Titulares de Prensa:
“La Banca del Vaticano está siendo sometida a una investigación por supuesta violación de normas antiblanqueo” (EL PAÍS, 3-6-2012).
“El dinero sucio salpica al Vaticano” (EL PAÍS 10-6-2012).
“La sombra de la mafia llega hasta los confines del Vaticano” (EL MUNDO 10-6-2012).
“El diablo en la santa Sede” (EL PAÍS 3-6-2012).
“Acoso judicial al exbanquero del Vaticano, que teme por su vida” (LA VANGUARDIA 8-6-2012).
“Los cómplices del mayordomo del Papa dicen que quería limpiar el Vaticano” (EL PAÍS 29-5-2012).
“El estado del Vaticano y su Iglesia tendrían que estar condenados por el tribunal superior de la Haya” (ES HORA 8-6-2012).
Están también las caricaturas, sólo menciono dos: el semanario ES HORA publicaba en su portada del 6 de junio el rostro de un papa con ojos desorbitados, boca y dientes de diablo. Demasiado fuerte, a mi entender. Podría ser constitutiva de delito esta caricatura.
La sátira de El Roto en EL PAÍS más suave, pero no menos ilustrativa. Dibujaba a un demonio con brazos alzados hasta la frente emergiendo del fuego del infierno. El texto ponía en boca del demonio esta frase: “trabajaba en el Vaticano, pero lo he dejado, era peor que el infierno”.
Todo, titulares y dibujos aluden al lanzamiento de documentos secretos entre los que se incluye correspondencia privada de Benedicto XVI, difundidos por el que fuera mayordomo del Papa Paolo Gabriele.
La preocupación, el dolor y la tristeza del Papa son comprensibles. La traición de quien tiene rostro de amigo duele más que la espada del enemigo. La serpiente escondida entre las flores es uno de los mitos más verdaderos que la antigüedad nos ha legado.
Todo comenzó el verano pasado, cuando a través de un programa de televisión el arzobispo Carlo María Vigano difundió una carta en la que contaba al Papa diversos casos de corrupción dentro del Vaticano. El tema se fue enredando. El cardenal colombiano Darío Costrillón envió una carta a Benedicto XVI en la que le alertaba de un viaje realizado por el cardenal de Palermo a China. Según la carta del cardenal colombiano, el de Palermo declaró: “El Papa morirá en 12 meses”, contando además supuestos secretos del Vaticano tales como que el Papa y su número dos, Tarsicio Bertone, se llevan a matar.
La primavera pasada apareció en Italia un libro muy comprometido para el Vaticano: SU SANTIDAD, LOS PAPELES SECRETOS DE BENEDICTO XVI. En el libro se reproducen decenas de documentos ultrasecretos que involucran a la alta jerarquía del Vaticano. El Papa nombró a tres cardenales mayores de 80 años para que investigaran la fuga de documentos. Los cardenales se pusieron a trabajar y el martes 22 de mayo se procedió a detener y encarcelar a Paolo Gabriele, el mayordomo del Papa, acusado de ser el traidor. Gabriele tiene 46 años, casado y con tres hijos, en posesión de la doble ciudadanía italiana y vaticana. El secreto se mantiene dos días. El viernes 25 la noticia salta a la prensa: el mayordomo del Papa, detenido por desvelar y difundir documentos secretos. Paolo Gabriele está actualmente detenido en “una celda de seguridad en alguna parte de las 40 hectáreas sobre las que se asienta el Estado del Vaticano”. Según unos, reza y calla. Según otros, colabora con la investigación.
La detención de Paolo Gabriele no ha puesto fin al terremoto. Seguidores y amigos suyos amenazan con ir desvelando gota a gota centenares de cartas que dicen tener en su poder. “Y para demostrar que la cacería en el Vaticano no ha hecho más que empezar sitúan el foco de la sospecha en el secretario personal de Joseph Ratzinger”, escribe desde Roma Pablo Ordaz, corresponsal del diario EL PAIS. El portavoz del Vaticano, Federico Lombardí, aseguró el pasado 3 de junio: “El Papa conoce los problemas de la Iglesia, que son muchos. No se asusta por la situación creada con la filtración y la publicación de documentos reservados”.
Poco creíble.
Las apariciones recientes del Papa en televisión muestran a un anciano demacrado, debilitado, con gesto de cansancio, que tal vez sea más íntimo que externo, cansancio del alma más que del cuerpo.
En todo caso, si al Papa no le preocupa la situación, a otros sí.
La prensa no cesa en las denuncias y diatribas. Valentín Ogarzábal, director del semanario ES HORA, escribió un durísimo editorial el 8 de junio atacando al Vaticano con palabras irreproducibles.
Más moderado, Miguel Ángel Mellado publicó un recuadro en el diario EL MUNDO (10-6-2012) en el que avisaba no querer meterse en honduras religiosas para no molestar. “Pero más se molestará el Cristo del madero (¿el del madero o el Cristo vivo?) al contemplar los sucesos en la capital del catolicismo”, afirmaba Mellado. Y concluía: “Benedicto XVI debería convocar un Concilio Vaticano III, como Juan XXIII en 1962. Entonces fue para adaptar la Iglesia a los tiempos modernos: Y ahora, para desadaptarla: la curía romana copió los peores valores de la sociedad, como la corrupción y la bajeza moral”.
He escrito este artículo desde la perspectiva del simple cronista. Me he limitado a presentar los hechos, sin apenas comentarlos. He puesto sumo cuidado en no herir la conciencia del lector católico. Los problemas que está padeciendo actualmente el Vaticano no son para alegrarse, son para entristecerse.
De una u otra manera el desprestigio de una religión acaba afectando a todas las religiones, a todas las creencias. Cuando Dios es cuestionado el ateísmo se frota las manos. Sus salivas salpican el rostro del creyente. Y es lo que menos queremos.
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