Hemos llegado. Con dolor de corazón salimos de Santiago de Cuba, pero lo vencimos y aquí estamos. Hay mucha diferencia entre viajar para ver países y para ver pueblos. Guantánamo es más que un pueblo. Su población ronda los 250.000 habitantes. Es capital de provincia. El nombre, de raíz aborigen, significa “tierra entre ríos”. Las obras sobre geografía e historia consultadas concuerdan en que la ciudad fue fundada hacia finales del siglo XVIII.
En los inicios del XIX y en mayor número que a Santiago, a Guantánamo llegaron muchos colonos de origen francés huyendo de las continuas revueltas en la vecina Haití. Por lo general eran personas de alto nivel profesional en materia técnica y cultural. Introdujeron nuevos elementos para el tratamiento del café y la caña de azúcar.
Fue aquí donde el general Máximo Gómez dirigió en 1871 una intensa campaña militar contra los españoles que ocupaban el territorio. Años después, en 1895, tres grandes políticos y militares conocidos y queridos en toda la isla, Antonio Maceo, Máximo Gómez y José Martí desembarcaron con sus tropas en playas de Baracoa y Cajobabo para lanzar la segunda guerra de independencia.
Dos episodios relevantes han dado fama a la provincia y la ciudad de Guantánamo. Uno musical, alegre, y otro militar, territorial, triste: La canción Guantanamera y la base norteamericana en territorio cubano.
Después del tratado de París en 1902 por el que España renunciaba a sus derechos en la isla, Estados Unidos aceptó reconocer la independencia del país caribeño exigiendo a cambio la inclusión de una enmienda específica en la Primera Constitución cubana. Autor de esta enmienda fue el senador norteamericano Hitchcok Platt, quien amenazó con la ocupación militar permanente de la isla en caso de no ser aceptada. La enmienda exigía porciones de territorio cubano para instalaciones militares de Estados Unidos.
Cuba se vio obligada a ceder en la hermosa bahía de Guantánamo un territorio que abarca un área de 118 kilómetros cuadrados, 49 de tierra firme y el resto de agua y pantanos, delimitando una línea de costa de 18 kilómetros. El tratado firmado en 1902 entre ambos países establecía que Cuba recibiría anualmente un arriendo de 5.000 dólares “hasta que los Estados Unidos la necesitasen”.
Una de las primeras medidas tomadas por Fidel Castro cuando entró victorioso en La Habana en enero de 1959, fue renunciar a este estipendio vergonzoso y pedir que los norteamericanos salieran de ese enclave cubano. Inútil. Han transcurrido 52 años desde entonces y Estados Unidos continúa allí anclado. Actualmente la base de Guantánamo, conocida en todo el mundo, es una prisión militar donde viven recluidos supuestos combatientes del terrorismo islámico.
Más alegre es otro episodio que ha convertido a Guantánamo en ciudad universal: La canción “Guajira Guantanamera”. Con estrofas de José Martí tomadas de su composición poética “Versos sencillos” y música de Joséito Fernández, “Guajarita Guantanamera” se canta en medio mundo, más en las repúblicas de América Latina, en países del Caribe y, desde luego, en Cuba.
Aquí la repiten emisoras de televisión y de radio, la cantan desde los conjuntos musicales más encumbrados hasta los guitarristas de escasa voz que entretienen a la parroquia en los muros del malecón habanero.
Cuando en cualquier restaurante de la isla se acercan tríos con guitarras templadas a las mesas donde engullen los turistas y les piden que soliciten una canción, la primera que se les ocurre es “Guajira Guantanamera”. La que más conocen, a veces seguida de “Comandante Che Guevara”.
Experimento placer y considero casi obligación reproducir aquí la letra de esta sin par canción.
Yo soy un hombre sincero
de donde crece la palma
y antes de morirme quiero
echar mis versos del alma.
Tiene el leopardo un abrigo
en su monte seco y pardo
y tengo más que el leopardo
porque tengo un buen amigo.
Yo quiero cuando me muera
sin patria pero sin amo
tener en mi tumba un ramo
de flores y una bandera.
No me pongan en lo oscuro
a morir como un traidor
yo soy bueno y como bueno
moriré de cara al sol.
