Aunque el tema arrastra ya más de 30 años, los medios de comunicación españoles no echan en olvido la necesidad de suprimir o, al menos, revisar en profundidad los Acuerdos que atan al Estado español a las cárceles económicas del Vaticano.
Uno de los últimos en recordar el tema ha sido el periodista Juan G. Bedoya. El pasado 20 de junio publicó en el diario EL PAÍS un amplio trabajo que tituló LOS ACUERDOS DE LA DISCORDIA.
Dice Bedoya que los Acuerdos entre España y el Vaticano arrastran puntos de confusión y una disputa religiosa que vuelve de vez en cuando “como si por España no pasaran los años”.
Para una interpretación correcta del tema se impone desandar la Historia hasta mediados del siglo pasado. No es tan largo el trayecto.
Está documentado que Franco ganó la guerra coordinando con inteligencia y habilidad cinco ejércitos. El ejército propio de los sublevados, el ejército alemán, el ejército italiano, el ejército de los moros traídos de Marruecos y comandado por el rifeño general Mizzian y el ejército que puso en pie la jerarquía católica. Después de la guerra en España manda el Nacionalcatolicismo. Los cardenales, los obispos, los curas, los sacristanes, los monaguillos y, a la cabeza de todos, el Papa. En agosto de 1937 los obispos católicos españoles redactan y publican una carta colectiva en la que aprueban el levantamiento armado de 1936 “para salvar los principios de religión y justicia cristiana” (léase católica). Para el escritor y político Raul Morodo “el Estado franquista era, por definición, un Estado católico excluyente, en donde el Estado estaba al servicio de la religión católica y la religión al servicio del aparato estatal totalitario”.
Avanzada la posguerra Franco se da cuenta del aislamiento internacional impuesto a España. El presidente Truman se opuso a que España se beneficiara del Plan Marshall para la reconstrucción de Europa alegando la falta de libertad religiosa en el país.
Esta situación motivó la proclamación de EL FUERO DE LOS ESPAÑOLES en julio de 1945, una de las siete leyes fundamentales promulgadas durante el franquismo. EL FUERO pretendía lavar la cara del régimen y calmar en lo posible las protestas internacionales. Por otro lado, no quería desarraigar a la Iglesia católica, fiel aliada del Caudillo. El artículo 6 del Fuero quedó redactado en estos términos: “La profesión y la práctica de la religión católica, que es la del Estado español, gozará de la protección oficial. Nadie será molestado por sus creencias religiosas ni por el ejercicio privado de su culto. No se permitirán otras ceremonias ni manifestaciones externas que las de la religión católica”.
Papel mojado.
Fue precisamente a partir de 1945 cuando se inicia la persecución contra los cristianos evangélicos, de la que doy amplia información en mis libros DEFENSA DE LOS PROTESTANTES ESPAÑOLES (1958) y UN PROTESTANTE EN LA ESPAÑA DE FRANCO (2011). Alfonso Prieto, en el libro IGLESIA Y ESTADO EN ESPAÑA, cuenta que EL FUERO DE LOS ESPAÑOLES fue sometido previamente al Vaticano y no entró en vigor hasta ser autorizado por el Papa Pío XII.
Años después, el 28 de mayo de 1948, los obispos españoles afirmaron en una carta que circuló por todo el país que “si se introdujo un elemento de tolerancia de los cultos disidentes en el artículo 6 de EL FUERO DE LOS ESPAÑOLES, ello fue en vista de los extranjeros residentes en España”.
A los protestantes españoles que los parta un rayo.
Anticuado ya EL FUERO,
reclamando más privilegios la jerarquía católica, el 27 de agosto de 1953 el Estado español y el Estado vaticano proceden a la firma de un Concordato. Los artículos I, IV, IX, XVIII, XIX y XX aluden a las finanzas. España queda comprometida a entregar anualmente a la Iglesia católica sumas de dinero para todo su entramado religioso. A cambio, “los sacerdotes españoles diariamente elevarán preces por España y por el jefe del Estado”. ¡Muy caras costaban estas preces!
El Concordato de 1953 estuvo vigente 25 años, hasta 1978. Dice Bedoya que “muerto Franco, la palabra “concordato” estaba manchada de sangre y oprobio, tras los firmados por el Vaticano con dictadores como Hitler, Mussolini y el mismo dictador español”.
Entrados en la democracia, el Concordato de 1953 es sustituido por Acuerdos puntuales.En enero de 1979, siendo Adolfo Suárez presidente del Gobierno y Marcelino Oreja ministro de Asuntos Exteriores, España y el Vaticano firman cuatro importantes Acuerdos.
Oreja, ferviente propagandista católico, puso especial empeño en la firma de estos Acuerdos. El artículo II de los Acuerdos, dedicado a las finanzas, establecía que “el Estado se compromete a colaborar con la Iglesia católica en la consecución de su adecuado sostenimiento económico”. Por otro lado, el mismo artículo estatuía que a partir de 1982 se establecería el sistema de asignación tributaria, es decir, que el Estado dejaría de dar dinero a la Iglesia católica y esta recibiría para sus gastos aquello que los españoles quisieran darle a través del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (el IRPF). No fue así. Este pacto no se cumplió en 1982, ni en 1992, ni en el 2012, ni va camino de cumplirse.
El gobierno socialista presidido por
Rodríguez Zapatero hizo lo contrario, en lugar de quitar añadió. Liberó a la jerarquía católica del compromiso adquirido en 1979 y además incrementó en un 37 por ciento el regalo de millones que el Estado (nosotros, el pueblo, los españoles) otorga a la Iglesia católica.
En una de sus apariciones públicas en televisión, el secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE),
Alfredo Pérez Rubalcaba, se pronunció abiertamente contra la existencia de estos Acuerdos. No sólo por lo que concierne al aspecto financiero, también por las exigencias de la Iglesia católica en temas como los matrimonios, la enseñanza religiosa, el patrimonio artístico, la intromisión de la jerarquía en asuntos que sólo competen al Estado y otros.
Pero mirando el pasado, dudo del futuro. Lo de Rubalcaba puede ser un mero reclamo electoral. Si hace cinco siglos el caballero Don Quijote topó con la Iglesia, topando seguirán todos los gobiernos, sean de derechas, de izquierdas, de centro, de más izquierda o de ángeles que fundaran un partido político en las nubes que cubren los cielos de España.
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