El presidente de la Asociación de ex Presos Sociales, Antoni Ruiz, expresó su deseo de que el tema quedara resuelto en un plazo breve mediante Real Decreto. Las compensaciones, añadió, afectarían a menos de un centenar de personas.
Nos parece bien.
La Constitución española establece que no puede prevalecer discriminación alguna “por razón de nacimiento, raza, sexo o religión”. Luego los homosexuales están en su derecho a pedir compensaciones. Aquí todo el mundo pide lo que se supone que el franquismo les quitó o no les dio. Ya no se trata únicamente de recuperar la llamada Memoria Histórica. Piden los partidos políticos, piden los sindicalistas, piden los nietos de encarcelados, piden los militares que no pudieron ascender, piden los que dicen que fueron expropiados se sus tierras, los que fueron expulsados de sus trabajos por no cantar el Cara al Sol. Piden los escritores a quienes según ellos no se les permitió publicar, los actores que no hallaron trabajo. Pide hasta el pinche de cocina porque Franco lo mataba de hambre.
Ahora piden los homosexuales.
¿Y nosotros? ¿Por qué los protestantes no pedimos? ¿Nosotros no fuimos respresaliados, castigados, multados, encarcelados y algunos hasta fusilados durante el franquismo?
El triunfo de Franco en la guerra civil supuso el triunfo del nacionalcatolicismo. La jerarquía católica nos aplicó la máxima nenendezpelayista: No se podía ser español si no se era católico. Por consecuencia, nosotros, los protestantes, éramos los malos; los rojos a quienes Moscú pagaba para descatolizar España. Los herejes en diabólico contubernio con la masonería internacional.
A nosotros, los protestantes, se nos expropiaban los edificios dedicados al culto, se nos prohibía alquilar locales para celebrar nuestras reuniones, no podíamos imprimir ni un solo folleto, se nos multaba cuando en una casa particular éramos más de veinte personas en la meditación de la Biblia, los jóvenes soldados eran encarcelados en calabozos por negarse a asistir a misa, las parejas de novios que no aceptaban la ceremonia católica tampoco podían contraer matrimonio civil, nuestros muertos eran enterrados en el pudridero, en los rincones apestosos fuera de los cementerios llamados católicos, nuestros hijos eran discriminados en las escuelas, desde la primaria hasta el Instituto, los jóvenes tenían cerradas las puertas de la Universidad por ser protestantes.
“¿Quién enferma y yo no enfermo?”, preguntaba el apóstol Pablo a los corintios. ¿Quién padeció tanto como nosotros durante el franquismo? ¿Por qué no reivindicamos ahora aquellas torturas?
Por pedir, que no quede. La Asociación de ex Presos Sociales plantea al Gobierno que muchos de sus miembros no pudieron cotizar a la Seguridad Social y en la actualidad sólo cobran una pensión contributiva. Quieren alcanzar una pensión mensual de 800 euros y que se les compense con una cantidad simbólica de 12.000 euros.
En nuestras filas contamos hoy con más de un centenar de hombres ancianos a quienes tampoco se les permitió cotizar a la Seguridad Social. No por ser homosexuales, sino por ser pastores evangélicos, desprovistos de todas las prestaciones Sociales.
Tal vez la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (FEREDE podría presentar al Gobierno un dossier con nuestra Memoria Histórica pidiendo que se nos compense por todos los daños sufridos. Entra dentro de sus competencias y, desde luego, el Secretario Ejecutivo sabe cómo hacerlo.
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