Pasa a nuestro lado el tiempo
Y nosotros nos quedamos.
¡Y es el tiempo el que se queda,
Nosotros los que pasamos!
El general florentino Giovanni Papini escribió que entre el nacer y el morir sólo hay un penacho de humo al que llamamos tiempo. Salomón, en su libro ECLESIASTÉS, es más positivo. Poeta y filósofo, nos dice que en ese penacho de humo del autor italiano hay tiempo para todo. He aquí lo que escribió hace unos tres mil años:
Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;
Tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar;
Tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar;
Tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar;
Tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar;
Tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar;
Tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.
(
Eclesiastés 3:1-8).
Escudándome en la fecha que estamos viviendo, principio de un nuevo año, voy a escribir para Protestante Digital varios artículos sobre este texto de Salomón. Hoy inicio la serie.
El Eclesiastés es uno de los tres libros que figuran en el Antiguo Testamento escrito por Salomón. Los otros dos son Proverbios y Cantar de los Cantares.
El título del libro en hebreo es
Cohelet. Lutero tradujo este término por Predicador, que es titulo con que normalmente lo designamos los cristianos. Está contenido en el primer versículo:
“Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén”.
A lo largo de tres mil años, este libro ha inspirado multitud de exégesis, comentarios y análisis en todos los idiomas. El Eclesiastés ha sido considerado por algunos autores como un libro pesimista. Pero no lo es, en absoluto.
No vale tomar algunas frases aisladas. Es preciso enjuiciarlo en su conjunto. El autor es sencillamente un hombre realista que juzga la vida tal como la conoció en su época.
El gran pensador español Miguel de Unamuno afirmó en EL SENTIMIENTO TRÁGICO DE LA VIDA, que el libro del Eclesiastés constituía la obra literaria más difícil que se hubiera escrito a través de toda la historia de la humanidad.
En los versículos anteriores Salomón presenta una extensa lista de actividades que envuelven la vida del ser humano. La relación no agota todas las acciones del hombre; se limita a explicar gráficamente la variedad de cosas en que se ocupa para mostrar que cada una de ellas tiene su secreto, su cuándo y su cómo.
NACER Y MORIR
“Tiempo de nacer y tiempo de morir” (
vs. 2). El amplio catálogo de contrastes comienza con los dos acontecimientos más importantes de la vida humana. Nacer y morir. Contempla la vida del individuo desde la cuna a la tumba.
Nacer está a nuestro alcance. Existen muchas parejas que programan la concepción y el nacimiento del hijo o de la hija para fechas determinadas.
Pero morir escapa a nuestro control. Así lo dice el autor en otro texto del mismo libro:
“No hay hombre que tenga potestad sobre el espíritu para retener el espíritu, ni potestad sobre el día de la muerte; y no valen armas en tal guerra, ni la impiedad librará al que la posee” (
Eclesiastés 8:8).
¿Cuántos años pasarán por tu vida entre el nacimiento y la muerte?
¿Y qué hacer con esos años?
Eres temporal, no eterno.
El poeta Rabindranath Tagore hace esta observación: “El tiempo es infinito en tus manos. Pasan días y noches. Se abren los años y luego se marchitan como flores”.
El filósofo español José Ortega y Gasset puntualiza: “Al nacer, la vida se nos es dada vacía. Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de llenarla por sí mismo”.
Cuando David llegó al campamento judío donde estos peleaban contra los filisteos, se encontró con el espectáculo del gigante. El gigante medía tres metros. La coraza de bronce con la que se protegía pesaba 66 kilos. La punta de la lanza pesaba seis kilos. David era un adolescente sin ninguna experiencia de guerra. La Biblia dice que David
“ciñó su espada sobre sus vestidos y probó a andar”.
Esa es la parte tuya: Probar a andar en los caminos de la vida. Dios hará el resto.
Si gastas tus años pensando en las dificultades y en los peligros, jamás harás nada que merezca la pena.
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