Cuando el 22 de noviembre de 1975 su señor padre, Juan Carlos I, fue investido por las Cortes rey de España, dijo en el discurso inaugural que su intención y deseo era ser rey de todos los españoles. Usted repitió algo parecido el 30 de enero de 1986, al asumir ante las Cortes Generales la plenitud de su papel institucional como sucesor a la corona. Entonces tenía usted 18 años. Como usted sabe bien, España anda por los 45 millones de habitantes. ¿Pero es consciente de que entre esa masa humana conviven millón y medio de cristianos evangélicos, llamémoslos protestantes? ¿Se ha acercado alguna vez a ellos?
Hay mucha demanda sobre su tiempo, lo sabemos. Pero si tiene tiempo para cumplir sus compromisos de Estado debería hacer un hueco en su agenda para nosotros.
Desde el 20 de enero de 2006 hasta el 18 de diciembre del mismo año usted asistió a 67 actos oficiales dentro y fuera de España. Este año, hasta el pasado mes de mayo ha estado presente en otros 49 eventos, incluyendo el viaje a Glasgow para presenciar el final de la copa de fútbol de la UEFA.
En esas recepciones ha establecido contactos con jóvenes de distintas tonalidades: Asociaciones de jóvenes socialistas, jóvenes ecologistas, jóvenes deportistas, futbolistas, tenistas, náuticos, baloncestistas, asociación de futuros jóvenes chinos, jóvenes empresarios, jóvenes norteamericanos pertenecientes al programa “Inside”, jóvenes abogados, etc. Incluso sacó tiempo para asistir al centenario de la llegada a Utrera de la Virgen de la Consolación. El 20 de noviembre de 2006 recibió usted en audiencia a una representación de jóvenes pertenecientes a las Nuevas Generaciones del Partido Popular.
¿Nadie le ha informado, Alteza, de que en ese millón y medio de protestantes españoles hay una nueva generación de jóvenes con ilusiones, con sueños, con ganas de hacer cosas? Jóvenes limpios que aman a España, que la enaltecen y que pagan sus impuestos al Estado.
No le hagan creer que son cuatro gatos. Eso se acabó. Le cito a usted acontecimientos recientes: La Federación de Iglesias Evangélicas Independientes de España (FIEIDE), una de las muchas entidades que componen el total del protestantismo, ha reunido en Huesca a mil jóvenes durante varios días. Otros tantos jóvenes del grupo Contracorriente celebraron un congreso en Córdoba. Más de mil jóvenes pertenecientes a las Asambleas de Hermanos, otra familia denominacional, se citaron en Barcelona para tratar temas relacionados con sus convicciones cristianas y cómo mejorar las condiciones de la sociedad en la que viven. Hay más: La Confraternidad de Jóvenes Evangélicos congregó el pasado mes de junio en Madrid a unos 10.000 chavales, chicos y chicas, llegados de todos los puntos de España.
Desde su nombramiento como Príncipe Heredero hasta hoy, ¿no ha tenido usted una hora, Alteza, para informarse quiénes son, cuántos son, qué hacen, dónde están, cuáles son las inquietudes de éstos jóvenes protestantes? Crea que lo lamentamos.
Los tiempos han cambiado, Alteza. Llegamos a la Luna hace medio siglo. En los laboratorios se investiga la posibilidad de trasplantar la memoria. Vivimos en la era de la globalización, que entre otras cosas pretende humanizar las relaciones entre los siete mil millones de seres que poblamos la tierra.
Nosotros, los protestantes, también merecemos un tratamiento distinto.
La madre de su tatarabuelo, reina Isabel II, recibió del Papa Pio IX la “Rosa de Oro” por su celo en la extirpación de la “herejía protestante y sus adeptos”. Consistía en un ramo de flores perfectamente fabricado en oro puro. Para agradecer el detalle del Papa, Isabel II se negó a atender las peticiones de gobiernos extranjeros que pedían la excarcelación de líderes evangélicos presos en Granada. “Prefiero cortarme la mano derecha antes que firmar el indulto a favor de los protestantes”, dicen que dijo.
El reino de su tatarabuelo coincidió en el tiempo con Menéndez y Pelayo. Alfonso XIII compartía con el eminente intelectual santanderino la idea de que para ser buen español había que ser católico.
En diciembre de 1997 tuvo lugar en Madrid el VI Congreso Evangélico Español. El rey fue invitado para estar presente en la inauguración o en la clausura. No acudió. Lo de siempre, conflicto de fechas, falta de tiempo. A fin de no desagraviar del todo a los protestantes españoles o españoles protestantes recibió el 18 del mismo mes en el palacio de la Zarzuela a una comisión compuesta por ocho miembros del equipo que organizó el Congreso. Quien esto escribe fue uno de los ocho. El rey se interesó por nuestros problemas, quiso saber si el protestantismo avanzaba en España, etc. Fue media hora de agradable charla. Si mi memoria histórica me es fiel, esta fue la primera vez -y la única hasta ahora- que un rey de España recibe en audiencia a dirigentes protestantes.
Pero nada más. Ningún otro miembro de la familia real se ha identificado desde entonces con nuestra causa.
Decía, Alteza, que los tiempos han cambiado. Y algunas mentalidades y formas de pensar, también. Morimos a una época para entrar en otra. La independencia del pensamiento es la más orgullosa aristocracia.
En muy pocos temas -desde luego, no en el religioso- usted piensa como la reina Isabel II o como su tatarabuelo. Usted es un hombre de otros tiempos. De estos tiempos. Un hombre joven de 39 años formado en universidades de prestigio en España, Canadá y Estados Unidos. Usted ha sido educado en la tolerancia, en la no discriminación a las personas por sus ideas políticas o religiosas.
Usted, Alteza, no puede, no debe discriminar a los protestantes españoles.
Entre el 6 y el 9 del próximo diciembre tendrá lugar en Barcelona el VII Congreso Evangélico Español. No será un acto escondido. Tendrá lugar en el Palacio de Congresos. La Casa Real ha sido invitada. Es imposible que el rey acuda, debido a sus problemas de agenda. Podría ocurrir que al residir en Barcelona la Infanta Cristina ostentara la representación del trono. Sería una digna representante. Es una gran mujer, con mucha aceptación popular, sencilla, cercana, afable.
¿Por qué no va usted mismo al Congreso? Ha estado presente en otros muchos, de diversa índole. Haga un hueco en su tiempo para nosotros. Podría ser en la sesión inaugural. Todo lo más sería cuestión de una hora, entre bienvenidas y saludos iniciales. ¿No tiene usted una hora para los protestantes españoles? No perdería nada. Ganaría mucho. ¿No le atrae el reconocimiento y el aplauso de cuatro mil españoles que estarán presentes? Después de todo, ¿no es usted el Príncipe heredero de todos los españoles?
Séalo también del millón y medio de protestantes que en España viven. Gracias, Alteza.
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