Desde los primeros estudios medianamente avanzados sabemos que el primer Plutarco conocido fue un escritor y biógrafo griego nacido en Queronea hacia el año 50 después de Cristo. A los 20 años se instaló en Atenas, donde estudió retórica y ciencias. Quienes escribimos sobre el Cristianismo hemos consultado de vez en cuando su VIDAS PARALELAS.
Hubo otro Plutarco, Elías Calles Campuzano, mejor conocido como Plutarco Elías Calles. Nació en Guaymas, estado de Sonora, el 25 de septiembre de 1877 y murió en ciudad de México el 19 de octubre de 1945. Fue revolucionario, pedagogo, militar, político, presidente de los Estados Unidos Mexicanos en el cuatrienio de 1924 a 1928. En el primer año de su mandato viajó a Europa con el fin de estudiar la organización política, económica y social de Europa, en particular la Alemania Social Demócrata.
El gobierno de Plutarco Elías Calles destacó por su agresivo anticlericalismo. Mandó clausurar 142 templos católicos, cerró 73 conventos, expulsó del país a numerosos curas extranjeros, mayormente españoles.
Yo conocí al padre de nuestro Plutarco Bonilla Acosta, don Gregorio, en Las Palmas de Gran Canaria. Era anciano de la Iglesia que se reunía en el número 5 de la calle Pajonales. Cuando tuve oportunidad le pregunté cómo se le ocurrió imponer al niño nacido el nombre de Plutarco. Aun hoy día recuerdo su respuesta: “Lo hice en memoria del presidente mejicano Plutarco Elías Calles, anticlerical como yo”. Don Gregorio Bonilla era tan anticlerical, por lo menos, como aquél genio de la literatura y de la historia, también nacido en Las Palmas de Gran Canaria, Benito Pérez Galdós.
Entre las páginas de la Biblia que utilizo cuando subo a un púlpito, regalo de José Luis Andavert, conservo una antigua fotografía en blanco y negro. No me desprendo de ella. Reproduce los cuerpos de 22 varones jóvenes. Fue tomada en la Playa canaria de las Canteras en la semana santa del año 1951. Aquél año me encontraba haciendo el servicio militar en Santa Cruz de Tenerife. El entonces pastor de la Iglesia en calle Pajonales, Jaime Carder, norteamericano, fue a Tenerife con el propósito de pedirme que predicara en su iglesia los días jueves, viernes, sábado y domingo de Semana Santa. De Tenerife le había llegado la noticia de que el arte de la predicación se me daba bien. Lo que no sabía el bueno de don Jaime era que yo había sido convertido a Cristo sólo año y medio antes. Que procedía del campo del ateísmo, sin ningún conocimiento de la Biblia ni experiencia de Iglesia. Pero acepté. Y prediqué los cuatro días. La mañana del sábado fui con el grupo de jóvenes varones de la Iglesia a la playa de las Canteras. Ignoro quien tomó la fotografía, pero la imagen es muy buena. Tuvo que ser antes del baño, porque estamos todos en camisa y pantalón. Uno viste chaqueta. A tres nos cuelgan corbatas: uno a quien no logro identificar, otros dos Plutarco y yo.
Allí se inició mi amistad con Plutarco Bonilla Acosta, y permanece inquebrantable después de haber dormido el sueño del tiempo.
Terminado mi compromiso con el ejército regresé a Tánger y meses después fui llamado de nuevo a Tenerife para ejercer como pastor en las iglesias de Santa Cruz y La Orotava con el fin de sustituir en ese ministerio a Emiliano Acosta, muy querido por mí, amado, admirado, respetado; a ningún hombre he conocido tan entregado a la oración, sirviendo con tanta humildad a la gente, como don Emiliano. Emiliano abandonó Tenerife para regresar a Cuba, donde había nacido de padres canarios.
El año 1954 volví a Tánger, llamado por la Iglesia en la que había sido convertido. El fundador y hasta entonces pastor de la misma, Rubén Lores, decidió dar por finalizado su ministerio africano y se instaló con su familia en Nueva York. Pero no se olvidó de Tánger. En Minneapolis, estado norteamericano de Minnesota, fundó una pequeña Misión a la que puso por nombre TANGIER BIBLE FELLOWSHIP. Su único cometido era establecer en Tánger un Instituto Bíblico para preparar a jóvenes de iglesias evangélicas en España.
Plutarco Bonilla tuvo conocimiento del proyecto y un buen día se plantó en Tánger. Quería ser el primer estudiante. Yo vivía entonces solo, en un amplio apartamento de los Suanis, barrio algo apartado del centro de la ciudad. Plutarco se instaló conmigo y juntos estuvimos varios meses. Me fue de gran ayuda en mi trabajo al frente de la Iglesia Bíblica. El tiempo pasaba y el proyecto de Rubén Lores no materializaba. Plutarco decidió volver a Canarias y poco después embarcó hacia Costa Rica, admitido como estudiante en el entonces afamado Seminario Bíblico Latinoamericano.
Allí, en Costa Rica, se inició la brillante carrera académica, filosófica, teológica y bíblica de Plutarco Bonilla Acosta.
Su curriculum intelectual y teológico es impresionante (El teólogo es también intelectual. Separo sólo para diferenciar materias). De tener que escribir aquí toda su andadura en el campo de las letras y de la religión necesitaría muchas páginas. Ensayaré un resumen. En el Seminario Bíblico Latinoamericano de San José, Costa Rica, estudió teología, filosofía y lengua griega. Más tarde llegaría a ser Rector del citado Seminario y profesor de Filosofía en la Universidad de Costa Rica. En una de las instituciones religiosas más prestigiosas de Estados Unidos, el Seminario Teológico de Princeton, fue graduado de Doctor en Teología Bíblica. Siempre profesó un gran amor a la lengua, la literatura y la filosofía de Grecia. En la Universidad de Atenas primero, y luego en la Universidad Complutense de Madrid siguió estudios en lo que fue la pasión de toda su vida, la filosofía griega, la lengua antigua y moderna de Grecia. El tiempo que permaneció en Madrid prestó un gran servicio a la Iglesia que se reúne en la calle Teruel, siendo de bendición a todos cada vez que predicaba. De nuevo estuvimos juntos en el ministerio eclesiástico.
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