Sin embargo, la noticia no especifica en qué condiciones debe encontrarse el corazón del peregrino; si arrepentido o corrompido. Por lo que deduzco que eso, a la altura de nuestros tiempos, carece de importancia. Tampoco especifica si por esas fechas cerrarán los confesionarios del lugar por falta de demanda.
Lo peor, creo yo, es llegar hasta el monasterio dada su ubicación ¿Y ahora qué? Pues el que algo quiere, algo le cuesta. Una vez alcanzado el objetivo, cuide bien de no equivocarse. Hay dos puertas, ambas de estilo románico, la principal de la iglesia, y la del Perdón. Lo explico. Para entrar: Puerta Principal de la iglesia. Para obtener el perdón: Puerta del Perdón. Equivocarse sería imperdonable y podría traerle mal fario.
Entiendo que después del empacho de cruces e imágenes de Semana Santa, todavía quedan personas en pecado a las que dar una segunda oportunidad para purgarse. Pero sin prisas.
La cruz con las supuestas reliquias se expondrá de vez en cuando para posibles reincidentes.
Continúo. Sobre la leyenda del origen del monasterio existen dos versiones, a saber: Una de ellas se atribuye a Santo Toribio, Obispo de Astorga, de quien se dice que trajo la reliquia desde Jerusalén. Otra habla del monje Toribio, que habría venido desde Palencia con algunos compañeros a convertir a los habitantes de la zona. ¿Notan ustedes la diferencia en kilómetros? Obispo, muchos; monje, pocos. Y la mano de obra ¿qué? Cuentan cómo un lobo (en otras versiones un robusto buey) y un oso ayudaron al monje a mover las piedras para levantar el primer edificio. ¿Hay que tener, o no hay que tener fe para creer? ¿Qué hacían mientras tanto los otros monjes que le acompañaban?
Bien, pues ahí tenemos las dos opciones para que cada uno elija creen en la que quiera, según la escala social a la que pertenezca, o a la que aspire. El que no se consuela es porque no quiere.
Por cierto, y con todos mis respetos, puesto que no se sabe quien es el verdadero autor del monasterio ¿sabe alguien si la imagen expuesta de Toribio es la que corresponde al verdadero Toribio? ¿Y si es la equivocada? Si lo pregunto es que me importa, aunque intuyo que, sea de quien sea, al público le da lo mismo ya que han ido arrancando astillas de la talla para llevárselas como amuletos o reliquias.
-Oiga ¿qué lleva usted clavado en el pecho?
-Ah! ¿Esto? Bueno, fui al monasterio de Santo Toribio y le arranqué al santo una astilla de olmo de la pierna izquierda. Es para el perdón; del pedazo de cruz donde murió Jesucristo no pude coger nada.
-¿Y quedan más?
-Psss, sí. Tres o cuatro en la pierna derecha, mezcladas con restos de policromía. Pero tenía usted que haberlo pensado antes, ahora tiene una urna de cristal para evitar el saqueo.
Yo quiero saber exactamente si las astillas son del obispo o del monje ¿Por qué tanto interés? Pues, me gustaría hacerle algunas preguntas, y comprenderá que no es lo mismo; no es lo mismo.
Las puertas son muy significativas. Hay quien sale por la puerta grande llevando en sus manos las dos orejas y el rabo del toro al que acaba de asesinar después de marearlo un rato, y otro que llega mareado del viaje, entra por la puerta del Perdón con sus pecados veniales en una mano, y los mortales en la otra. Ahí es nada.
Yo, para servir de ejemplo, cada vez que tengo que tomar una decisión importante, sueño con puertas, puertas sencillas, no románicas. En esos sueños, tengo que elegir por cual entrar. La decisión más reveladora, la hice hará unos treinta años. Determiné entrar, con corazón arrepentido y humillado, por la puerta de Cristo, no solo de una parte de su ser, sino de Cristo completo y verdadero que no necesita adornarse con reliquias. Para entrar por esta puerta, no me hizo falta viajar. Estaba en mi cuarto, sola. Y sola entré, aunque al otro lado había más gente como yo. Y amparada por sus jambas de perdón sigo, porque Él me sostiene.
Quizás por eso, me duelen tanto las ofertas de los años de jubileo que se hacen con Su Sacrificio, con el Evangelio, en las que parece faltar el conocido eslogan: “Pasen, vean, y si no queda satisfecho, le devolvemos... ¿los pecados?”.
Que tenga buen día.
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