El desamor ha inspirado siempre muchas canciones. De ahí el fenómeno de los álbumes de divorcio, un subgénero de la música popular que ha dado obras tan importantes como Blonde On The Tracks de Dylan o Tunnel Of Love de Springsteen. Uno de los discos más vendidos de todos los tiempos, Rumours de Fleetwood Mac, se hizo durante la ruptura de las dos parejas que formaban el grupo. El cantautor tejano Josh T. Pearson ha hecho un álbum de divorcio –
elegido como uno de los mejores del año por muchos críticos–
que supone el reencuentro con la fe de su padre, un predicador pentecostal que estaba separado de su familia, mientras fundaba iglesias en el sur de Estados Unidos.
El sufrimiento por el amor perdido lleva a una amargura y desengaño, que hace que algunos pierdan la fe. Otros sin embargo la encuentran, como es el caso de Pearson. “Sin Dios, me sentía como si me muriera”, dice el músico que llevó hace una década el grupo Lift To Experience. Ahora, con 36 años, ha hecho uno de los discos más elogiados por la prensa especializada,
Last Of The Country Gentlemen. Su delgada figura barbuda aparece en la foto sepia de la portada como si hubiera salido de la guerra civil americana. Alguien de “otro tiempo y otro lugar”, como diría Jerry Lee Lewis –que estuvo también en una escuela bíblica por cierto, y venía como su primo Jimmy Swaggart de una iglesia pentecostal de las Asambleas de Dios–.
Conocido por su sensibilidad, intensidad y consideración, Pearson muestra una tristeza que va acompañada sorprendentemente de un irónico humor auto-flagelante.
Sus primeros recuerdos musicales le llevan a la iglesia donde creció. Allí tocaba la guitarra y cantaba, desde que tenía doce años, en las reuniones a las que iba dos o tres veces por semana. Se proponía seguir la vocación de su padre al ministerio cristiano –“no como una carrera, era como una inspiración, algo que tenía que hacer”–, pero se entretenía tocando los famosos primeros acordes de
Sunday Bloody Sunday de U2.
VISIONES APOCALÍPTICAS
“Cristo iba a venir en cualquier momento” –recuerda el músico tejano–. “Me acuerdo cómo yo y mi hermana fuimos un día al colegio, y no había nadie, porque habían suspendido las clases. No lo sabíamos, y pensamos que había ocurrido el arrebatamiento –la creencia escatológica de que Cristo se llevará en secreto a los creyentes–, y habíamos sido dejados atrás. Fue terrorífico.” El clima en el que Pearson se crió era más bien de “juicio, fuego y azufre, la antigua religión”.
Las letras de su grupo anterior –Lift To Experience– reflejan a un “Cristo realmente airado”, con toda la imaginería sureña de visiones apocalípticas, unida al discurso patriótico de Dios, las pistolas y Texas como la nueva Sión. El año 2002, el trío formado en Denton en 1997 se disuelve por los problemas con la cocaína del batería, y la muerte por sobredosis de la esposa del bajista, que conoció Pearson en la iglesia. Su álbum doble –
The Texas-Jerusalem Cross Roads, publicado antes del 11-S del 2001– es considerado uno de los mejores de la década por revistas especializadas como
Uncut.
PERDIDO Y ENCONTRADO
Retirado a una pequeña localidad del condado de Limestones, llamada Tehuacana, Pearson se da cuenta de que había perdido su fe en Dios. Lleno de “sentimientos suicidas”, era “como si se estuviera muriendo”. Dice que se había convertido en “un impío cerdo pagano”. Intenta entender qué ha ocurrido, pasando un tiempo en París y Berlín, donde grabó este disco dos fríos días de febrero del año pasado.
“Era como que creía, y de repente dejé de creer, de la noche a la mañana”. Sentía como si Dios “se hubiera marchado sin explicación”, y “esa presencia, ese sentimiento que tenía dentro, abandonara mi cuerpo un día”. La pérdida de la fe le produjo una gran desolación.
