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Juan Labrador en El Ferrol

ORBAYU AUTOR Manuel de León 01 DE OCTUBRE DE 2014 21:35 h
Coronel el Coronel Labrador

No podemos olvidar la minuciosa aportación de Manuel Filgueira Arias  a la biografía del General Labrador, que igual que Matamoros años antes, supuso en despertamiento de la conciencia nacional hacia las libertades. Dice este autor: “Si significativo es que los heraldos del evangelio vengan a Ferrol a cara descubierta y, en cierta forma alegórica, “por mar”, sigue ahora maravillándonos el que del seno de la Marina surja este hombre de alta graduación militar, creyente andaluz, aunque con una fe “amortiguada” –según propio testimonio- hasta que un incidente ocurrido el día 7 de enero de 1902 hace resurgir su fe y valentía manifestados años atrás”. Destaca en su biografía que Labrador “entre los siete u ocho años se quedó huérfano, no quedándole hermanos. Entonces estuvo bajo la tutela de un pariente, también de pocos bienes, que le dedicaron al trabajo manual. Cuando cumplió los 16 años dejó la casa de su pariente y se puso a vivir solo, trabajando como carpintero de ribera”. “Se casó y, al poco tiempo, creyó que Jesucristo era su salvador por medio de otro Condestable, llamado D. José de los Santos Romero, a cuyas órdenes estaba. Después de casado y con hijos, y visto que los alumnos de la Academia de Oficiales de Artillería de Marina eran externos y que disfrutaban de un sueldo, aunque modesto, se propuso llegar a oficial de Artillería, poniendo toda su confianza en Dios Todopoderoso, el cual le ayudó como verá más adelante el lector –dice Filgueira-.



Nos interesa la estancia en El Ferrol que ha estudiado cuidadosamente este autor porque nos remite a los primeros pasos de las congregaciones del XIX: “Aunque D. Juan Miraz, en su “Compendio Histórico de la Iglesia Cristiana Evangélica de El Ferrol”, dice que D. Juan Labrador vino al Ferrol en 1884, es probable que no lo hiciese hasta finales de 1886 o entrado el año 1887. Asimismo, siguiendo el relato de los “Datos biográficos”, vemos que en 1893 se encuentra en el Arsenal de la Carraca (San Fernando) durante la Guerra de Melilla. También permanece en Cuba “durante todo el tiempo de la guerra, en el Arsenal de La Habana”, hasta que en 1898 regresa a España repatriado. No podemos conocer la fecha en que de nuevo se incorpora a la Base del Ferrol. Lo que sí sabemos, por su mismo testimonio en una declaración con motivo de un posterior proceso en el año 1913 en San Fernando, es lo siguiente:

“1ª. Que desde que profesa la religión cristiana evangélica hasta que tuvo lugar la fiesta del patrón del Ferrol, que no recuerda si fue la de 1901 o la de 1902, asistió a

todos los actos del culto oficial a que le mandaron, incluso al mencionado, haciéndolo siempre involuntariamente, aunque su fe estuviese amortiguada, como lo estuvo a veces; entendiendo que, formando parte de una corporación oficial, podía asistir a los actos religiosos de que se trata sin faltar a los deberes que su religión le impone. Pero en la fiesta de referencia oyó decir al predicador que primero debían obedecerse las leyes del Papa que las del Estado, principio publicado en algunas pastorales de obispos, ocurriendo al poco tiempo hechos que avivaron su fe; y, sin poderlo remediar, creyó firmemente desde aquella época que no debía asistir a más actos religiosos que a los cristianos evangélicos; y no asistió, unas veces porque lo han dispensado a su petición, y otras por desempeñar destinos, también a su petición, en los cuales no precisó asistir a actos religiosos. 



Según el testimonio de D. Jorge Davis al respecto:

“En 1902 D. Jorge Chesterman desde La Coruña visitó en la cárcel de Santiago a un joven recluta, José Graña, de Marín, convertido en Estribela. Fue procesado y condenado a seis meses de reclusión por rehusarse a hincar la rodilla en el acto de la elevación de la “hostia”. Le llevaron maniatado a la cárcel de La Coruña. Leyendo

de esto en El Ferrol, en los periódicos, el Teniente Coronel D. Juan Labrador, creyente (de Andalucía), fue compungido de corazón viendo la fidelidad de Pepe Graña; le visitó en La Coruña, y le abrazó en la celda, y oraron juntos al Señor. Ahora tuvo D. Juan Labrador que sufrir pena de “arresto menor”. Pero se llevó asunto a Madrid y, al fin, tanto él como Pepe Graña fueron puestos en libertad”.

