Indignados en EEUU e Inglaterra

En mayo de 1968 París de Francia vivió una eclosión revolucionaria que puso en tela de juicio las bases del ordenamiento político, jurídico, social y hasta humano. Cuarenta y nueve mil jóvenes airados ocuparon la vieja universidad de la Sorbona, el teatro Ondeón y otros edificios emblemáticos de la capital francesa. Tenían como lema “la imaginación al poder”. Dimitió el ministro de Educación, Alain Peyreffite, y el propio presidente del país, entonces el general Charles de Gaulle, se refugió unos días en Alemania.

Años antes había surgido en California la llamada “Beat Generation”, una corriente poética formada por los primeros clientes que tuvo el caudillo de la droga LSD, Timothy Leary. “Ser beat –decían– es estar en el fondo de la propia personalidad, mirando hacia arriba”. Dos de sus líderes más destacados, los poetas Lawrence Ferlinghetti y Allen Ginsberg publicaron por aquellos años el germen ideológico que más tarde adoptaría el movimiento Hippy.

A diferencia de los indignados de París, los indignados hippies de California eran pacíficos. Su protesta iba contra las costumbres sociales, decían. “El desprendimiento más absoluto de toda obligación: lavarse, peinarse, afeitarse, vestirse limpiamente, es una obligación. Es preciso rechazarla porque impide vivir en andrajos. Seguir un horario es vivir según la sociedad burguesa; hay que rechazar el reloj y hacer lo que uno quiera a la luz del sol o de la luna…Perseguir el goce inmediato, la sensación cada vez más fuerte, la satisfacción simultánea del deseo, eso es libertad…”.

Este ideario lo llevaban al extremo en ocasiones. El periodista Pierre André Marcotté escribió que los hippies entendían por abrazarse a la humanidad hacerlo en la carne “de su último enlace o en la de la compañera de servicio que se encuentra sobre el terreno o en la satisfacción con el vecino cuando no había bastantes chicas”.

Los hippies de los años 70 recorrieron los caminos de la tierra con collares de flores al cuello y guitarra al hombro. Así pretendían cambiar el mundo. No se cambiaron ni a sí mismos.

Nada hay nuevo bajo el sol, dice Salomón. “Generación va y generación viene; mas la tierra siempre permanece”.

Ahora toca el turno a la generación de los indignados. Otros indignados. Este movimiento se inició en Islandia y consolidó en España el 15 de mayo de 2011. Milesde jóvenes tomaron por asalto la Puerta del Sol y otros puntos céntricos de Madrid. Pronto retomaron con fuerza sus concentraciones de protesta no sólo en España sino también en otros países de Europa y de América. En el fondo de las protestas del 15 de mayo (15M) en Madrid estaba el desencanto ante los comportamientos corruptos de muchos políticos, la impresión de estar pagando su doblegamiento a las imposiciones del mercado financiero, un elevado índice de desconfianza hacia las economías, los economistas y los políticos gobernantes. Expresaban su descontento ante una sociedad orgullosa de la democracia y la libertad cuando la realidad, decían, es que ni hay democracia ni tampoco libertad en los países de Occidente.

La mecha encendida por los indignados de Madrid ha prendido en otros rincones de la tierra. En estos momentos se calcula que el movimiento del 15M está presente en 950 ciudades del planeta. Estados Unidos e Inglaterra se están viendo sacudidos por lo que el historiador Arnold J. Toynbee calificó en su día como “el drama de una generación de jóvenes sin objetivos, con una vida interiormente vacía, aburrida, desilusionada”.