Es “como si hubiera muerto un amigo, y la vida pareciera inmediatamente vacía y sin sentido”.
Pearson cree que “cuando Dios te deja, te quedas sin nada”. Intenta encontrar la razón, pero “las iglesias pentecostales y carismáticas no se ocupan mucho de la enseñanza”, piensa. Para ellos, la fe “no tiene que ver con la mente”, cree. “Tienes fe, simplemente porque lo sientes”. Es así como acaba en un lugar de retiros, un pequeño centro de estudios, donde tras un tiempo, recupera la fe.
MATRIMONIO ROTO
Su nuevo disco no sólo refleja su vuelta a la fe, sino también el dolor de su divorcio de una alemana llamada Claudia. Algo que le está costando bastante superar.
Last Of The Country Gentleman es por eso un disco sombrío, que demuestra –como su apreciada canción de Hank Williams– que está “tan triste que pudiera llorar”. La historia de su “matrimonio y su final, son una fuente de confusión, tristeza y perplejidad”. Dice: “Yo siempre pensé que cuando la gente se divorciaba, era porque habían dejado de amarse; pero he descubierto que (el matrimonio) se puede romper, incluso cuando se ama”.
El piensa que una pareja “se puede querer más que nunca, y no funcionar”. ¿Cómo puede ser eso? “Se derriba el uno al otro, sabiendo que quieres a la otra persona, lo que lo hace mucho más doloroso”. Pearson dice: “no tengo de verdad mucho odio en el corazón, excepto a mí mismo, ¡eso sí!”. Tiene una triste sonrisa en el rostro, mientras observa: “los seres humanos son criaturas complicadas”. Por eso dice: “no quisiera juzgar a nadie duramente”. De hecho, asegura riéndose: “si tuviera que matar a alguien, me mataría a mí mismo”.
Las siete canciones que forman este álbum son profundamente autobiográficas. Su voz está acompañada de una guitarra acústica, ocasionalmente con un piano y un violín. Su tono confesional describe una relación turbulenta, que emocionalmente oscila entre la ira y el dolor de corazón. Es honesto, aunque incluso decirlo le parece una presunción. Su sufrimiento despierta tal empatía, que uno realmente entiende de lo que está hablando.
FE EN MEDIO DE LA CRISIS
El divorcio es siempre un fracaso. Uno puede ser más responsable que otro, pero el matrimonio es cosa de dos. Es por eso que es tan difícil juzgar lo que ha pasado. El terapeuta puede analizar los elementos que fallan en una relación, pero hay algo que finalmente se nos escapa. En la vida no hay nada tan difícil como la convivencia. En un sentido es más fácil romper, que mantener una relación. Es por eso que el divorcio produce tal frustración e impotencia.
El énfasis de la religión y la moralidad en el valor del matrimonio parece que no logra impedir la realidad del divorcio, incluso en confesiones como la católico-romana, para la que ni siquiera existe. Ya en los días de Jesús, el Maestro constató esta contradicción en el legalismo farisaico. Es “por la dureza del corazón” (
Mateo 19:8), que el divorcio existe, nos guste o no. Aunque no era ese el propósito del Creador (vv. 4-5). Lo que Dios ha unido, no lo debiera separar el hombre (v. 6).
Dios aborrece el repudio (Malaquías 2:16), porque demuestra la maldad de nuestro corazón. “Mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Romanos 5:20). Por eso es que algunos, como Pearson, encuentran a Dios en medio del fracaso de su divorcio.
Mientras que otros se endurecen en una amargura, que siembra la semilla de la desconfianza en sus corazones. Pero es cuando confesamos nuestra culpa, que descubrimos el asombro de la gracia, con el gozo de la salvación.
No necesitas un amante o un amigo.
Necesitas a Dios, y no a un ser mortal.
Mujer, necesitas nacer de nuevo, otra vez.
Necesitas un Salvador, y yo no soy ese.
Josh T. Pearson
(Sweetheart, I Ain´t Your Christ)
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