Nos parece que hay mucha superficialidad, falta de profundidad en la frase. Evangelizar España sí, bien, naturalmente. Pero
¿qué España? ¿Con qué mensaje? ¿Dónde integrar a los evangelizados?
La respuesta correcta a la primera pregunta es esencial para el desarrollo de la idea. El nuevo Testamento dice que Jesús conocía al hombre de su tiempo, sabía lo que había en su pensamiento y en su alma. Nosotros somos meras criaturas humanas, estamos a este lado de la divinidad; aún así,
¿sabemos cómo son, qué piensan, cómo sienten los españoles de hoy?
España es religiosa sólo en la epidermis. El catolicismo español, dicen todas las encuestas, es sociológico, no espiritual. Se acude a la Iglesia para bautizar al recién nacido, para casar a la pareja, para enterrar al muerto. De los cuarenta y cinco millones de españoles no hay más de dos millones realmente integrados en la Iglesia católica. Aquí impera la indiferencia religiosa, el despego de lo divino. El español de hoy está sumido en el agnosticismo, inmerso en el hedonismo como forma de vida. En una sociedad hedonista no hay lugar para Dios. Libros como
El hombre Light y
La España hortera confirman que a los españoles de hoy, en su inmensa mayoría, sólo les interesa la feria y la fiesta, la charanga y la pandereta.
Bueno es que queramos evangelizar España. Pero surge una segunda pregunta.
Evangelizarla, ¿con qué mensaje? ¿Con el mensaje de Dios o con el mensaje nuestro que decimos proclamar en nombre de Dios? Resulta irrelevante un líder cristiano cuyas cualidades no respondan al original. Fundamentalmente, si se quiere evangelizar un país debe haber acuerdo respecto al mensaje que se transmite.
Cuentan que Hernán Cortés, presentando una Biblia al indomable Moctezuma, le dijo: “Esta es la Palabra de Dios”.
Moctezuma aplicó el libro al oído y replicó: “No oigo nada”. Esta escena, apócrifa o real, encierra una gran lección para todos nosotros. ¿Qué mensaje estamos dispuestos a ofrecer al pueblo español? “La Verdad de Cristo”, se dice: ¿Pero qué verdad? Si los españoles rechazan el catolicismo, que tiene un mensaje más o menos homogéneo, difícilmente van a aceptar nuestro mensaje fragmentado.
Machado discurría sobre la verdad con estas palabras: “¿Tu verdad? No, la Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela”.
Todos proclamamos que predicamos la verdad de Cristo, pero en realidad se trata de la verdad del Cristo que yo predico, no de la verdad del Cristo que predica mi vecino. La mía es la verdad total, la de aquél es una verdad incompleta. ¡Incongruente! O volvemos todos al Cristianismo de Cristo o nos callamos todos, porque todos estamos ya fracasados.
Una tercera pregunta sería: queremos evangelizar España
, ¿pero dónde, a qué iglesias llevamos a los evangelizados?
Todo el problema está en saber si tenemos iglesias preparadas para acoger a nuevos convertidos. No perdamos de vista que estamos en el siglo XXI y en un país culto y civilizado, al menos en las formas, cuando quiere y para lo que le conviene. Una vez pasadas las primeras alegrías de la conversión, ¿aguantarían los convertidos en comunidades enfermas por los problemas internos? Hay en el espíritu del español de hoy un rechazo total a las instituciones. ¿Resistirían los nuevos miembros la integración en iglesias locales convertidas en pequeñas instituciones monolíticas?
El catolicismo ha dejado una huella tan honda en el espíritu español, que para evangelizar este país, en la actualidad, ahora, hacen falta héroes y profetas con una visión clara, una mente alerta y un corazón limpio.
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