Pongamos que tú llegas a La Habana y en el mismo aeropuerto José Martí alquilas un coche (allí le llaman carro). Lo haces, y es aconsejable, para desplazarte por la ciudad o si quieres visitar algunas de las maravillosas poblaciones y playas que te brinda la isla. Si lo que pretendes es quedarte en Varadero, en uno de esos hoteles todo incluido, donde te ponen en la muñeca una pulsera verde cuando entras y te la quitan cuando sales, bañarte a diario y tostarte al sol como un cangrejo, olvídate del coche. Pero entonces, cuando desembarques en Madrid no digas que llegas de Cuba. Para esto lo pasarías mejor y más barato en cualquier hotel de nuestras costas españolas.
Si quieres conocer otros rincones de la isla por ti mismo, el coche es necesidad prioritaria. El transporte dentro de la ciudad y por carretera tiene muchas dificultades. Alquilar un coche mediano en las oficinas de Transtur o Gaviota, instaladas en el mismo aeropuerto, puede costarte en temporada baja unos 75 pesos C.U.C., la moneda convertible obligatoria para los extranjeros que visitan la isla. Por 100 euros pueden darte entre 120 y 130 pesos convertibles, dependiendo del cambio del momento. El precio del coche incluye seguro obligatorio y kilometraje libre. Pagas lo mismo por el recorrido de 100 kilómetros que por 10.000.
Normalmente te piden un depósito de 200 C.U.C. para cubrir posibles desperfectos no incluidos en el seguro. Si todo va bien, esa cantidad te la devuelven al entregar el vehículo.
Ya estás en marcha por las calles de La Habana a bordo de la máquina alquilada. ¡Cuidado! Si dan un golpe al coche en la vía pública o aparcado, debes ir inmediatamente a la Comisaría de Policía más próxima y denunciarlo. El agente te extenderá un documento, trámite que suele ser breve y amable, según mi experiencia, constatando tu denuncia. Si no cumples este requisito, a la hora de entregar el coche en la oficina de alquiler en el aeropuerto puedes tener problemas. El seguro te funciona siempre, no te van a exigir que pagues por pequeños desperfectos, pero el certificado de la Policía es imprescindible.
Yo fui por primera vez a Cuba en 1986, después de haber conocido a Fidel Castro en Managua, el 10 de enero de 1985. Estaba allí como periodista personalmente invitado por el ministro de Asuntos Exteriores del nuevo régimen. El hotel donde nos alojaron a todos, Camino Real, estaba lleno de políticos y militares procedentes de la antigua Unión Soviética. Hombres grandes y gordos, con gordas y grandes medallas colgadas en sus uniformes militares, llegados para apoyar al régimen sandinista supuestamente de izquierdas.
En aquél hotel mantuve tres charlas con otro invitado de honor, sin medallas ni uniforme, el Premio Nobel de Literatura colombiano Gabriel García Márquez.
¿Me estoy apartando del principal propósito de este artículo? No. Ten paciencia.
He escrito todo lo anterior para decirte las veces que he estado en Cuba desde mi primer viaje en 1986.
Prácticamente he pernoctado en los hoteles más conocidos de La Habana: El Nacional, Riviera, Meliá Cohiba, Meliá Habana, Comodoro, Habana Libre, Copacabana, Panorama, Occidental Miramar y otros. El incidente que relato a continuación ocurrió en el Chateau Miramar, un pequeño hotel de cuatro estrellas situado en Primera Avenida, entre 60 y 70 frente al mar - de hecho su piscina es de agua marítima- detrás del Acuario, cerca de los hoteles panorama y Meliá Habana.
Una mañana, después del desayuno, voy al parking del hotel para dirigirme a la parte vieja de la ciudad. Entonces compruebo que a mí coche de alquiler habían dado un fuerte golpe en la puerta trasera derecha. Conocedor de las leyes que he apuntado más arriba, llego a una Comisaría de Policía para denunciar el hecho. El oficial que me atiende con amabilidad me ofrece asiento y pide todos mis datos. Teclea varios minutos en su ordenador. Luego se vuelve hacia mí con leve sonrisa y pícara mirada y dice: -“Monroy, tú has entrado a Cuba en 53 ocasiones”.
Yo ignoraba el dato. Le digo:
-“El año pasado Cuba tuvo dos millones de turistas. ¿Todos están en el ordenador?”.
Sin dejar de sonreír responde:
-“No, no todos. Sólo las personas que nos interesan”.
Después de aquella observación del oficial de policía he realizado ocho viajes más a la isla, lo que suma un total de 61.
¿Qué sentido tiene esta historia? Simplemente, decirte que en esta larga serie, a la que preveo muchos capítulos –los iré escribiendo semana tras semana- te iré presentando una panorámica general de la Cuba que yo he conocido y vivido. Esta no es una obra de laboratorio. Es el sumario geográfico y biográfico redactado por una persona que ha recorrido palmo a palmo las ciudades y pueblos que retrata en frases literarias.
Lo que hice en 1983 en mi libro sobre la entonces Unión Soviética, SIN HOZ NI MARTILLO y en 1986 en torno a países y ciudades como Japón, Filipinas, Tailandia, India, China, Macao, Estados Unidos y Londres en mi otro libro ALFORJAS Y CAMINOS, lo haré con Cuba: construir unos capítulos basados en observaciones personales y vivencias íntimas.
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