Yo, para reina, no sirvo

Si no estoy bien un día porque me he levantado por los pies de la cama, no me siento con el compromiso de tener que estar aparentando alegría. Sería incapaz de presentarme siempre con la sonrisa puesta, haciendo de tripas corazón ante el gran público, la prensa, las cámaras de televisión...

No. Yo, para reina, no sirvo. Me ducho y me ato el pelo como bien me parece. Solo voy a la peluquería dos veces al año.

Y no. Yo, para reina, no sirvo. El día que me lo pide el cuerpo, me visto de gala y almuerzo en mi cocina patatas con huevos, y el que no, salgo a la calle de trapillos. Me gusta estar como mejor me apetezca. Si tengo ojeras, pues con ojeras y si orejas, pues con orejas.

Es que no. Yo, para reina, no sirvo. No soportaría tanto protocolo, ni asistir a tantos actos sociales. Creo que no me acostumbraría a que me hicieran tantas reverencias e inclinaciones de cabezas.

Lo repito: Yo, para reina, no sirvo. De vez en cuando me permito gustosa perder la compostura sin temor a una foto inoportuna.

Y requete no. Yo, para reina, no sirvo. Me ahogaría. Necesito hablar, compartir, contar con libertad mis preocupaciones, mis opiniones, decir lo que pienso y lo que siento.

Por supuesto que no. Yo, para reina, no sirvo. Me gusta tener amigos y amigas, no jueces que me señalen con el dedo y me condenen.

Pues ya lo he dicho: Yo, para reina, no sirvo. Me gusta sentirme humana. Sentir que soy de carne y hueso cada noche cuando llevo al contenedor la bolsa de basura.

¡Qué no! Yo, para reina, no sirvo. Me gusta que me comprendan, que me traten de tú, que me den con el codo; me encanta hacer y que me hagan confidencias. Me gusta sentir la libertad en la cara cada mañana al levantarme, llevármela puesta cada noche al acostarme.

No. Ya lo saben. Yo, para reina, no sirvo. Sin embargo, lanzo al aire que tengo una biografía bastante interesante.