Sólo nosotras engordamos

Primero se presenta la gorda, luego, después de mostrar el tratamiento, aparece la flaca. Pero la flaca no es la misma que la gorda de antes que era la que hacía todo el esfuerzo por cambiar su físico.

También es curioso como, otras veces, sacan a la mujer antes de la dieta en blanco y negro, sin peinar, tristona y con un humor de perros. Luego sale cambiada, como una rosa esplendorosa a todo color y con un pelo precioso.

¿Y cuando son niñas las que se muestran en las imágenes? Chicas de 15 ó 16 años esqueléticas queriendo estar más delgadas aún. Niñas perfectas convencidas y convenciendo de que son imperfectas...

Quieren darnos a entender que somos un producto para el consumo de los hombres. Sí, para consumo de esos que creen no engordar ya que no reciben el bombardeo. Porque está claro que, en ellos, no existen las barrigas cerveceras, ni los michelines, ni los muslos apretados, ni los glúteos flácidos, ni las papadas, ni los pechos caídos.

Este amor propio a favor del género masculino se debe a que juegan con nosotras y que, en su mayoría, son los que llevan a cabo la publicidad.

No nos dejemos engañar por falsas dietas veraniegas.

Y, sobre todo, ya seamos mujeres u hombres, pongamos nuestro esfuerzo en tratamientos más sublimes, como bien puede ser la “no dieta” espiritual. Si el cuerpo es templo del Espíritu Santo, dejémonos engordar por Él. Prosperemos en fe, cebémonos en adoración a Dios, hinchémonos de amor, de generosidad hacia la sociedad, dispongamos nuestra voluntad en ser mejores personas, en sacrificio por el otro, en no guardar rencor, en ser más amables con los que nos rodean, en procurar hacerle al prójimo el día más agradable.

Este sería un buen tratamiento para todos los días del año, no sólo en verano, y no el de tratar de tener el cuerpo tan liso como un lápiz.

Además, seamos realistas, ¿a qué hombre no le gustan las curvas?, ¿desde cuando?