Ahogar la tristeza

Antonio Machado, en un poema al que ha puesto música Juan Manuel Serrat decía en su época que por todas partes había visto caravanas de tristeza. Él mismo, poeta sublime y hombre bueno, murió en un pequeño pueblo francés, cercano a la frontera con Cataluña, agobiado de tristeza por los acontecimientos de la guerra civil que le obligaron al exilio.

En la España de hoy (y en el mundo de hoy) hay motivos sobrados para que la tristeza se apodere de uno. La crisis económica, el elevado número de parados, los conflictos familiares y las luchas personales.

Quienes han practicado estudios psicológicos sobre la tristeza nos dicen que uno de sus principales efectos es que deforma la realidad. La persona triste ve la vida y la juzga de acuerdo a su prisma interior.

La tristeza conduce al pesimismo, y otro tanto puede decirse del efecto contrario: todos los pesimistas son necesariamente tristes. La persona triste se vuelve ruda y severa para con los demás, suspicaz y dispuesta siempre a dar la peor interpretación a los actos de quienes la rodean.

La tristeza paraliza el ánimo. En el texto clásico de Lucas 22:45 leemos que mientras Jesús oraba y sudaba gotas de sangre en el huerto, los discípulos se habían quedado dormidos “a causa de la tristeza”.

Petrarca preguntaba por qué hemos de darnos tristeza. Lo que en la suprema mansión de allá arriba está escrito que ocurra, ocurrirá. La tristeza mata la fe y las esperanzas. La persona triste no mira hacia adelante. Lo ve todo negro, nada merece la pena. No se para a pensar que al final de todos los ríos está el océano.

Estamos viviendo días duros, es cierto. A todos los niveles. Pero nada bueno puede venir de la tristeza. Hay que apartarla de nosotros. Aquí tienes este poemita de Federico García Lorca:

La tristeza que tiene mi alma por el blanco camino la dejo,
para ver si la encuentran los niños
y en el agua la vayan hundiendo,
para ver si en la noche estrellada
a muy lejos la llevan los vientos.

Fuera de nuestros círculos cristianos existen formas para dominar la tristeza: el alcohol, los placeres momentáneos. Remedios que no funcionan. La solución más efectiva para combatir la tristeza está en las Sagradas Escrituras: La oración y la comunicación con los hermanos. La mirada puesta en Dios. No puedo multiplicar versículos en este articulito, basta uno, el de Isaías 35:10: “Los redimidos de Dios volverán, y vendrán a Sión con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido”.

La tristeza es descubrir nuestra nulidad y permanecer indiferentes. Otra cosa muy distinta es descubrir que nada es uno y, partiendo de aquí, aprovechar la energía divina. Para vencer la tristeza nada mejor como colocar a Dios entre Él y nuestra vida interior.

Entonces, de nuestro corazón brotará un río de agua viva que ahogará la tristeza para siempre.