En el tercer capítulo de Eclesiastés Salomón trata sobre la elección del tiempo, tema apropiado para estos primeros días de un nuevo año. La intención del autor es decirnos que en el mundo establecido por Dios hay un tiempo para cada cosa. Los acontecimientos más trascendentales de la vida, como el nacer y el morir, junto a otros menos importantes, no dependen del hombre, están sujetos a la voluntad de Dios.
Nacer y morir
“Tiempo de nacer y tiempo de morir” (2:2).
El catálogo de actividades comienza con los dos sucesos más importantes del ser humano: el nacimiento y la muerte. Es el ciclo inevitable de la vida, que nadie puede parar. Engendrar es propio de la condición humana, pero detener la muerte está fuera de sus dominios : “no valen armas en tal guerra” (8:8).
Plantar y arrancar lo plantado
“Tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado” (3:2).
Después de hablar de la vida humana es natural que lo haga de la vida vegetal, que va en paralelo con la existencia del hombre.
Job, al ilustrar la brevedad de la vida y la seguridad de la muerte, contrasta la fugacidad de la flor con la decadencia y fin del ser humano: “el hombre nacido de mujer, corto de días, y hastiado de sinsabores, sale como una flor y es cortado, y huye como la sombra y no permanece. Ciertamente sus días están determinados, y el número de sus meses está cerca” de Dios. (Job 14:1-5).
Matar y curar
“Tiempo de matar y tiempo de curar” (3:3).
Nuestras actuaciones como seres humanos pueden estar dirigidas hacia el mal, matar, o hacia el bien, curar.
Para cada cosa disponemos de un tiempo.
Somos más propensos a herir que a curar.
Contrario a lo que Dios hace: “Él es quien hace la llaga, y Él la vendará. Él hiere, y sus manos curan” (Job 5:18).
Si en la vida hay tiempo de herir y tiempo de curar, sigamos el consejo del apóstol Pablo: “no nos cansemos de hacer el bien” (Gálatas 6:9).
Destruir y edificar
“Tiempo de destruir y tiempo de edificar” (3:3).
Tiempo de destruir y tiempo de edificar tiene el mismo sentido que matar y curar. Parece que aquí hay una referencia a las obras arquitectónicas llevadas a cabo por Salomón en el templo, en el palacio y en otros monumentos del reino de Israel.
En una segunda interpretación, no colaboremos a destruir vidas humanas, ni vidas espirituales de nuestros hermanos en la fe; contribuyamos a la edificación, a elevar la vida cristiana de aquellos que forman parte de la Iglesia a la que asistimos.
Llorar y reír
“Tiempo de llorar y tiempo de reír” (3:4).
Si se menciona antes el llanto que la risa es porque lloramos más que reímos. Salomón lo puntualiza en otro lugar: “Aún en la risa tendrá dolor el corazón; y el término de la alegría es congoja” (Proverbios 14:13). El poeta francés Caron de Beaumarchais decía que él se reía de todo por miedo a tener que llorar. Otro poeta, también francés, Nicolás Chamfort, escribió que el día más perdido de su vida era el día que no reía.
Endechar y bailar
“Tiempo de endechar y tiempo de bailar” (3:4).
Endechar y bailar trata de otros dos acontecimientos cumbres en toda vida humana: el funeral, donde se endecha o lamenta, y el matrimonio, donde se suele bailar. Ambos casos son manifestaciones que proceden del corazón. En varios pasajes de la Biblia, como en el caso de David ante el arca (2 Samuel 6:14-16), el baile tiene sentido religioso. Cristo se queja contra los judíos de su época porque no endechaban ni bailaban (Mateo 11:16-17).
Esparcir y juntar piedras
“Tiempo de esparcir piedras y tiempo de juntar piedras” (3:5).
Se han dado varias interpretaciones a este versículo, uno de los más oscuros del texto. La idea central, se ha dicho, es que hay un tiempo para quitar las piedras que impiden la fertilidad en los sembrados y otro tiempo para juntar piedras con vistas a la construcción. Ambos conceptos están contenidos en la parábola de la viña en Isaías 5:1-5.
Abrazar y no abrazar
“Tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar” (3:5).
