Etiquetas inevitables

“Etiquetas asesinas” que incluyen otras características.

Por ejemplo, las hay traicioneras. Son las que al principio, al colocárnoslas no molestan, y ya en la calle empiezan a rozarnos el cuello, o el muslo en caso de falda, o atrás en la cintura si es un pantalón.

Las hay ruidosas, porque van avisando por donde pisamos, aunque ni seamos morenos ni tengamos garbo. Las hay quísticas, que hacen bulto y se notan por fuera. Están las tipo bala, que molestan después del primer lavado porque se rizan y forman un canutillo duro.

Las hay gruñonas, que se encogen en cuanto entran en contacto con el calor de la plancha. Las hay cosidas a la prenda con hilo de plástico, he ahí también lo de “asesinas” porque pinchan como alfileres y están tan bien sujetas que cada vez que intentamos descoserlas para evitar heridas, rompemos la prenda y la desgraciamos. Entonces, ni etiqueta, ni prenda.

Creo que lo mejor sería ponerse una tirita antes de vestirse en el lugar exacto, y “pa`lante”, al ruedo. Pero claro, eso no queda bonito al desnudarnos, sobre todo si llevamos una en la nuca, otra en el muslo, otra en la cintura, otra en el costado... y además coincide con que tenemos cita con el médico. En este caso, que nos atienda como a pacientes de guerra sería lo más normal del mundo.

¡No las soporto!

Cuando observo a alguien caminar raro por la acera, automáticamente pienso: “Eso es la maldita etiqueta” y mentalmente busco la mía hasta que empieza a molestarme. Algo psicológico, lo sé, pero inevitable.

¡Hay quienes me llaman “malagueña insoportable!, pues no. Insoportables son las etiquetas. Señores fabricantes, por favor, humanícenlas, háganlas un poquito más llevaderas.

De paso, los que no fabricamos ropa pero sí frases, podríamos hacer el favor de aplicarnos el parche en cuanto a las etiquetas verbales. Estas provocan heridas mucho más graves, por lo tanto hacen mucho más daño y cuesta horrores hacerlas desaparecer.

Y si fuera imposible caminar en esta vida sin evitarlas, al menos que en las nuestras conste:
-Talla: la más sublime
-100% Amor puro
-Lavar con palabras dulces
-Planchar al calor corporal de los abrazos

Y el código de barras..., bueno, el código de barras dejemos que sea el Señor quien lo ponga.