaba destinado a comprar medicinas para los enfermos. No le tocaron ni un solo céntimo. Uno de los ladrones sacó un billete de 20 dólares y se lo entregó al administrador para que lo ingresara en el fondo del hospital: «Que sirva para aliviar algún dolor», fue todo el comentario del asaltante.
Ser dos en una carne es esto: que duela a uno el dolor del otro.
La pareja que se ha entregado mutuamente el corazón queda tan identificada, que el dolor de uno, ya sea físico o moral, duele al otro.
La incorporación sentimental llega a ser de tal naturaleza que los dolores aislados los sienten en común.
«Por amor de ti he sufrido afrenta; confusión ha cubierto mi rostro» (Salmo 69:7). Así se expresaba David. Cuando hay amor verdadero en la pareja, la afrenta, la confusión, el dolor, todos los males del uno se reflejan en el otro.
«El amor nunca pide –escribía Gandhi–; nunca se resiente. El amor siempre sufre, cualquiera sea el dolor de la persona amada.»
En la pareja, el dolor de uno lo siente el otro y lo sufre con un corazón callado. El sufrimiento es, casi siempre, el termómetro que nos indica la temperatura del verdadero amor. Ser dos en una carne significa que una vida sufre en silencio las penas de la otra vida, aunque disimule el dolor con música de calle y presente cada día unos ojos sin nubes.
2) Una grandeza en dos miserias
La pareja humana se compone de seres que tienen más parecido a los demonios que a los ángeles. A nadie ofendo al decir que el hombre, portador de valores eternos, es también transmisor de miserias terrenas. Tanto él como ella son personas imperfectas, condicionadas en mayor o menor grado a todas las bajezas de la vida. Pero el amor no lo ve así. Cuando los dos llegan a convertirse en una sola carne, las miserias individuales se transforman en una grandeza que raya lo celestial. Ante las debilidades y las claudicaciones, la pareja no quiere razones. Para el amor todo tiene justificación.
Si se ama por la inteligencia, por la bondad, por el dinero, por el poder, por la fama, por la juventud o por la belleza, los defectos van apareciendo a medida que desaparecen las cualidades o cambian las circunstancias. Por el contrario, cuando se ama a la persona por ella misma, los defectos no cuentan, o se minimizan, o simplemente se les descarta. El amor cubre todas las faltas, dice la Biblia (Proverbios 10:12 y 1ª Pedro 4:8). La persona enamorada no es muda, pero «callará de amor» (Sofonías 3:17).
Cuando dos personas llegan a amarse de tal manera que vienen a ser una sola carne, hasta el posible mal aliento del otro resulta una floresta fragante y un frenesí de mayo. Puede que exagere, pero estoy hablando de extremos.
3) Dos latidos en un solo corazón
Un desconocido poeta de la antigüedad clásica, de quien sólo se conoce el nombre, Rufino, escribió estos versos:
«Eros, si no puedes encender
una llama que sea suficiente
para dos corazones, o bien
apaga la que no quema
más que a uno, o hazla pasar
al otro corazón.»
Ser dos en una carne es abrigar una sola llama que arde a la vez en ambos corazones; es sentir los dos latidos como si golpearan un solo pecho.
La Biblia dice que Dios atrae a los humanos con cuerdas de amor (Oseas 11:4). No son cuerdas que lastiman; son cuerdas dulces como lágrimas que reprenden y seducen.
Amar supone hacer saber al amado que uno le pertenece, que jamás le dejará, que le tendrá si lo necesita. Esta comunicación sólo se produce cuando el amor existe de verdad, cuando la unión de la pareja, lejos de ser superficial, tiende sus raíces hasta los más apartados rincones del corazón.
Si dos corazones solitarios se saludan, se aproximan, se enamoran y se entregan, sus poseedores dejan de ser individuos. Son una sola carne en dos cuerpos físicos.
«Que Dios, el mejor de todos los casamenteros, funda vuestros corazones en uno», dice Shakespeare (Enrique V, acto V).
No es cosa fácil de lograr, pero tampoco resulta difícil si la pareja se lo propone. Desde el instante en que un corazón siente y hace suyo el latido del otro, la pareja bebe el agua de la dicha y sus alas baten al unísono.
