La clausura de locales empezó en la zona dominada por Franco y por el nacionalcatolicismo el mismo 18 de julio 1936. Cuando estos dos poderes ganaron la guerra en 1939, la otra guerra contra los locales donde se reunían los protestantes se extendió por toda España: En pueblos, en ciudades, en capitales. La sotana negra que se alzó vencedora no quería foco alguno de herejes, masones, comunistas, gente empeñada en destruir la heroica religión católica, esa “gran fuerza moral que ha formado el alma colectiva de nuestra nación”, según le habían hecho creer a Franco en 1953, después de entregar lo mejor de España al Vaticano por el Concordato de 1953.
En los primeros meses de 1966 el ministerio de Gobernación autorizó la reapertura de veintiún locales de culto que se hallaban clausurados. Siete de ellos eran de la Unión Evangélica Bautista, cuatro de las Asambleas de Hermanos, tres de los Bautistas Libres, dos de la Federación de Iglesias Evangélicas Independientes, dos de las Asambleas de Dios, dos de la Iglesia Evangélica Española y uno de la Iglesia Adventista.
Entre enero y julio 1967 fueron desclausurados otros veinte en Barcelona, Madrid, Lorca, Palma de Mallorca, Sabadell, Santa Cruz de Tenerife, Málaga, San Adrián de Besós, Mataró, Molins de Rey, Berga, Denia, Manresa, Hospitalet de Llobregat y Santander. Cinco pertenecían a las Asambleas de Hermanos, tres a la Unión Evangélica Bautista, tres a iglesias independientes, cuatro a la Federación de Iglesias Evangélicas Independientes, tres a las Asambleas de Dios, uno a la Iglesia Evangélica Española y otro a la Iglesia Adventista.
Estas reaperturas constituyen una indicación del estado en que se encontraban las iglesias protestantes desde 1939 hasta cerca de los 70, a saber, huérfanas de hogar espiritual, con sus centros de culto prohibidos a iniciativa del nacionalcatolicismo y consumado por las autoridades civiles.
Una de las iglesias protestantes más sufrida de España fue la de Medina del Campo, en la provincia de Valladolid. Yo estuve allí predicando en abril 1957. Los creyentes se reunían en el domicilio del pastor,
Félix Pradales. Tenían un hermoso local, pero fue clausurado en 1953. Pradales me contó una historia de persecuciones que clavaba aguijones en el alma. El estuvo varias veces encarcelado, acusado de organizar reuniones ilegales. A su esposa la encerraron en una celda común, ocupada mayormente por prostitutas. En una ocasión le fue impuesta al pastor una multa de 15.000 pesetas “por reuniones clandestinas”. Entiéndase por esto leer y explicar la Biblia, cantar y orar. Todo ello se comprenderá mejor si digo que uno de los jefes de la policía local era al propio tiempo tesorero de Acción Católica. Siempre la terrible acción de la Iglesia católica contra los protestantes.
En junio 1968, un año después de la primera Ley de Libertad Religiosa, inauguramos en la madrileña calle Teruel un amplio local de culto para la Iglesia de Cristo. Yo estaba entonces al frente de esta Iglesia y realicé todas las gestiones de compra y adecuación del local. Dos meses antes de la apertura recibimos amenazas de jóvenes que se identificaban como pertenecientes a Acción Católica. Querían atemorizarnos. Advertían que el local sería apedreado si no poníamos en la fachada Iglesia de Cristo y de la Virgen María. No sabían a quién querían asustar. A un hombre que había conocido el calabozo militar, la cárcel civil y había sentido en el temporal derecho el frío de una pistola esgrimida por un oficial del Ejército para obligarme a poner rodilla en tierra ante una imagen católica. Ni me incliné mi disparó. Sigo en la lucha. Con todo, en previsión de incidentes denuncié la amenaza. De la comisaría cercana enviaron dos agentes de paisano. Estuvieron en el interior del local todo el tiempo que duró el acto de inauguración. Nada ocurrió.
