DIPLOMA
AL “HOMBRE/MUJER 10”
Te concedemos el siguiente diploma:
-Por tener ese cuerpazo de infarto
(con hincapié en lo de infarto)
-Por ser todo un bombón apetecible
(si estás muy muerto de hambre)
-por alegrarnos la vista en la playa con tu cuerpo Danone
(michelines aparte)
-Por esa grácil prestancia que tienes al caminar
(parece que te aprieten los zapatos)
-Por esa sonrisa radiante de anuncio de dentífrico
(una visita al dentista no iría nada mal)
-Y por ese encanto y elegancia natural que te caracterizan
(hemos visto percebes más encantadores).
Permítanme hacer comparaciones:
Alabar, aplaudir, animar mintiendo a personas de la iglesia que no prestan bien su servicio está a la orden del día. Al parecer lo más importante es que cada uno esté entretenido con algo, pero si lo hace bien o mal no importa.
Cuando algún miembro de la iglesia es valiente y se atreve a decir abiertamente: Esta persona no está preparada para hacer esto, se puede encontrar con la siguiente respuesta:
Quizás tú no estás orando lo suficiente para que mejore..., o:
Tú no pones de tu parte toda la ayuda que tienes que poner. También le puede caer un rayo:
¿Y lo tuyo, lo haces bien? ¿Tienes tiempo para amonestar a otros cuando no estás haciendo bien ni tu propio trabajo? Y ahí el guantazo en la boca que se abrió valientemente para que vuelva a cerrarse. No sé qué sentido puede tener mantener a algunos creyentes prestando servicios que son incapaces de hacer.
Releamos la 1ª carta a los corintios, capítulo 12. Hay quien cree que es un ojo y no ve bien. Hay quien está convencido de ser un pie, y cojea. Otros presumen de orejas y están sordos. Pero creemos que en la iglesia somos lo que queremos ser. Pasamos por alto la disposición de Dios:
Pero todas estas cosas las efectúa uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular según su voluntad (
1 Cor 12:11). Según su voluntad, no la nuestra. No se trata de hacer lo que nos gusta. Se trata de hacer lo que a Él le place que hagamos. Estamos convencidos que para el Señor vale todo, sin embargo, Su Palabra nos enseña otras cosas.
Las personas que permanecen ejerciendo donde no les corresponde graban en su mente la primera frase del diploma citado al comienzo. Es la que escuchan. La segunda, la que va entre paréntesis, no les hace mella, y ¿saben por qué? Pues porque esa opinión, la verdadera, la dejamos para murmurar a sus espaldas. No somos valientes.
En la iglesia podemos encontrar un puñado de bocas y ningún codo.
Porque, además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. (
1 Cor. 12:14). ¿Para qué sirve el codo si casi siempre está cubierto? Nos gustan los dones que se ven, que queden de manifiesto ante la congregación y sin ninguna duda que todos los vean.
Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. (
1 Cor. 12:12)
Dejar hacer el ridículo está permitido si es para el Señor, aunque al Señor haya que entregarle lo más excelso. Consentimos errores porque están hechos con buena voluntad. ¿Acaso David no tenía buena voluntad cuando decidió trasladar el arca del Señor en un carro nuevo?, ¿y qué pasó?, la historia continúa en el 2º libro de Samuel capítulo 6.
Estamos a favor de la ignorancia alimentada, nos engañamos concienzudamente creyéndonos que lo hacemos por amor. No es cierto. Es pura cobardía.
Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? Pero el hecho es que Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Ahora bien, los miembros son muchos, pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. (
1 Cor. 12:17-21).
El silencio, el no saber cómo decir las cosas claras y con amor a quien no las hace bien, el miedo a quedar mal, fomenta la confusión y confirma que sí, que hay muchos ojos sin visión, muchas bocas ignorantes y faltan miembros importantes que aunque están, están aparte, sin poder unirse al cuerpo porque otros están ocupando malamente el lugar que a él o ella le corresponde.
Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, después profetas, lo tercero maestros, luego poderes milagrosos, después dones de sanidades, ayudas, dotes de gobierno, diversos géneros de lenguas. ¿Acaso son todos apóstoles?; ¿acaso son todos profetas?; ¿acaso son todos maestros?; ¿acaso hacen todos milagros?; ¿acaso tienen todos dones de sanidad?; ¿acaso hablan todos en lenguas?; ¿acaso interpretan todos? También conocemos a los que van de don en don según la temporada, creyendo que están superdotados por Dios.
Son necesarios los miembros que sepan exhortarnos, que nos digan por ejemplo: Mira, quizás lo tuyo sea componer, no cantar; o lo tuyo parece que es visitar a los descarriados, pero no predicar desde el púlpito; o ¿no te has dado cuenta de que la gente no sana con el don que dices tener?, etc, etc, etc... ¡Qué difícil y que duro resulta este papel! O será, a lo peor, que los que tienen este don no están haciendo uso de él y se han reciclado en hombro, o en rodilla, en tobillo... y como no es lo suyo están siempre con esguinces. A nadie le gusta este trabajo. Oremos para que los que tienen este don lo pongan en marcha sin miedo y sean llenos del amor de Dios. Es necesario. Oremos para que los que recibamos consejos respondamos igualmente con amor, sin traumas. Es posible.
Y los que han ejercido en otro tiempo ¿dónde están? ¿de baja por depresión? Comprensible. Por favor, que salgan de su refugio, que ordenen el desorden y nos orienten.
Bienvenidos y benditos sean.
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