“El ejemplo del mozo de tal manera le aumentó la fe a D. Juan que ya no ocultó más su luz. Su testimonio avivado resultó en la salvación de otros oficiales en El Ferrol. Por medio de D. Juan Labrador se convirtió el Capitán de Infantería de Marina D. Manuel Jordán. Los dos hablaron con sus compañeros, y se convirtieron el Capitán D. Generoso Ares, el Teniente Eduardo Arias, el Condestable Mayor D. Adriano Rivera y otros militares, como el Sargento de Música D. Domingo Baamonde. Éstos pedían tratados a Madrid, y los repartían andando por las aldeas de la comarca, hablando de Cristo a las almas. D. Juan Labrador sufrió perjuicios en su carrera, pero fue fiel”.

Este autor también hace partir la formación de la iglesia local de El Ferrol desde 1902, por medio del testimonio recuperado y valiente de D. Juan Labrador y otros.



DON JUAN LABRADOR - PRIMER PERIODO DE LA IGLESIA FERROLANA

No dejan de tener suma importancia para el historiador el detalle de la formación de las iglesias evangélicas nacido de fuentes primarias, como es el caso que reproducimos seguidamente.



“Cotejando los datos existentes, hemos de intercalar aquí –siguiendo un orden lógico- el relato dejado por D. Juan Miraz en su Compendio manuscrito sobre el “Primer período de la Iglesia”. Si bien el Sr. Miraz parece situar estos hechos alrededor del año 1885, inmediatamente después de la llegada de D. Juan Labrador al Ferrol –que él dice ocurrir por el año 1884-, la cual ya hemos situado, como fecha más temprana, a final de 1886 o en 1887. De todas formas, nada se sabe de las actividades evangelísticas del Sr. Labrador en Ferrol anteriores a 1902, como también queda dicho más arriba.



Estando, por tanto, suficientemente informado el año en que comienzan las actividades evangelísticas de la naciente iglesia (1902), nos parece muy interesante el relato del Sr. Miraz, de cuya veracidad no dudamos, ya que seguramente coincide con lo que otros habrán oído sobre el amanecer de la iglesia del Ferrol. Oigámosle:

“Sus primeras actividades se desarrollaron en casa de un activo y sencillo matrimonio creyente en el Señor que, por entonces, vivían en el lugar llamado “La Malata” –muy cerca de donde está instalada actualmente la zona de la Feria de Muestras y de Industrias Navales. Algunos recordamos donde estaba situada esta casa, por hallarse en la bifurcación de las carreteras que derivan hacia La Cabana y Serantes-. Al lado de esta casa había una tienda de ultramarinos y carnicería que también tenía un anexo donde despachaban bebidas y refrescos. Recordamos esto por la sencilla razón de que con frecuencia se paraba allí, pues su paso era obligatorio al ir andando hacia La Cabana y La Graña. Por estas circunstancias, o tal vez por otras, había amigos y simpatizantes que tenían la oportunidad de oír las palabras de vida eterna, ya que regularmente se hacían cultos familiares en casa de este amado matrimonio. Será bueno decir que este hermano en Cristo pertenecía a la Armada Española como técnico de velamen. Sentimos muchísimo desconocer los nombres de tan destacados creyentes, toda vez que en su casa tuvieron lugar las primeras “andadas” de la iglesia local ferrolana. Damos muchas gracias al Señor porque sabemos que sus nombres están escritos en el libro del Cordero de Dios y de la vida eterna. Conocemos otros varios detalles de estos buenos hermanos por su fidelidad en anunciar el reino de Dios y su justicia, sabiendo que su trabajo en el Señor no fue en vano. Parece ser que cuando fue jubilado este fiel siervo del Señor, él y su buena esposa se fueron para su tierra natal, Cartagena”.



