He leído un informe que me ha dejado el ánimo sobrecogido. De los más de 45 millones de humanos que vivimos en este país llamado España, al menos15 millones padecen algún tipo de depresión ¡Gravísimo!
Los psiquiatras distinguen dos clases de depresiones. Una llamada depresión “receptiva”, que responde a un hecho concreto, como la muerte de un ser querido, un fracaso sentimental, una ruina económica, etc.
Otra la llaman depresión “endógena”, que es una forma de depresión sin causa aparente que la justifique. Esta definición nos parece errada. Porque toda depresión tiene una causa o una cadena de causas.
La depresión es una situación y hay que mirar por dentro a la persona que sufre para conocer la causa de su tristeza, de su vacío, de su apatía por la vida.
No podemos cargar toda la culpa a la crisis económica. Es un factor añadido importante, pero hay otros que hemos ido construyendo como nación día a día y año a año.
Un factor desencadenante de la depresión son los problemas familiares.
Maridos que pegan a sus mujeres.
Mujeres que discuten continuamente.
Parejas que se engañan mutuamente.
Matrimonios que se rompen.
Hijos que presencian discusiones a diario en el hogar.
Padres que insultan, maltratan y pegan a los hijos.
Familias enteras en las que la convivencia se convierte en un infierno.
Se deprimen los maridos.
Se deprimen las mujeres
Se deprimen los hijos.
Se intentan los suicidios.
Hemos creado un tipo de sociedad que nos ha llevado al desajuste personal.
Una sociedad organizada a modo de computadora en la que no hay lugar para las expansiones personales.
Una sociedad de derechos que funciona como un policía. Todos pretenden luchar por la justicia y se margina al individuo y sus problemas humanos.
Una sociedad irresponsable en la que nos acusamos unos a otros. Hablamos de concienciar a los demás y hemos perdido el sentido de la conciencia.
Una sociedad egoísta que ha inventado el lema: “Ése es tu problema”. Nos encogemos de hombros, indiferentes a los dolores ajenos.
Una sociedad deshumanizada, en la que es difícil encontrar un corazón compasivo y una mano abierta.
“Las depresiones que padecemos hoy a nivel individual se deben en gran parte al desequilibrio social de esta segunda parte del siglo XX”, ha dicho el psiquiatra mejicano Raúl Torres.
Muchas depresiones ocurren por falta de un equilibrio completo de la personalidad.
Cuando la persona deprimida acude al psiquiatra, éste inicia un acercamiento mental al paciente, como si todos los males de la persona deprimida procedieran de la mente.
De ahí la reacción inmediata del deprimido: “No quiero ir al psiquiatra. No estoy loco”.
Y lleva razón.
En la historia del Oeste americano abundan los ejemplos de propietarios que vendieron los terrenos porque no hallaban petróleo. Los nuevos dueños horadaron a mayor profundidad y brotó petróleo.
Pablo dice que nuestra personalidad integral se compone de cuerpo, alma y espíritu (1 Tesalonicenses 5:23).
El espíritu nos relaciona con Dios.
El alma nos relaciona con nuestro ser interior.
El cuerpo nos relaciona con nuestros semejantes.
Cuando uno de estos tres componentes se desajusta, el resto del cuerpo no funciona con el necesario equilibrio.
En el tratamiento de la depresión, como en los pozos de petróleo, hay que explorar hondo para obtener resultados.
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