Cultivo una rosa blanca
en julio como en enero
para el amigo sincero
que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo
cardos ni ortigas cultivo
cultivo una rosa blanca.
Leí no recuerdo dónde -¡leo tanto!- que no merecía la pena una visita a Guantánamo porque nada tiene de interés para el extranjero. Si alguien te lo insinúa, no prestes atención. Ven. Vamos a patear la ciudad.
Iniciamos el recorrido por el norte, vía Plaza de la Revolución, nomenclatura que no falta en ciudades y pueblos de Cuba. Fíjate en esas impresionantes esculturas de los inseparables amigos Marx y Engels, padres del sistema marxista, heredero y culminación crítica de la filosofía alemana, la economía política británica y el socialismo utópico francés. En la Plaza de la Revolución también puedes fotografiar el grupo monumental erigido en memoria de Mariana Grajales, madre del general revolucionario Antonio Maceo. Dice José Martí que de Mariana fue el grito aquél: “si ahora no va a haber mujeres, ¿quién curará de los heridos?”.
A dos pasos de allí encuentras el Palacio Salcines, coronado en la cúpula por una figura femenina que representa la Fama. Una encuesta popular la eligió como símbolo de la ciudad en 1992.
El
Centro Cultural, donde puedes asistir a conciertos de música tradicional, lo tienes en la calle Máximo Gómez 1062, no lejos del Parque Martí. Más música, que según Aristóteles purifica las pasiones y provoca en los humanos una alegría inocente, puedes disfrutarla en
La Ruina, calle Calixta García y en la
Casa de Promociones Musicales, en el 906 de la misma calle.
Quiero llevarte a un lugar único en las afueras de la ciudad. Al parque zoológico más raro del mundo. Aquí no hay animales vivos en nuevas condiciones ambientales. Los animales de este parque están labrados en piedras. Así, tal como lo lees: en piedras. En 1977 un campesino de la zona de Boquerón, caserío del municipio de Yateras, cercano a la capital, llamado Ángel Iñigo Blanco, arremetió con su hacha contra las piedras de su finca y fue creando figuras de animales según el discurrir de su imaginación. Las rocas cobraron vidas convertidas en leones, elefantes, monos, serpientes, jirafas, y así hasta mil piezas que hoy se muestran en este parque original. Quitando de unas partes y poniendo en otras, este escultor sin escuela ha realizado obras maestras. Si Mariano de Cavia levantó su vaso por Rodin por haber plasmado el pensamiento en piedra, habría que levantar una copa del mejor champan francés por la imaginación sin límites de Iñigo Blanco.
Si eres aficionado al montañismo, si no te cansas al subir un pie tras otro, puedes ascender hasta la loma de Malones, en el municipio guantanamero de Cainamera. ¿Para qué? Sólo por curiosidad. Porque desde aquí tienes una vista espléndida, aunque algo lejana, del enclave norteamericano en la bahía de Guantánamo. Además, ya que estás allí, puedes acercarte al Museo de Caimanera, donde podrás incrementar tu cultura con documentos históricos relacionados con la base americana en aguas cubanas.
Te cuento ahora lo que poco se cuenta. Un hombre nacido en Guantánamo de familia humilde llamado Arnaldo Tamayo Méndez viajó al cosmos en 1980. Formó parte de la tripulación que subió más arriba de arriba en la nave espacial Soyuz 38, lanzada por la entonces Unión Soviética. Fue el número 97 de los humanos enviados a territorios siderales, el único cubano, el único hispanoamericano en ascender, literalmente, tan alto.
Se nos ha venido la noche. ¿Venir? ¿Es correcto el verbo aplicado al tiempo? ¡Qué más da! Son las veintiuna horas. Hay que buscar hotel. No tienes mucho donde elegir. En el 13 de la calle Norte, entre Ahogado y Oeste, está el Hotel Guantánamo. Pertenece a la cadena Islazul, luego es barato. Mañana peregrinaremos hacia nuestra penúltima etapa. Cena. Pide una copa de vino tiento de Soroa, un vino cubano de buen paladar. Duerme y sueña con los angelitos. ¿Existen aquí o allá?.
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