Ya sabemos por el escrito de D. Jorge Davis que D. Juan Labrador y otros compañeros convertidos “pedían tratados a Madrid y los repartían andando por las aldeas de la comarca…” D. Jorge Chesterman visitaba a este grupo desde La Coruña, desarrollaba labor evangelística y se reunía por las casas para predicar el evangelio y adorar al Señor como iglesia.



El primer Consejo de Ancianos de la naciente iglesia ferrolana, según lo consigna el señor Miraz, estaba formado por D. Juan Labrador, D. Manuel Jordán y otros durante el “Primer Período”, que situamos entre 1902 y 1905. (No se conoce la fecha exacta en que D. Juan Labrador fue trasladado a Madrid).



Al escribir esto me es muy difícil el poder plasmar el sentimiento con que los miembros de aquella primera congregación hablaban de D. Juan Labrador, que ellos pasaron a otros, los cuales nos lo han contado a nosotros. El rostro de aquellos hermanos resplandecía cuando evocaban las primeras jornadas de la iglesia en Ferrol; ellos tenían en mente a un hombre en particular: D. Juan Labrador. Y nunca se separaban, al mencionar a este hombre creyente, sus méritos y alta graduación militar de su fidelidad como cristiano; siempre iban juntas sus virtudes cristianas y su personalidad militar.



Cuando abrimos el antiguo libro de membresía de la iglesia, encontramos en su encabezamiento: “D. Juan Labrador – Teniente Coronel”; y, en este tenor, se siguen registrando los otros cinco militares, apareciendo al lado del nombre su graduación militar.



“Cuando esta pequeña comunidad, esta “manada pequeña”, puede contar como miembros de la naciente iglesia local a estas seis personalidades militares encabezadas por D. Juan Labrador, su oprimido corazón y su moral como persona humana se ensanchan y en su rostro aparece una dulce sonrisa en recuerdo de lo que Dios quiso hacer en los comienzos de la obra aquí en Ferrol”. De no mediar otro destino entre la salida de Ferrol y el traslado a San Fernando en 1912, resultaría que el Sr. Labrador abandonó Ferrol en 1907; permaneciendo, por lo tanto, en esta Plaza –con algunas ausencias- durante 20 años.



La “Revista Cristiana” de 1914 pretende sacar unos datos biográficos de Juan Labrador que no fuesen laudatorios y que diesen noticia escueta de los acontecimientos del proceso surgido al entonces Coronal Labrador.



 



Revista Cristiana de 1914



Decía el artículo que 




  • “El Coronel Labrador tiene pendiente de resolver un expediente de cruz de Beneficencia, por haber salvado, con exposición de su vida, a uno que se ahogaba. Entre las condecoraciones que posee se encuentra una cruz roja por méritos de guerra. Estando embarcado en el crucero Alfonso XII, de Profesor de la Escuela de Artilleros de Mar, durante el bloqueo de la Isla de Cuba por la Escuadra americana, y pudiendo así pasarlo relativamente tranquilo, por hallarse el buque componiendo y sin poder batirse, solicitó, por el cable, del Ministro de Marina, entrar en alguno de los buques de combate, y no recibiendo contestación, pidió pasar de segundo Jefe de la Brigada Torpedista, cuyo destino estaba vacante, y lo alcanzó, pasándose el bloqueo en la boca del Morro en el servicio penoso y peligroso de los torpederos. Realizó reconocimientos muy arriesgados, a petición propia, alejándose en una pequeña lancha de vapor a una legua de la costa, y siendo hostilizado por los buques americanos.

  • El día 19 de Diciembre 1913 se celebró el Consejo de Guerra, en el cual se leyó públicamente que el motivo de formársele proceso fue que el día 26 de Abril de 1913, y en cuanto recibió la orden para presidir un Consejo de Guerra para juzgara un marinero, se presentó al Jefe que dio la orden en nombre del Comandante general del Apostadero, o sea al de Estado Mayor, que lo era y es el Capitán de Navío D. José González Quintero, y le manifestó que podía asistir a la lectura y fallo de la causa del marinero, pero no a la misa que precede en la Marina a los Consejos de Guerra como obligatoria, por ser sus creencias las cristianas evangélicas y violentarse su conciencia (el acto, como es sabido, tiene por objeto inspirar a los jueces), asegurando que no iría a la misa, y por tanto, al Consejo, por no ser éste válido si no se oye aquélla, para que nombrasen otro Presidente para el día 28, en que debía celebrarse, y no se demorara la administración de justicia.