Las dos cláusulas son fáciles de comprender. Ni podemos estar siempre abrazando a la gente ni debemos dejar de manifestarles nuestros sentimientos de amistad y de amor por medio del abrazo. Hay tiempo para todo. Pero antes de tirar piedras a una persona, como querían hacer los fariseos con la mujer que se menciona en el capítulo 8 de Juan, es preferible abrazarla.
Buscar y perder
“Tiempo de buscar y tiempo de perder” (3:6).
Junto con el gozar y el sufrir de los versículos 4 y 5, aquí se trata de buscar y saber perder; hechos que envuelven nuestra vida desde la cuna a la tumba. Estamos llamados a buscar lo mejor que pueda tener un ser humano, buscar la forma y las oportunidades de estar en disposición de ayudar a otros, y saber aceptar las pérdidas sin angustia ni desesperación.
Guardar y desechar
“Tiempo de guardar y tiempo de desechar” (3:6).
Guardar es ahorrar. El ahorro es poético, porque es creador. El derroche no es poético, porque es destructor. Ahorrar mientras se pueda, porque el sol de la mañana no dura todo el día. Si guardar es ganancia, también se gana al desechar todas aquellas cosas que conducen a la ruina. La ruina física, moral, espiritual. Esto último ha de ser rechazado.
Romper y coser
“Tiempo de romper y tiempo de coser” (3:7).
Romper y coser tienen un sentido natural y otro simbólico.
El primero se refiere al hecho natural de romperse las vestiduras por el uso de las mismas y a coserlas o remendarlas. El sentido simbólico está tomado de la costumbre judía de rasgarse las vestiduras, en unos casos en señal de dolor y en otros para mostrar indignación.
Empleemos el tiempo que nos da la vida en coser cicatrices, no en romper naturalezas débiles de por si.
Callar y hablar
“Tiempo de callar y tiempo de hablar” (3:7).
Se ha repetido en incontables ocasiones: somos esclavos de lo que hablamos; y somos dueños de lo que callamos.
Saber hablar y callar a su debido tiempo es una de las recomendaciones más frecuentes en los libros de Salomón. Es interesante notar que el autor menciona el callar antes que el hablar; y es que resulta más difícil aprender lo primero que lo segundo.
Amar y aborrecer
“Tiempo de amar y tiempo de aborrecer (3:8).
Si callar es más importante que hablar, amar es más importante que aborrecer, de aquí que el verbo amable anteceda al verbo aborrecible.
La ley mosaica, única que conocía Salomón, permitía el aborrecimiento. La ley cristiana, no. Es por lo que Cristo aconseja hacer bien incluso a aquellos que nos aborrecen y amar a quienes se declaran enemigos nuestros (Mateo 5:43-48).
Guerra y paz
“Tiempo de guerra y tiempo de paz” (3:8).
El versículo 8 de Eclesiastés tres resume todas las actividades del ser humano con los extremos de amor y aborrecimiento, guerra y paz.
Estadísticas publicadas en Ginebra, Suiza, afirman que desde el año 3.200 antes de Cristo hasta el siglo XX, es decir, en más de 5.000 años, han tenido lugar 14.513 guerras, que han matado a 3.640 millones de personas. Las mismas fuentes señalan que en esos 5.000 años sólo ha habido 292 años de paz.
La causa es el distanciamiento de Dios, la pérdida de la fe.
EN CONCLUSIÓN: Hagamos del 2014 un año distinto en nuestras vidas.
-Aceptemos el hecho de morir como aceptamos el de nacer.
-Plantemos, no arranquemos a destiempo.
-Curemos, no hiramos.
-Edifiquemos, no destruyamos.
-Riamos más que lloremos.
-Bailemos (?) no endechemos.
-Juntemos, no esparzamos piedras.
-No nos abstengamos de abrazar.
-Busquemos con afán y afrontemos las pérdidas con dignidad.
-Guardemos lo justo y desechemos lo que no conviene.
-Cosamos, no rompamos corazones.
-Aprendamos a callar más que a hablar lo que destruye.
-No aborrezcamos. Amemos.
-Evitemos las guerras y pleitos. Promovamos la paz.
Repitamos cada mañana la oración del salmista: “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Salmo 90:12).
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