Normandía. Seis de junio de 1944. Poco después de la media noche se inicia el lanzamiento de tropas británicas Airbone entre los ríos Orne y Dives. Había comenzado la batalla más grande conocida en la Historia de la Humanidad: la invasión aliada de Normandía, al noroeste de Francia.
Siguiente destino en el viaje por Francia que estoy narrando es Arromanches, a 266 kilómetros de París, en el canal de la Mancha. El lugar ha adquirido fama por el puerto artificial que los aliados construyeron al desembarcar la 50 división británica aquél 6 de junio de 1944. En realidad este puerto constituyó la única base para el desembarco aliado en Normandía y a partir del 1 de julio permitió efectuar un tránsito diario de 9.000 toneladas de material. Se le conoce como “Port Winston”, en honor a Churchill, impulsor de la idea.
El Museo de Arromanches impresiona por su contenido y fascina por la documentación que ofrece, especialmente sobre las playas donde desembarcaron las tropas aliadas:Utah, Omaha, Gold, Juno, Sword. Este museo fue construido frente a la playa de Arromanches, en el lugar exacto donde circulaban en medio de una agitación continua los hombres, equipos y provisiones que llegaban diariamente como refuerzo para los ejércitos liberadores.
El restaurante donde comemos, perteneciente al Hotel Normandie, en la Plaza 6 de junio de 1944, a 50 metros del Museo, coloca en las mesas a modo de mantel individual un detallado mapa impreso en papel fuerte con detalles de las playas y pueblos testigos de la invasión. Pido al camarero dos ejemplares y me los ofrece con amabilidad. Los conservo como recuerdo de aquella jornada.
A pocos kilómetros de Arromanches se encuentra la pequeña localidad de Bayeux. En la mañana del 7 de junio los británicos entraron al pueblo sin disparar un solo tiro.
Bayeux fue la primera ciudad liberada de la Francia continental y la única hasta la liberación de Cherburgo, por lo que se convirtió en breve tiempo en un centro neurálgico de gran actividad. Además, durante varios meses Bayeux fue la verdadera capital de la Francia libre. A ese minúsculo rincón del territorio francés que hasta hoy debe su gloria a la invasión de Normandía se dirigió el general De Gaulle el 14 de junio, pocas horas después de desembarcar en Courseulles: Allí declaró el general la soberanía de la Francia libre.
No nos llevó mucho tiempo fotografiar los monumentos que recuerdan la epopeya. El pueblo es pequeño: Monumento de la Liberación. Monumento conmemorativo británico. Monumento conmemoración de De Gaulle. Monumento de la Deportación. Columna conmemorativa del discurso del 14 de junio de 1944. Estela Sherwood Rangers. Estela Essex Regimiento. Rotonda Eisenhower, con una estatua del general estadounidense en uniforme militar. Cementerio británico. Museo conmemoración de la batalla de Normandía. En el cementerio se cuentan 4.648 tumbas. Frente al cementerio, en un monumento conmemorativo en forma de pórtico están grabados los nombres de 1.808 soldados desaparecidos en aquellas playas.
Aquí, mi amigo mejicano tuvo una de sus ocurrencias: “¡Tantas tropas para invadir no más una región del país. Esto lo habría hecho Pancho Villa solo con sus dorados valientes”. ¡Pues no, fíjate!
La invasión de Normandía por tropas aliadas no fue más que un episodio, aunque brillante, de aquella guerra que incendió gran parte del mundo durante cinco largos años, desde la invasión de Polonia por tropas alemanas el 1 de septiembre de 1939 hasta la rendición de Japón el 15 de agosto de 1945.
La tragedia atómica japonesa, con ser la última y la más catastrófica expresión de la guerra, no alcanzó a eclipsar el pavoroso saldo de aquellos años de batallas: 55 millones de muertos, 35 millones de heridos, 10 millones de desplazados, 3 millones de desaparecidos.
Nunca en la historia la población civil sufrió semejantes pérdidas. Nunca se emplearon armas, como la atómica, capaces de destruir a los seres humanos del planeta Tierra.
En tanto que algunos militares han hablado de la poesía de la guerra, la escritora y penalista gallega Concepción Arenal destripa sus horrores en un párrafo estremecedor. Dice: “la guerra es el hambre, la peste, el robo, el asesinato, el sacrificio, el olvido de todos los deberes, la violación de todos los derechos, la destrucción erigida en arte, el imperio de la fuerza, el verdugo de la ley, el escenario del dolor, las pasiones sin freno, la desolación sin límites, la perversidad sin castigo y el crimen sin remordimiento. ¡Esa es la guerra!”.
Abandonamos las playas de Normandía camino de Caen, en la confluencia de los ríos Orne y Odón. Es capital del departamento de Calvados, en tierras normandas.
Tiempo para visitar los museos más destacados: El Memorial de Caen contiene parte de la historia de la ciudad. Caen fue bombardeada sin piedad en el verano de 1944. Está considerada como ciudad mártir. El Museo de Normandía presenta un panorama de la vida en toda la región desde la prehistoria hasta la alta Edad Media. Museo de iniciación a la Naturaleza, dedicado a la fauna y la flora, animales mamíferos y rapaces. Un paseo por el jardín de plantas salvajes y cultivadas completa la visita.
Como en tantas otras ciudades, un pequeño tren turístico recorre los lugares de mayor interés en cuarenta y cinco minutos. Cenamos en un restaurante supuestamente vasco, el Bristol Basque, en el 24 de la calle Vendeuvre. Dormimos en el Hotel du Chateau, 5 Avenida 6 de junio. Bien. Pero nada del otro mundo. Tres estrellas. Hay más estrellas en el firmamento que cantan los poetas y los músicos.
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