Por razones históricas, el paganismo se asocia siempre con la superstición. Se ve como un fenómeno rural, propio de sociedades primitivas, que desconocen la existencia del único Dios.
Un policía cristiano investiga la muerte de una niña. Este devoto agente puritano de Scotland Yard se enfrenta a un pueblo que ha vuelto al paganismo. En la novela de David Pinner, “Ritual” –publicada ahora por Alpha Decay en Barcelona–, la historia sucede en una aldea de Cornualles, pero en la película de Christopher Lee, “The Wicker Man” (1973), ocurre en una isla escocesa. La nueva versión de Neil LaBute en el año 2006 –protagonizada por Nicolas Cage, como un patrullero católico de California–, la sitúa en algún lugar al lado de la costa de Washington.
El cadáver de esta niña de 8 años, muestra los indicios de un crimen ritual. Los lugareños desconfían del inspector, que nunca ha visto tal odio, como el que percibe en los niños de este pueblo. Todos parecen ocultar aquí, grandes secretos. La atmosfera se vuelve densa y extraña, ante la oscuridad del bosque y el sonido de las olas. La mirada escrupulosa del inspector, busca restablecer el orden en un mundo lleno de creencias y costumbres, que apuntan a tradiciones paganas relacionadas con los ritos del solsticio.
La novela de David Pinner se publicó en el psicodélico año de 1967 –la época del “Sgt. Pepper” de los Beatles, o “The Piper At The Gates of Dawn” de Pink Floyd–. La antigua religión basada en la Naturaleza, renacía con el arte y la música de este tiempo de sexo y drogas de un “hippismo esotérico”. La película que se hizo seis años después, se ha convertido en objeto de culto, para una generación fascinada por los horrores atávicos inspirados por creencias religiosas –que vemos en su versión “gótica-americana”, en la serie “True Detective” de HBO–.
HISTORIA INQUIETANTE
Estos relatos tremendos, perfectamente orquestados para intranquilizar al lector y espectador, hacen que uno se identifique con estos agentes en busca de respuestas. En el relato policial tradicional, lo importante es la búsqueda del culpable. Aquí lo inquietante es la certeza de que cada persona tiene un lado oscuro. El miedo viene de un mundo oculto, lleno de secretos y sombras. La Naturaleza misma muestra un lado siniestro, instintivo y salvaje. Hasta una inocente sonrisa esconde las peores intenciones.
En el caso americano, estas historias nos devuelven al enfrentamiento entre puritanos y brujas. Es el conflicto entre cristianismo y paganismo, que muestra la debilidad del creyente, el poder de la tentación y el miedo a confundirse. El sexo en su carácter pecaminoso, se vuelve en fuente de culpa y seducción para el inspector Hanlin –llamado de otra manera en las películas–, ante la sensualidad de la hija de la señora Spark, o la bibliotecaria –que encarnan en la película de 1973, la sueca Britt Ekland y la actriz de terror, Ingrid Pitt–.
Pinner se dedicaba al teatro, cuando escribió este libro. Había estudiado arte dramático en Nueva York y actuaba en la obra de Agatha Christie que más tiempo se ha representado en Londres, “La ratonera”. Intentó llevar “Ritual” al cine con Michael Winner –director de la terrorífica “La centinela” (1977), pero más conocido por sus colaboraciones con Charles Bronson–, hasta que Anthony Shaffer –hermano del autor de “Amadeus” y guionista de “La huella” y “Frenesí”– adaptó el libro, para que lo dirigiera Robin Hardy –que acababa de tener un ataque al corazón–.
EL HOMBRE DE MIMBRE
Shaffer investigó bien los detalles de los cultos de fertilidad. Su principal fuente es la famosa obra de Frazer, “La rama dorada” –doce volúmenes de erudición sobre los mitos y ritos paganos–. La cuestión de fondo es: ¿de qué sirve la fe cristiana en este mar de creencias? Si no existen los dioses, la doctrina ganadora será la vencedora en el conflicto de religiones. Para ello, crea “un hombre de paja”, ¡nunca mejor dicho!
La figura de mimbre que da título a las películas, se usaba realmente para presentar sacrificios a los dioses. Sus victimas eran tanto animales, como humanas. Su origen está en un relato de César sobre prácticas de los druidas en la guerra de las Galias. Las personas sacrificadas solían ser prisioneros de guerra, o criminales. La quema de efigies es una de las formas más antiguas y extendidas de adoración pagana.
El pastor White es un personaje que muestra la incomprensión de la religión frente al conflicto espiritual que aquí se presenta. Insiste al inspector Hanlin que el pueblo al que ministra, es cristiano. Cuando el policía descubre que en su iglesia falta la cruz, el reverendo no tiene otra explicación que decir que a veces está, pero otras, no. Hasta que el agente despierta la ira del clérigo, al descubrir una cabeza de mono y ajos en el altar.
