El Nuevo Testamento atribuye directamente esa función divina a Jesucristo, al decir que "todas las cosas en él subsisten".
Si el nombre hace referencia al ser de alguien, las funciones tienen que ver con su hacer. Ahora bien, hay una relación directa entre ser y hacer, en el sentido de que según quién sea alguien así será lo que puede hacer, de manera que por el obrar se conoce a la persona, su carácter y posición.
Hay cuatro grandes funciones divinas que la Biblia atribuye a Jesucristo: Creación, preservación, salvación y juicio. Ninguna de ellas puede realizarlas criatura alguna, por más categoría que tenga, por la sencilla razón de que las criaturas son el objeto, y por tanto no el autor, de tales funciones. La cosa causada no puede ser causa de sí misma, pues ambos términos son excluyentes.
Génesis 1:1 retrocede hasta el momento en el que todo comenzó, cuando se produjo el inicio de lo que ahora existe. Da igual lo remoto en el tiempo que pueda ser ese acontecimiento, lo cierto es que su fecha es el comienzo del calendario. Pero si Génesis 1:1 parte de ese primer instante en el tiempo, Juan 1:1 aborda la cuestión de qué era lo que había antes de ese instante, es decir, antes del tiempo, si es que se puede emplear la palabra antes sin referencia al tiempo. Y ahí encontramos la existencia del Verbo. Es decir, el Verbo (el Hijo de Dios, Jesucristo) no pertenece al rango de lo creado, porque cuando la creación no había tenido lugar él ya era. También en Juan 1:1 se enseña su relación personal con Dios en la eternidad y su identidad de esencia con Dios, esto es, su naturaleza divina o su deidad. Por tanto, estamos aquí ante alguien que es una persona eterna, a la que se distingue de Dios y a la que, al mismo tiempo, se iguala con Dios. Tras ello, se menciona inmediatamente su función creadora, cuando dice que "Todas las cosas por él fueron hechas" (1). Por tanto, Jesucristo es la causa instrumental por la que todas las criaturas vinieron a la existencia. No es una criatura exaltada, ni la más encumbrada que imaginarse pueda, sino el creador de todas ellas.
Pero si las criaturas necesitaron del creador para venir a la existencia, ello no quiere decir que a partir de entonces ya pueden existir por sí mismas, sin necesidad de nadie más. De ser así serían las dueñas de su devenir y el universo tendría independencia propia. Sin embargo, la realidad nos muestra día a día que carecemos de autonomía para determinar incluso las cuestiones menores que nos atañen, cuánto más las mayores. Las contingencias de nuestra existencia están fuera de nuestro control, ya que si dependieran de nosotros no permitiríamos que surgieran para amenazarnos. Sin embargo, están ahí, enseñándonos nuestra limitación, fragilidad y mortalidad. Hace falta, por tanto, alguien que dé consistencia y proporcione existencia continuada a lo que un día comenzó a ser. Esa función de la preservación o sostenimiento del mundo es propia de Dios. Ahora bien, el Nuevo Testamento atribuye directamente esa función divina a Jesucristo, al decir que "todas las cosas en él subsisten." (2) Subsistir es una forma de existencia que está sujeta o depende de otro ser, que la hace posible.
Salvación es un término contrapuesto a condenación. Y aquí entramos en la esfera de las criaturas con responsabilidad moral, los seres humanos, que por causa de su transgresión han quedado en estado de perdición eterna. Como el problema contraído lo tienen directamente con Dios, no puede ser solucionado por un tercero, por ejemplo un ángel. Por lo tanto, solamente Dios, si él quiere, puede ser el salvador. Este es un gran postulado que la Biblia enseña: La salvación es obra exclusiva de Dios (4) y es del pecado y sus consecuencias. Una vez expuesta esta verdad, se aprecia la declaración que hizo el apóstol Pedro en Hechos 4:12, al decir que nadie puede salvarse si no es por medio de Jesucristo. Ahora bien, si la salvación se encuentra en él eso significa que posee un atributo divino.
El juez tiene la facultad de sancionar, de acuerdo a un procedimiento legal, sobre la inocencia o culpabilidad de un encausado. En ese sentido, el juez celestial tiene la capacidad de determinar el futuro de ultratumba que aguarda a cada ser humano, según hayan sido sus obras en esta vida. La decisión de ese juez es vinculante y definitiva. "Juez de toda la tierra" es el nombre que Abraham empleó para referirse a Dios (4). Tal nombre indica la función judicial de Dios y la extensión que tiene. No se trata de un juez de primera instancia, cuyas decisiones son recurribles, sino del más alto tribunal, cuyas sentencias son inapelables. Pues bien, Mateo 25:31-32 enseña que esa función le compete a Jesucristo, quien es el que dictará sentencia de aprobación o condenación.
Todo este conjunto de pruebas muestra que la divinidad, o deidad, de Jesucristo no es una doctrina traída por los pelos en base a algún texto retorcido y aislado, sino la enseñanza sostenida por una amplia y clara evidencia incontestable que solo no ven quienes quieren ser ciegos. De ahí que a él se le debe la adoración y el servicio que está reservado para Dios.
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1. Juan 1:3
2. Colosenses 1:17
3. Jonás 2:9
4. Génesis 18:25
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