Hay MIRADAS que hablan
y MIRADAS que dan voces.
MIRADAS acuosas y extrañas, que se cruzan sin que tú las mires.
MIRADAS rastreantes, sigilosas.
MIRADAS que revolotean inquietas,
se posan aquí y allá,
en un hombro, en una mano, en el perfil de una cara ...
Hay MIRADAS impenetrables, misteriosas,
que lloran a escondidas
y se retiran presurosas.
MIRADAS encarceladas sin hallar quien las rescate
y MIRADAS que se escapan distraídas
sin saber hacia donde,
arrastradas por la fuerza de otra MIRADA,
y luego regresan sumisas, postradas.
MIRADAS que se pronuncian,
se clavan
instruidas para lanzar punzadas.
MIRADAS sucias
carentes de luz
que se enfrentan a la nada.
MIRADAS de rutina.
MIRADAS superficiales.
MIRADAS que dejan indefenso a quien las irradia
descubriendo sus deseos.
Estas últimas intimidan de tal forma...
MIRADAS cobardes que cuelgan su dolor
a tu espalda.
En blanco y negro
son a veces también las MIRADAS.
MIRADAS que alargan conversaciones,
y MIRADAS frías que nos hacen callar.
Hay MIRADAS humildes que se inclinan.
MIRADAS enlutadas que lo han perdido todo
y MIRADAS engreídas de orgullo.
MIRADAS indiscretas que miran
cuando saben que no deben mirar.
MIRADAS que interrogan o escudriñan
y MIRADAS que no preguntan
para no recibir respuestas.
MIRADAS que asienten cuando les hablas
y bajan los párpados.
MIRADAS imaginadas.
MIRADAS que se contemplan a sí mismas.
MIRADAS que responden lo contrario de lo que esperabas.
MIRADAS como espadas o látigos
que a fuego lento, azotan la conciencia
hasta desgarrarla.
MIRADAS furtivas, o MIRADAS que intuyes detrás.
MIRADAS vacías entre pestañas con rimel
y párpados maquillados,
que caminan perdidas
sin encontrar un lugar donde echar sus raíces.
MIRADAS que se limitan
a observar el gran drama de la Vida
y criticarlo.
MIRADAS en diagonal, solapadas,
que cruzan el aire
como flechas en vuelo.
Hay MIRADAS que cambian de color
según el sol que las alumbra.
MIRADAS que al verse reflejadas en el espejo
se avergüenzan.
Hay MIRADAS que llaman con falsas alarmas.
Las MIRADAS disfrazadas, no son un lugar seguro.
MIRADAS atentas a la debilidad humana,
convencidas de estar libres de pecado,
y con los ojos tan fijos en el cielo
que tropiezan con la minúscula piedra.
Para huir cerramos los ojos y miramos hacia adentro,
nos trasladamos a lugares inexistentes
donde imaginamos
MIRADAS a nuestro favor
y presumimos de haber encontrado el paraíso.
El nuestro propio.
¡Cuantas MIRADAS se hallan envueltas en vendas!
Seamos capaces de mirar lo suficiente a los ojos para ver también que:
Hay MIRADAS atrayentes como imanes
que esperan tu llamada
para cruzar de acera.
MIRADAS que son esperadas
con los brazos abiertos.
MIRADAS que gotean afecto
y nos consuelan,
llamadas también
MIRADAS que amparan.
MIRADAS con labios que besan
y quedan para siempre habitando en tu memoria.
MIRADAS que iluminan las sombras.
Una sola de ellas, puede despertar la noche.
MIRADAS que tienden puentes maternales,
mensajes alados son estas MIRADAS.
A veces, si nos fijásemos bien,
podríamos ver sueños en el fondo de una MIRADA.
Y hay MIRADAS que recitan poemas,
se visten de esperanza para salir a la calle
a encontrar otras MIRADAS
y aman porque creen a ciegas en el amor.
Aunque permaneceran siempre:
Las que hacen daño,
las que dan pena,
las que corrompen,
las que provocan incertidumbre,
las que no advierten de peligros,
las que envenenan...
Concluyamos diciendo que:
Sea la MIRADA limpia,
mantenida siempre,
enganchada siempre a otras MIRADAS.
A pesar de las consecuencias que conlleva,
a pesar del dolor que nos provoca.
Es el dolor el que nos enaltece.
No estamos preparados para sufrir MIRADAS
Mas quien lo supera, se eleva.
Usemos la mirada para mover el mundo, para transformar pasados, presentes y futuros.
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