Sal del Hotel Sierra Maestra, donde dormiste anoche en Bayamo, y continúa carretera adelante, sin desviarte a derecha ni a izquierda. De Bayamo a Manzanillo tienes 64 kilómetros. Buena carretera.
Manzanillo, a medio camino entre Bayamo y Niquero, remonta su asentamiento al siglo XVIII. En su historia cuenta cincuenta años de revoluciones. Es la segunda ciudad en importancia en la provincia de Granma y su principal puerto pesquero.
Ni quiero desilusionarte ni quiero rebajar la importancia de la ciudad, pero sus mismos habitantes son conscientes de que tiene poco que ofrecer al turista. El centro de la villa está todo él organizado en torno al parque Céspedes y la calle Maceo.
Una sugerencia: antes de patear la ciudad, ¿por qué no recorres nueve kilómetros hasta el poblado de Demajagua? Aquí, Carlos Manuel Céspedes, padre de la patria, tenía una finca grande. El 10 de octubre de 1868, como he dejado escrito en otros lugares, Céspedes dio libertad a todos los esclavos que trabajaban en ella e inició la guerra de independencia. ¡Fuera los españoles! ¡Dentro los cubanos!
Regresa al centro de Manzanillo.
El parque Céspedes es el lugar más animado. En el centro puedes ver una hermosa glorieta estilo morisco (¿llegó Mahoma hasta Manzanillo?).
En 1927 los tabaqueros de Manzanillo iniciaron la construcción de un edificio para su gremio. Pasaron por numerosas vicisitudes hasta que pudo ser inaugurado algunos años después. La construcción alberga hoy el Museo de Luchas Obreras. Ha sido declarado Monumento Nacional. Lo tienes en el 181 de la calle Purísima, esquina a Maceo.
Una vez dijeron a Sócrates que un personaje conocido había confesado no aprender nada de sus viajes por el mundo de entonces. “Lo creo –respondió el filósofo-. No ha aprendido nada porque como compañero de viaje se llevó a sí mismo”. Y el hombre era un aburrido, sin interés alguno por las personas ni por las cosas.
Tú no eres así, de aquí que haya llamado tu atención sobre este Museo, al parecer de poco interés turístico. A ti te interesa todo. Es lo que caracteriza al buen viajero.
Porque soy consciente de esto te llevo a otro Monumento Nacional poco frecuentado. El levantado en honor de Jesús Menéndez. Este Menéndez ingresó en el Partido Comunista de Cuba en 1931, a la edad de 20 años. En 1948, siendo presidente de la isla Prío Socarrás, cuyo gobierno se caracterizó por continuas perturbaciones obreras, fue asesinado en la estación de Manzanillo por el capitán Joaquín Casillas “por orden superior”. El Monumento Nacional erigido a su memoria está en el andén de la Estación de Ferrocarriles de Manzanillo. Se conoce como Plaza Jesús Menéndez.
Una obra en cerámica que se encuentra entre las calles Martí y Caballero rinde tributo a la guerrillera Celia Sánchez, fiel compañera de Fidel Castro en los años de Sierra Maestra. Nació en Media Luna, pueblo costero a quince kilómetros de Manzanillo.
¿Quieres escuchar música? ¿Estás de humor para la armonía y el ritmo? A partir de las nueve de la noche abre la Casa de la Trova en el 213 de la calle Merchán.
¡El mar, la mar! Lorca lo llamó “dientes de espuma, labios de cielo”. El mar, la mar, una fuerza más grande que la vida. Mucho hemos hablado del mar, que a ti te gusta y que yo adoro desde la cuna. En Manzanillo el mar se abre ante tus ojos como esa madre grande y dulce, como la amante de los hombres.
Deja el coche donde puedas. Disfruta un paseo a pie por el malecón. Aquí el rompeolas invita a considerar en tus propios pensamientos el oculto misterio del mar. Además, es un paseo entretenido, porque este trozo de muralla contra la que se estrellan las olas está adornado con algunas esculturas de figuras femeninas.
De la tierra el cordero y de la mar el mero. Puesto que junto al mar estamos y es la hora del almuerzo, te sugiero pescado. Me lo aseguró el joven funcionario del Archivo Histórico de Manzanillo, pero yo lo había leído ya en algún libro. En Manzanillo encuentras el mejor pescado que existe en toda esa zona oriental. Te recomiendo dos lugares: el restaurante La Lisetera, en el mismo malecón, o el Paladar La Roca, en la calle Mártires del Vietnam. Los restaurantes de los hoteles o los que son del Estado fuera de ellos, generalmente te ofrecen el pescado fileteado. Lo procesan en centros dedicados a esto y lo distribuyen a hoteles y restaurantes. Esto es igual en toda la isla. Los paladares, casas de comidas establecidas en antiguos domicilios particulares o en locales convertidos en pequeños restaurantes, no más de diez o doce mesas, suelen tener otro tipo de pescado, como pequeños pargos, que te los ofrecen fritos o al carbón. Existe la idea de que comer en un paladar resulta más barato que hacerlo en un restaurante del Estado. No lo creas. Esto ocurría años atrás, cuando se iniciaron. Ahora gastas lo mismo en un restaurante del Estado que en un paladar. Aquí pueden incluso cobrarte más. Que ofrecen otro tipo de comida, es cierto. Pero comer en cualquier paladar de los que abundan en toda la isla no es ninguna ganga a la hora de pagar.
Antes de decir adiós a Manzanillo escudriña bien sus rincones. Hay cosas que no te he mencionado. Las dejo a tu curiosidad. Un viajero sin curiosidad es como un pájaro sin alas.
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