  • El Jefe de Estado Mayor no nombró otro Presidente, y se suspendió el Consejo hasta el 14 de Mayo, para cuando lo nombró. El art. 273 del Código Penal, en que han comprendido al Coronel Labrador, señala de seis meses y un día a seis años de prisión militar menor, pena aflictiva intermedia entre la de presidio y la de arresto militar, y que lleva consigo, durante la condena, la suspensión de empleo, la pérdida del tiempo servido y de los ascensos que toquen; y si el primero es de General, como el del Sr. Labrador, es muy posible que no ascendiera.

  • La lectura del sumario puso de manifiesto la brillante hoja de servicios del Coronel Labrador, haciéndonos saber que ha merecido de sus superiores jerárquicos las más honrosas calificaciones por sus trabajos en los cargos' que ha desempeñado; que se ha distinguido por su celo y amor al servicio, por su aptitud científica, manifestada en la traducción y anotación de una obra referente a pólvoras y explosivos, habiendo escrito además en la Revista General de Marina, sobre la misma materia, artículos que en conjunto forman más de novecientas páginas. Es inventor de un tapabocas de cañones, usado en la Armada. Está condecorado con la placa de San Hermenegildo, que supone una hoja de servicios limpia de toda tacha, y con cruces roja y blanca, pensionada ésta por méritos de guerra y técnicos. Solicitó dos veces salir a combate, y no se lo permitieron, por estimar que sus servicios eran imprescindibles donde los estaba prestando.

  • El Fiscal, D. José González Quintero, pidió para el Coronel Labrador el máximum de la pena señalada en el artículo, ó sea seis años de prisión militar menor. El hecho, que ya no se puede borrar de la historia contemporánea, es: que en 19 de Diciembre de 1913, por un Tribunal de Marina española, un Coronel benemérito ha sido sentenciado a seis meses y un día de prisión, por el hecho de haberse negado a asistir a misa. Este es el hecho. Los comentarios los hará cada cual según su conocimiento del estado de la legislación española, y de la influencia directa é indirecta de la Curia romana en España. Se nos dice que el mismo Tribunal, además de decidirse por el mínimum de pena, ha recomendado el indulto. Este será un comentario del Tribunal a su propia sentencia. S. M. el Rey ha concedido, el 15 del corriente, el indulto.

  • ¿Y los evangélicos?—Aún queda obligatoria la asistencia a misa en formación, el día del Corpus, etc. El mejor comentario sería luchar por que llegáramos ya que no a completa igualdad en cuestiones religiosas, siquiera al estado en que esta cuestión se halla en la católica Austria: que los disidentes no necesitan doblar la rodilla, y que se escogen para guardia de honor de la hostia piquetes de soldados católicos romanos. En esa cuestión podríamos unirnos los evangélicos con los católicos clásicos; pues si nosotros tenemos el interés de evitar que se haga violencia a la conciencia, ellos tienen el interés de evitar el sacrilegio, en cuya perpetración y repetición parecen estar empeñados los «neos». Y aún estos últimos podrían ayudar, aunque no fuera más que para evitar el «mal mayor» del descrédito, que estos casos v otros similares acarrean a la Iglesia romana, no sólo en España, sino en Alemania, Suiza, Inglaterra y otros países, donde necesita presentarse vestida de sus trapitos de cristianar.





Cita este artículo de Revista Cristiana al aperecido ya en “Ejército y Armada” donde entre otras cosas dice: 




  • Ahora, en este caso del Coronel Labrador, pedimos encarecidamente al Gobierno que se apresure a indultarlo, pues ya la ley escrita está servida; pero hay que servir a la que está esculpida en la conciencia universal, que señala en los tiempos presentes la necesidad ineludible del libre albedrío en cuanto a religión. Además, estos hechos demuestran la perentoriedad de cambiar las leyes que les afectan. Legislemos, pues, con amplio espíritu de tolerancia, en la seguridad de que nada han de perder la organización ni la disciplina en los ejércitos; sino al contrario, ganarán, porque evitarán estos riesgos de pugna entre lo externo y lo interno”.



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i La obra evangélica en Ferrol. Manuel Filgueira Arias 1985 


 

 


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