El problema es que Hanlin tampoco es lo que aparenta. Esconde sus ojos detrás de unas gafas de sol. Dice que por razones médicas, pero quizás también para intentar protegerse. Desde luego, utiliza la mentira, para avanzar en sus investigaciones, aunque no lo reconozca. No deja de decirse a sí mismo que no son mentiras, pero puede que ya no distinga el engaño de la verdad. Su efecto es perturbador.
La historia no sólo comienza en el libro de forma diferente que en las películas, sino que la conclusión es totalmente distinta. ¡Sólo por eso, ya merece la pena leerlo! El final es sorprendente…
LA FUERZA DEL PAGANISMO
Por razones históricas, el paganismo se asocia siempre con la superstición. Se ve como un fenómeno rural, propio de sociedades primitivas, que desconocen la existencia del único Dios. Las luchas religiosas y las revoluciones sociales, sepultaron muchas de estas prácticas. Sin embargo, el Romanticismo las rehabilitó. Reaparecen así, deidades olvidadas, que se relacionan con la Naturaleza en su estado salvaje, pero contemplada con arrebato lírico. Algunos intentan por eso, recuperar la tierra con las formas de vida que acabó la industrialización. Su aspecto bucólico se enfrenta a una moral que muestra al hombre atrapado en una batalla por la integridad de sus buenas costumbres.
Historias como estas, nos conmueven, porque muestran nuestra debilidad. Rodeados de tentaciones, tenemos miedo a aquello en lo que tememos convertirnos. Bajo su aspecto de trama policial, “Ritual” describe la inutilidad de la moral victoriana, para mantener el puritanismo en la sociedad británica. La realidad se vuelve una continua seducción, que nos hace sucumbir ante nuestros deseos ocultos. A medida que el inspector penetra en el misterio del pueblo de Thorn, se envuelve en una densa niebla de la que no puede escapar.
El personaje de Pinner es un gran admirador de Oliver Cromwell, pero como el controvertido personaje del siglo XVII, puede pervertir su conciencia, hasta convertirse en una bestia peligrosa. Como bien describe Óscar Brox, “incapaz de resistir los cantos de sirena de la joven Anna, la chanzas del actor retirado Cready o la vulgaridad del corro de niños del pueblo, Hanlin se encierra en una moral cada vez más extrema y autoritaria”. El relato exacerba esa pugna terrible con las propias creencias. Ya que como dice Brox, “en el fondo, las tinieblas más peligrosas no emanan de la Naturaleza, sino de la naturaleza humana”. Por lo que “en su voluntad de no sucumbir a los placeres de la carne, Hanlin se transforma en un demonio peor que los habitantes de Thorn”.
EL PODER DEL MAL
Como este policía cristiano, podemos perdernos en nuestras fantasías. Nuestros incontrolables deseos y la tristeza de nuestras frustraciones, nos acercan a este inspector en crisis, que a su mediana edad, descubre que su único mérito han sido sus escrúpulos. Su obsesiva fascinación con lo prohibido, le lleva a una lenta desesperación, por la que se convierte en todo lo que tan arduamente ha intentado esconder. “Más que una caída, se trata de una revelación”, concluye Brox.
Esta historia me habla de la realidad del pecado en la vida del cristiano. Algo que el perfeccionismo ha intentado hacernos olvidar, hasta que hemos confundido nuestras ilusiones con la realidad. Cuando Juan habla del mundo, lo hace en términos morales. No es la Creación de Dios, sino la evidencia de que “el mundo entero está bajo el maligno” (1 Juan 5:19). El mal entró en el Edén (Génesis 3:1). Y al sucumbir ante la tentación, cegó a los hombres y gobierna este mundo con su poder invisible.
“No tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12). Aunque hemos sido creados para servir a Dios y gozarnos en Él, la humanidad está bajo el poder de un mal, por el que no podemos encontrar satisfacción. Estamos bajo la tiranía del maligno.
Los cristianos no son personas mejores que los demás, ni más morales, o religiosas. Son seres rescatados por Dios, que nos arrebata del poder de la oscuridad. Jesucristo “se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo” (Gálatas 1:4). Es así cómo Dios “nos libra de la potestad de las tinieblas y traslada al reino de su amado Hijo” (Colosenses 1:13). Nos saca “de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9).
El creyente es “propiedad de Dios” por la gracia del Señor Jesucristo. Somos pecadores como los demás, destinados a un fuego peor que el de “el hombre de mimbre”, pero Cristo nos salvó. Nada nos podrá separar del amor de Dios en Cristo Jesús, pero todavía hay mal en nosotros. ¡No nos engañemos! Por eso necesitamos ser limpios constantemente, pero debemos también estar llenos de compasión. Ya que los demás son víctimas como nosotros, del poder del mal. No es el miedo, sino el amor, el que vence la oscuridad del paganismo.
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