Por aquellos años fui testigo del cierre de lugares de culto en distintas ciudades españolas. En algunos casos intervine personalmente en un intento de solucionar el problema. En otros me limitaba a publicar la información que recibía.
En junio 1962 y por orden de la Dirección General de Política Interior fue clausurado el local que ocupaba la Iglesia bautista en
Jerez de la Frontera. En la zona del Grao, a seis kilómetros de
Valencia capital, existía una iglesia protestante con sede autorizada en 1936. Después de la guerra el local fue clausurado. Los creyentes se integraron en otras iglesias de la capital. En 1953 decidieron volver a sus orígenes, alquilaron un local en la calle Horno del Cabañal, solicitaron permiso de apertura. ¡Nueve años esperando respuesta! Al fin, mediante escrito del Gobernador civil de Valencia firmado el 26 de octubre 1962 se comunicó a los responsables de la Iglesia que no, para qué querían otro local cuando podían ser atendidos espiritualmente en iglesias de la capital.
La petición protestante sirvió para mover a los sacerdotes católicos de la zona. Cinco meses después de solicitar permiso para la apertura del local alquilado se abrieron a los feligreses seis nuevos templos católicos, que unidos a los cuatro existentes sumaban diez. Es así como ha actuado y sigue actuando la Iglesia católica donde puede. Ni un vaso de agua para los protestantes. Todo el pozo para nosotros.
El 12 de junio 1963 fue desclausurado el local de la Iglesia bautista en Usera, Madrid, cerrado y precintado el 17 de julio 1954. En esta Iglesia ejerció el pastorado José Cardona, secretario de la Comisión de Defensa Evangélica Española. Cuando me envió la noticia para ser publicada en el periódico LA VERDAD, Cardona ponía esta posdata en la carta: “No pueden con nosotros, Monroy. Somos más fuertes”.
El 4 de julio 1954 y por orden gubernativa fue clausurado el local que ocupaba la Iglesia en Chiclana de Segura. El local fue desvalijado, desaparecieron los muebles, enseres, libros y hasta el armonio. Pronto se supo que el cura del lugar lo había llevado a su templo. En marzo 1963 el misionero inglés Carlos Buffard me mandó a Tánger copia de un escrito remitido al obispo católico de Jaén pidiendo la devolución del armonio que el cura párroco había robado. En septiembre del mismo año el señor obispo aún no había respondido al misionero protestante. No seguí el tema. Ignoro si el armonio fue devuelto o permaneció en poder de la parroquia católica.
Todavía en enero 1970, cuando amanecía en España un nuevo clima de tolerancia y libertad religiosa, el local de culto que ocupaba la Iglesia denominada Cristianos en Acción, situada en la calle Montejurra, en Santander, fue clausurada por haber distribuido folletos cristianos con el sello de la Iglesia. El local había sido abierto con todos los requisitos legales quince días antes. Los responsables de la Iglesia me enviaron a Madrid una detallada información de los hechos, que fue publicada en el número de RESTAURACIÓN correspondiente al mes de agosto de aquél 1970.
A nadie debe extrañar esa acumulación de injusticias contra los protestantes españoles. El catolicismo nació dominador y lo será siempre. Es preciso estar castigado de la ceguera que caracteriza a la decrepitud para no ver esta verdad. En 1540 nacía la Compañía de Jesús. Aquél ejército bajo la bandera de Cristo, capitaneado por Ignacio de Loyola, tenía como principal misión guerrear contra los protestantes, anularlos en la sociedad. El espíritu de Loyola revivió después del triunfo del nacionalcatolicismo en 1939. Todavía no ha muerto. Permanece atrincherado en espera de que los tiempos y los vientos les sean favorables. Por lo que a mí respecta, que siga esperando. La espada de la contrarreforma no me cortará un solo cabello. Además, me van quedando pocos.
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