4) Dos mentes y una sola voluntad
Voluntad es la facultad que poseen los seres racionales para gobernar libre y conscientemente sus actos externos y sus emociones internas. Aunque también cuentan los sentimientos, la voluntad obedece más frecuentemente los dictados de la mente. El pensamiento mal dirigido, mal administrado, mal expresado, es causa de que muchas parejas se derrumben. Como en la historia de Abraham y Lot, uno quiere tirar por la izquierda y el otro encaminarse hacia la derecha.
Ni la mente ni la razón han sido en época alguna las mejores guías del amor. Cuando la pareja se transforma en una sola carne, los caminos distintos dejan de importar. Tanto ella como él miran en una sola dirección. Forman una pequeña compañía, una compañía de dos, y se encaminan con los corazones enlazados hacia un mismo objetivo. Lo comparten todo: problemas y facilidades, penas y alegrías, fracasos y éxitos, pero no abandonan la meta que se han señalado en común.
Pensando en esta unidad de propósitos, Camoens escribió la estrofa que sigue:
«Se transforma el que ama en lo que ama
por virtud del mucho imaginar;
no tengo pues ya más que desear,
ya que en mí tengo la parte deseada.»
La pareja enamorada es como un par de tijeras. Tan unidas que no pueden separarse. Con frecuencia se mueven en distintas direcciones, pero siempre oponiéndose a todo aquello que se les interpone.
5) Dos emociones en una misma sensibilidad
Cuando empecé a escribir sobre las características que a mi juicio debe reunir la pareja ideal me refería a dos dolores en un mismo cuerpo.
Quiero añadir que el dolor no es, por fortuna, un manto universal ni tampoco una permanente tenaza en la vida del individuo. Si la pareja sufre, también goza. Si llegan a su existencia horas de dolor, le viene igualmente el tiempo de alborotar riendo y echarse el uno al otro el polen de las flores. Escribo aquí de dos emociones en una misma sensibilidad porque entiendo que las notas de alegría que la vida nos proporciona se generan y se canalizan a través de las emociones. Y la sensibilidad, que es la facultad de percibir esas notas alegres, puede manifestarse a través de agentes distintos y hasta contradictorios.
Cuando los dos enamorados son una sola carne, su sensibilidad para el placer se combina de idéntico modo.
Perfumados por las mismas flores, se dicen el uno al otro:
«Ven, embriaguémonos de amores hasta la mañana; alegrémonos en amores»(Proverbios 7:18).
«Atráeme; en pos de ti correremos… Nos gozaremos y alegraremos en ti; nos acordaremos de tus amores más que del vino…»(Cantares 1:4).
«¡Cuán hermosos son tus amores!»(Cantares 4:10).
«¡Qué hermosa eres, y cuán suave, oh amor deleitoso!» (Cantares 7:6).
6) Dos almas en un solo cuerpo
¿Quién no ha oído hablar de almas gemelas? Por ello se entiende la capacidad de dos personas –en algunos casos hasta extrañas– para experimentar idénticas sensaciones espirituales y reaccionar de igual forma frente a situaciones sensitivas espontáneas.
La pareja ideal está compuesta por dos cuerpos que albergan una sola alma. Sólo entonces son dos en una carne. Creo que Pablo tenía esto en cuenta cuando decía a los filipenses: «Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa»(Filipenses 2:2).
Esto es lo que yo llamo poseer almas gemelas. Un poeta árabe del siglo V, Al Abbas, lo expresó así:
«Dios mezcló su alma y mi alma íntimamente.
Están en mi cuerpo como una sola y única cosa.
Mientras las dos almas estén juntas, yo vivo;
Si se separan muere mi cuerpo.»
Almas gemelas. Dos almas en un solo cuerpo. Dos cuerpos en una misma persona. La pareja ideal está enlazada por un triple lazo: Mentes unidas, cuerpos hermanados, almas fusionadas en un mismo sentir. Cuando el amor ha logrado su perfección, estos vínculos no los deshacen las tempestades.
Al decir Dios que la pareja enamorada se compone de dos cuerpos en una misma carne, está diciendo también que esos cuerpos existen animados por un alma que conduce las sensaciones por canales de amor únicos y duraderos.
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