La chispa encendida el 15 de mayo en Madrid está incendiando territorios de Estados Unidos. En Atlanta y en California, casi al mismo tiempo, los indignados levantaron campamentos en parques públicos. La policía tuvo que emplear gases lacrimógenos para desalojarlos. También pegó palos y encarcelaron temporalmente a algunos jóvenes. En Nueva York el 15M tuvo más protagonismo. Los indignados acamparon en la zona de Wall Street, donde se mueve el capital y viven estrellas del cine, escritores y otros famosos. Ante la llegada del invierno pidieron al alcalde Bloomberg que les facilitara un refugio durante las próximas semanas para poder mantener vivas sus protestas durante el gélido invierno neoyorkino. Hace mes y medio los indignados de Nueva York volaron alto. Presentaron al Congreso de los Estados Unidos una lista de propuestas de las cuales la principal era que el Gobierno investigue la forma en que maneja las finanzas. Nadie cree que el Gobierno vaya a tomar en serio las exigencias de los indignados. Las manifestaciones en Nueva York están lejos de ser pacíficas. La policía está enfadada por tener que trabajar día y noche en un intento de controlar las manifestaciones que según ellos carecen de sentido.

En Londres, los indignados llegaron hasta las puertas de la catedral anglicana de San Pablo, en la City de la capital. Allí instalaron 240 tiendas semejantes a las que plantaron en la madrileña Puerta del Sol. Desde el primer momento manifestaron que nada tenían contra la religión. Su objetivo era la cercan Bolsa, donde se mueve el dinero, donde fluyen todos los intereses económicos. Ante la orden de desalojo dictada por la autoridad de la ciudad, los indignados respondieron: “No estamos haciendo daño a nadie; sólo arrojando luz sobre asuntos importantes”. El político conservador Boris Johnson se quejó de “infravalorar las protestas y convertir a los ocupantes en los enemigos, en vez de escuchar sus demandas sobre la falta de empleo y la situación económica”.

La catedral anglicana de San Pablo, considerada como uno de los más importantes edificios renacentistas del mundo, se terminó de construir en 1710. En sus escalinatas se instalaron los indignados, y otros que lo estaban menos, pero que se subieron al carro de las protestas, hacia mediados de octubre. La ministra del Interior, Theresa May, dio órdenes de emprender acciones legales y despejar las protestas lo antes posible.

Los indignados han llegado a crear un auténtico cisma en la Iglesia anglicana. El obispo de Londres, número dos en la jerarquía eclesiástica, sermoneó a los ocupantes para que recogieran sus bártulos y se marcharan. Poco después dio marcha atrás y suspendió las acciones legales para forzar el desalojo. Esto motivó la dimisión del canciller de la catedral, Giles Fraser, del decano, Graeme Knowles y de otros altos miembros del consistorio anglicano. La máxima autoridad de la Iglesia anglicana, el arzobispo de Canterbury, ha sido acusado de guardar silencio.

Los indignados de Londres han llegado a dividir la Iglesia anglicana en sus cabezas más influyentes.

A todo esto, Cristo no ha quedado al margen. Como siempre. En el verano de 1970 el disco musical más vendido en Estados Unidos, Francia e Inglaterra llevaba como título: “Jesucristo hippy”.

Una de sus estrofas decía:
“Jesucristo, Jesucristo,
Jesucristo es un hippy”

Las revistas de la contracultura publicaron dibujos de Cristo con greñas en la cabeza y vestido a la manera estrafalaria de los hippies. Decían que Cristo fue el primer hippy. ¿Lo creían o sólo lo proclamaban?

Ahora, un tal Javier Roca, policía municipal en Madrid, defensor del Movimiento 15M, dice a todos los que quieren escucharle, que son muchos en la Puerta del Sol, que “Jesús fue el primer indignado”.

Jesús calla. Tal vez no le importe la utilización que vienen haciendo unos y otros, unos y muchos a lo largo de la historia, de su nombre y de su persona.

Jesús se indignó en varias ocasiones. Pero ojo: Leamos atentamente los cuatro Evangelios. Sólo se indignó con los líderes religiosos de su época que cambiaban la verdad en mentira y comerciaban con la compra y venta en el templo de Dios. No estaría de más que los indignados del siglo XXI siguieran su ejemplo y denunciaran todo lo que hay de falso en el Cristianismo de hoy y el monumental comercio que hacen católicos y protestantes amparados en su Persona inmaculada.