Para no tener que andar usando el lenguaje no-sexista, emplearé el género masculino menos cuando me refiera a mi persona. Les cuento mis elucubraciones:
En los primeros contactos, el acosado (persona de apariencia dócil) vería a los voluntarios como nuevos amigos, gente guay del Paraguay, inconsciente de que pronto se aferrarán al volante de sus actos con afán de dirigir su carrera. Estos afiliados estarían convencidos de que el otro necesita que le encaminen, y nada mejor que impartir, totalmente gratis, unas clases extras de educación vial para reforzarle.
Si me pusiera en la piel del voluntario, seguro pensaría:
¿Qué sería de este desgraciado si yo no ejerciera como profesora de auto-escuela para su vida? Gracias te doy, oh! Padre celestial por ponerlo en mi camino, por darme la oportunidad de hurgar en su existencia. Ayúdame a controlarlo. Sabes que suelo disponer de poco tiempo para hacer tu voluntad, pero si Tú me lo pides...
Note usted que acabo de incluir en mi ONG, como colaborador, a la Primera Persona de la Santísima Trinidad..
Cada vez que me topara con la víctima, procuraría indagar más y más en su intimidad
. Y si el elegido tuviera la virtud de complacerme contándome sus cosas... ¡Ah, qué placer!, entonces sentiría un embelesamiento imposible de explicar.
Yo actuaría así, claro está, con mi mejor disposición, con ánimos de sacarlo del pozo donde supongo que se encuentra. Y si fuera preciso ponerle entre la espada y la pared para que soltara prenda, le pondría. La causa es buena. En este caso yo estaría convencida de que el fin justificaría los medios.
Todo trabajo que se realice en la viña del Señor es poco. Hay tanta necesidad..., y tan pocas manos...
Hasta llegaría a pensar, fíjese lo que le digo, que si el manso llegara a progresar, si llegara a salir del bache oscuro donde supuestamente creo que está, y si no está lo meto, sería gracias a mi esfuerzo, a mi sabiduría, a mi constancia, y con la ayuda del Señor que todo lo sabe y toda tarea dispone. Con esto doy a entender que mi Organización No Gubernamental, sólo real en mi mente, algún animillo de lucrarse el ego trajinaría. Aunque procuraría por todos los medios disponibles a mi alcance que no se notase. Estaría feo que, estando yo tan entregada a la obra, al agacharme se me viera el plumero.
Si fuera voluntaria de una ONG como esta, con mi fortaleza, mis consejos y mi guía, o sea, con la transmisión de mi potente luz, en el nombre del Señor sería capaz de privar de libertad al infeliz con tal de que fuera feliz. Vamos, con mi sacrificio le salvaría la vida. Aquí entraría Jesús, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, pero como verá, no hace falta porque yo me lo guiso y yo me lo como todo.
Continuando en la febril piel del voluntario, se me metería entre ceja y ceja que el aparentemente blandengue, del que quizás lo desconozco todo, incluyendo nombre y apellidos, podría dar más de sí de lo que está dando. Le animaría a esforzarse más de lo que se esfuerza en sus tareas mundanas y espirituales (otros emplearían el término “exprimir”. Yo sólo lo uso para las naranjas). Entonces sería el momento, no de cobrarme, sino de pedirle un favorcito personal que compensase mi trabajo y a la vez le tuviera entretenido. El aburrimiento mata. Pensaría esto creyendo que es el Espíritu Santo quien me estaría guiando en todo lo que hago. Con la última mención, incluiría en mi ONG a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Ya lo ve, ayudantes de lujo.
Y todo, todo esto haría, casi sin darme cuenta de que, poniendo a Dios por testigo, con mi místico afán de salvar al mundo, le estaría robando el aire quizás a usted mismo que me está leyendo. Mi ONG clandestina le estaría acosando.
No se descuide.
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