Aprender de los errores

Pocas situaciones son una fuente de “sucesos” divertidos como la entrega de los Oscars. Todos los años conocemos historias que tienen que ver con los galardonados o nominados, y en muchas de ellas, la realidad siempre supera a la ficción.

En la entrega de los Oscars de 1938, la actriz Alice Brady no pudo recoger su Oscar a la mejor actriz secundaria por su trabajo en la película “Chicago” por tener una pierna rota. En su nombre lo recogió un caballero a quién nadie conocía, y a quién nadie vio más. Y es obvio que tampoco se volvió a encontrar la estatuilla. Una “pequeña” equivocación que nadie pudo rectificar.

Las mismas películas están llenas de “pequeñas” equivocaciones. En la admirada “Carros de fuego”, una chica le pide un autógrafo a Eric Liddell, primero al comenzar una carrera, más tarde en otro lugar y casi al final de la película en Edimburgo. La misma chica con la misma vestimenta, ¡vaya pifia!

Otro detalle: “Lo que el viento se llevó” es sin ninguna duda una de las películas más famosas de la historia del cine. A pesar de su fama, y de que tantas personas han disfrutado viéndola, no se libra de alguna que otra “pifia” descomunal. En un momento del film, Scarlett O’Hara, la protagonista, va paseando por la ciudad de noche y las calles tienen luz eléctrica, varias décadas antes de que Edison inventara la bombilla... Eso sí que es adelantarse a su tiempo.

Es normal equivocarse. Lo realmente difícil es reconocer nuestros errores. Muchas personas viven y se comportan de tal manera que parece que nunca han cometido una falta. Nadie quiere pasar por ignorante o tonto. Un amigo me dijo un día que el mejor reparto que se ha hecho en la historia de la humanidad es el de la inteligencia, porque todo el mundo cree tener suficiente. Nos creemos demasiado listos y pensamos que pocos (¡o nadie!) van a poder engañarnos.

Déjame decirte que esa es la mejor manera de ser el “hazmerreír” de todos, porque aquellos que se creen muy listos, son los primeros que caen. Ya lo dijo el sabio en la antigüedad: “El orgullo precede a la caída” (Proverbios 16:18).

Después de todo esto, sólo nos queda recordar que es bueno aprender no sólo de nuestros propios errores, sino también de los errores de los demás, porque probablemente no tendremos tiempo suficiente para aprender de todo lo que hacemos mal nosotros mismos. Y en todo caso, mejor intentar aprender, que sentirse uno de los siete sabios del mundo.