¡Soy tu amiga de siempre!

UNA HISTORIA CASI REAL
La tarde se encontraba ya entre dos luces. Justo en el momento en que Genoveva iba a salir a la calle a pasear el perro, sonó el teléfono.

Ante la duda de si atendía o no la llamada, se detuvo en el umbral de la casa, pero la curiosidad que mató al gato, estuvo a punto de acabar también con ella. Y descolgó.
—¿Diga?
—Hola..., ¿Genoveva?
—Sí, soy yo. ¿Con quién hablo?
—Conmigo, mujer. Me alegro mucho de escucharte.
—Perdona, ¿quién eres?
—Pues quién voy a ser, ¡yo!,¿de verdad que no me reconoces?
—No. Lo siento. Ahora mismo no...
—¿Cómo que no?, ¡soy Dolores!
—¿Dolores?..., no caigo, ¿qué Dolores?
—Parece mentira, ¡vaya chasco! Soy Dolores Teruel, tu amiga de siempre. ¡Con lo que nos hemos divertido juntas! Es imposible que no te acuerdes de mí. Pero si pasábamos los días dándonos bromas... ¡Soy Dolores Teruel!, chiquilla, la del Trabuco, la que charlaba contigo en la plaza del pueblo. La que el día de tu cumpleaños te regaló una postal muy bonita (esta respuesta ya traía consigo un grave tono de enfado).
—¡Ahhhh!, ya sé... Discúlpame, por favor. ¡Claro!, Dolores. He tenido un lapsus y no te he reconocido. Verás, es que en este preciso momento tenía el pensamiento puesto en otro asunto. Dime, tú estás bien, ¿no?

Mientras su interlocutora contestaba como se encontraba de salud física y mental, Genoveva trajo, desde país del olvido urgentemente hasta el presente, la imagen confusa de aquella chica pelirroja que conoció un verano hacía más de 40 años. Efectivamente, se trataba de ella. La misma que hacía todo ese tiempo, le había regalado una postal en su cumpleaños, en la que había borrado con tiza el mensaje original dirigido a su madre y le había escrito la más común de las poesías:
Entrando por los jardines
saliendo por los rosales
se oyó una voz que decía
¡Genoveva!,
felicidades

¡Cómo olvidarla! Era la misma que se dedicaba a traer y llevar chismes de una amiga a otra. La misma que cada vez que veía a Juanito acercársele, corría celosa perdida para interponerse entre ambos.

Sí. Era ella. La misma que, en aquel tiempo, no era conocida como Dolores Teruel, sino como Loli la Terrible, y de quien, pasados aquellos calores de julio y agosto, nunca más (a Dios gracias) se supo.

—Me encuentro perfectamente, Genoveva, aunque estoy un poco sola, por eso te llamo. Enviudé hace un par de años. Oye, por cierto, ya que ha salido la conversación, tú terminaste casándote con Juan, ¿no? Te pregunto por simple curiosidad..., ¿seguís juntos?