Una persona puede ser brillante en determinados campos de la actividad humana, pero estar gobernada por un corazón necio.
Recientemente un científico tan popular como Stephen Hawking declaraba abiertamente su ateísmo. Hace unos pocos años algunos cristianos albergaban la esperanza de que podía llegar a la fe, considerando que había indicios en ciertas afirmaciones suyas que abrían la puerta a esa posibilidad. Pero el pronunciamiento que acaba de realizar no deja lugar a dudas sobre su postura.
La influencia de la misma no puede minimizarse, toda vez que nos hallamos ante alguien que ha sido comparado con Isaac Newton y Albert Einstein, si bien sería más prudente esperar a que el tiempo corrobore su verdadera posición en la historia de la ciencia en general y de la física en particular. Aunque lo que es innegable es su prestigio mundial actual, debido a sus investigaciones sobre los agujeros negros, esos cuerpos cósmicos de una gravedad extremamente intensa, de los que nada, ni siquiera la luz, puede escapar, y por ser uno de los grandes divulgadores de la teoría del Big Bang.
Hay dos clases de ateísmo: El teórico y el práctico. El ateísmo teórico es el pronunciamiento intelectual o filosófico por el que alguien llega a la conclusión de que no hay Dios. El ateísmo práctico es vivir como si Dios no existiera, sin necesidad de pronunciarse sobre su existencia. Esta clase de ateísmo es tan vieja como la humanidad; la primera, el teórico, ha tenido sus etapas de florecimiento y decadencia, pero parece que en nuestro tiempo está teniendo su propio "avivamiento", al cual Hawking se ha sumado.
Pero de la misma manera que nadie es creyente partiendo del vacío, pues siempre hay unas premisas y un trasfondo sobre el cual nace la fe, así tampoco nadie se convierte en ateo teórico a partir de la nada, pues hay una serie de condicionantes por los que la persona ha llegado a tal conclusión. En el caso del creyente hay circunstancias y agentes preparatorios, de orden natural y sobrenatural, que trabajan, incluso antes de que la persona misma sea consciente de ello, para llevarlo a la fe.
¿Cuál es el elemento principal que predispone e induce a que una persona llegue al ateísmo? Si nos atenemos al caso de Hawking, y de otros muchos, ese elemento no radica en una deficiencia intelectual, pues la capacidad de este científico es muy superior a la media. Muy superior también a la de muchos creyentes. Lo cual no quiere decir que entre los creyentes no haya personas de gran capacidad intelectual, habiendo, de hecho, entre ellos grandes científicos. Por ejemplo, Isaac Newton y Einstein lo eran, aunque a la manera deísta, especialmente el segundo. Por tanto, personas de parecida capacidad a Hawking y estudiando los mismos hechos, han llegado a un respuesta opuesta a él.
Si no está en las facultades racionales, ¿dónde encontrar entonces el condicionante que lleva al ateísmo? Aquí es donde viene en nuestra ayuda el Salmo 53, que declara: "Dice el necio en su corazón: No hay Dios". En este pasaje encontramos el discurrir de la persona que declara su ateísmo, pero ese razonamiento nace de un estado previo del corazón, sobre el cual está basado el razonamiento. Y ese estado lo define la palabra necedad.
La necedad no tiene que ver con el intelecto. Más bien tiene que ver con una disposición moral torcida de antemano que tiene su sede en el corazón. Por eso los razonamientos que surgen del corazón son semejantes al corazón mismo. La fuente determina el agua y de una fuente corrompida mana agua corrompida. Esto quiere decir que una persona puede ser brillante en determinados campos de la actividad humana, pero estar gobernada por un corazón necio, porque una cosa es pensar sobre asuntos neutros y otra discurrir sobre cuestiones morales y espirituales. Alguien puede ser un prodigio como profesor de matemáticas y al mismo tiempo ser vil y ruin.
Hay una tendencia a considerar a los ateos, y que ellos mismos se consideren así, como personas honestas, valientes y con códigos de conducta superiores a los que tienen religión. De esa manera, se piensa, la religión es algo superfluo, un conjunto de creencias que rayan en lo fantasioso, pero inútiles, porque aquí tenemos a personas que sin necesidad de religión van a cumplir los preceptos morales de la religión y hasta los van a superar. Este es el concepto romántico del ateísmo.
Pero el Salmo 53 sale inmediatamente al paso para echar abajo esa pretensión, afirmando que el ateo, por derecho propio, está encuadrado dentro de la corrupción, abominación y maldad que es herencia de todos los seres humanos. Las palabras no dejan lugar a dudas: "Se han corrompido e hicieron abominable maldad; no hay quien haga el bien." Hay que destacar que en este pasaje no aparece la palabra pecado, lo cual es muy apropiado, pues el ateo no admitirá tal cosa, al estar relacionada con un Dios en el que no cree. Pero lo que sí aparece son los otros términos de corrupción y maldad, lo que le quita al ateo el argumento de que no hay cargo contra él, porque al no creer en Dios no se le puede achacar pecado.
Al final hay que escoger entre lo que Stephen Hawking dice sobre Dios o lo que Dios dice sobre Stephen Hawking y por extensión sobre todo ser humano. Yo me quedo con la declaración del Salmo 53.
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